—¡Brindo por mi hijo, Salot! —gritó el viejo Zamalech — ¡Que, por su espada, hemos sido capaces de gobernar estas tierras!
Todos exhalaron un grito de guerra.
—¡Mañana será el día, en que ustedes y yo, hermanos míos, partiremos hacia Jerusalén, recuperaremos las tierras de mi padre y tomaremos el río milagroso!
Todos los que estaban en el banquete levantaron sus espadas en un grito de gloria.
—¡El príncipe Salomón, verá que la espada de mi hijo es más peligrosa que todo el ejército de Babilonia!
La muchedumbre ovacionó al hijo de Zamalech. Y él, recibió la alabanza con gozo.
Llegó a caballo el sacerdote. Llevaba los ojos empapados en lágrimas.
Lo guardias lo hicieron pasar a la casa de Zamalech en Got, donde todos estaban celebrando. Y con sutileza, llamó al líder con un gesto desde la puerta del comedor.
—¿Qué ocurre?
—David a muerto —repetía Abiatar una y otra vez.
Zamalech intentó calmarlo, y lo hizo tranquilizarse.
—Por favor, dime exactamente ¿A qué te refieres?
Abiatar calmó su respiración y logró decir.
—El príncipe Salomón ha matado a su padre, el rey David. Y mató también a Sadoc el sacerdote, de una manera horrible.
Zamalech no pudo asimilarlo al instante.
—¿El rey de Jerusalén, ha muerto?
Abiatar cayó en rodillas.
—Lo han asesinado. Y Salomón ha tomado la corona.
Zamalech entonces levantó a Abiatar y le dijo.
—No llores más, pues tu reinado en las tierras de Gésur y Mefi-boset ha comenzado.
Después le preguntó al sacerdote cómo es que Salomón había matado a su padre. Y Abiatar le contó lo que había visto, le dijo que lo había hecho con magia y le dijo que también había descubierto su traición, porque lo mandó a él con los gesuritas antes que a nadie. Pero el líder no temió, porque ya nada le daba miedo.
Los dos se adentraron en el banquete y Zamalech mandó a que Haf diera el anuncio de Abiatar.
—¡Atención todos! —exclamó— El rey David, ha sido asesinado.
Y Absalón, quien estaba a la derecha de Zamalech, se desconcertó.
Todos festejaron con una ovación que duró diez minutos.
Pero Absalón estaba dolido, porque, aunque sabía que eso debía pasar, hubiera preferido exiliar a David lejos de Jerusalén antes que matarlo.
—Hoy te digo que pobre del que haya asesinado a mi padre, pues en el caerán mis peores maldiciones, dime por favor, ¿quién ha matado a mi pastor? —preguntó Absalón a Zamalech.
Y éste le dijo.
—Lo mató tu hermano, el príncipe Salomón.
Las llamas vivas del infierno se reflejaron en los ojos del primogénito de David.
—Él no es mi hermano.
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Editado: 05.05.2020