Salomón había llegado al castillo y todas las mujeres que había ahí lo ayudaron a abrirle paso hasta el torrente milagroso.
El rey bajó el cuerpo de Salot y se lo entregó al río, el agua blanca se tiñó de rojo y no ocurrió nada.
—Él ya no puede curarse —dijo la mujer de las joyas.
—Debe hacerlo, debe tener un destino.
—Morir por su mano señor, fue su destino.
—No, ese fue el destino que su padre decidió, no puedo permitir que haga lo mismo que hizo conmigo.
—Ya ha pasado una hora desde que usted asesinó a Salot, el límite del río ha sido rebasado.
Salomón entendió eso con mucha claridad.
—Debe haber una manera de salvarlo, no puede morir.
Baal veía como el joven rey buscaba desesperado la manera de resucitar a Salot.
—Yo puedo hacer que aún viva, señor.
—¿Y por qué no lo dijiste antes?
—Porque el precio es muy alto.
Salomón desesperó y exigió a Baal que se lo dijera.
—Debe entregar su vida para que el joven Salot viva. Es la única manera, yo solo puedo ser el intermediario entre su decisión, como lo hice en la tribu de Canaán con el juez Pelek.
Entonces Salomón recordó.
—Este es el sacrificio que la profecía me exige ¿Es este el sacrificio que me convertirá en el rey más poderoso de Israel?
—Así es su majestad.
Salomón no lo pensó más e hizo lo que Baal le instruía.
Ambos cuerpos fueron sumergidos en el río y Salomón repetía los cánticos del demonio.
El ejército enemigo ya estaba muy cerca del castillo y el rey temía que su ritual fuera interrumpido.
—MEUJ THA VITA JOHF DA KEEN OH'GF SAT'DNAIA MALUKHDRAÍN —gritaba Baal a los cielos en la lengua de los dioses, que significaba el traspaso de la energía.
Pronto, Salomón comenzó a sentirse débil, aun estando en el río.
Y vio como el agua donde Salot estaba comenzaba a moverse.
El ejército de Abiatar observó cómo en la colina, atrás del castillo se empezaba a formar una nube gris y nublaba el cielo con relámpagos.
—¡DRAPHGA RUKE TUÍN, MEFI DONAI UBDRA BAKONUÍN!
Que era el conjuro que intercambiaba el alma.
—¡Debemos movernos! —ordenó Urías.
Y los caballos corrieron directo al castillo.
La vida de Salomón iba terminando, y Salot emergió del río, sano y sin ninguna cicatriz. Salomón entonces cayó, pero Salot lo sostuvo antes, en un reflejo involuntario.
Y antes de morir, Salomón pudo recordar cuando lloró por primera vez en el río, cuando sintió los brazos de Jazeel y cuando ésta le cantó la canción de David en la corte real, cuando David lo arrulló en brazos y cuando le regaló su primera espada. Recordó cuando su padre lo nombró heredero y cuando estaban en aquella colina de las tierras del río Éufrates al límite de Israel. Pero, sobre todo, recordó lo primero que vio después de nacer. Vio la sonrisa de Betá, su madre, dándole la bienvenida al mundo para después morir.
Baal había puesto esos recuerdos en la cabeza de Salomón antes de despedirse.
—Tranquilo señor, yo me aseguraré de que su historia no sea olvidada, y se la mostraré a su hermano Salot, le serviré a usted y a toda su familia, porque sus descendientes me construirán un templo, un templo donde seré alabado por siempre. Un templo cuyos cimientos empezó usted. Eso es lo que usted me dará como pago.
Y Salomón sonrió con las fuerzas que le quedaban.
—Este hombre ha entregado su vida para salvar la suya, Salot nieto de Saúl.
Y Salot le agradeció.
—Ahora usted debe ocupar el trono de Israel —dijo Baal.
—Lo haré, y gobernaré con rectitud, así tu sacrificio habrá valido la pena —le dijo Salot.
—No te preocupes, volveré, seré el rey más poderoso de la tierra —dijo Salomón— Y traeré mi reino de paz y justicia a Israel.
—Sí señor —afirmó Baal.
Entonces el rey Salomón se dispuso a morir, pero el ejército de Abiatar entró por el castillo y por los alrededores mientras Salot los observaba desconcertado con el cuerpo del rey en brazos.
—¡Ahí están!
La mujer desapareció y se llevó el anillo.
Los hombres de Gésur, aunque sorprendidos por aquel milagro, se apresuraron a ir por Salot y le quitaron de los brazos el cuerpo moribundo del rey. Salot suplicaba a los hombres que no le apartaran de él, pero fue inútil y se lo llevaron dentro del castillo. Y los gesuritas sacaron el cuerpo del río y comenzaron a golpearlo con sus espadas y lanzas hasta matarlo, sin darle la oportunidad de morir en paz.
Así murió Salomón.
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Editado: 05.05.2020