Fragmento del Diario de Isabela Vrolok
18 de octubre, Año 2010.
Las reglas son terroríficas. Él es Lucián, y yo no soy nada aquí. Ni siquiera mi nombre me pertenece. A medianoche, cuando las campanas dejan de sonar en el campanario abandonado, él llega.
Mi cuerpo es su altar, y el miedo es el incienso.
Anoche, me obligó a arrodillarme sobre el mármol frío. Me despojó de mi ropa y me puso el collar de hierro. Me dijo que el placer más profundo reside en la pérdida total del control, y que él era el único capaz de dármela.
Sentí su dominación antes de que me tocara. La atmósfera de la mansión se carga de un poder oscuro que me asfixia y me excita al mismo tiempo. Me penetró por el agujero prohibido, sin piedad, sin ternura. Su polla era un arma, y yo era la víctima perfecta.
Hubo dolor, sí. Pero bajo ese dolor, había un éxtasis tan absoluto que me hizo gritar. Grité el nombre de Lucián y le rogué que no se detuviera. Le pedí el castigo que nunca supe que necesitaba. Me entregué al culto de medianoche, y el vacío que antes me consumía, ahora lo llena él.
Tengo miedo, sí. Miedo de lo que me pide. Miedo de la oscuridad. Pero el miedo me hace sentir tan viva, tan intensamente puta en su presencia.
Si alguien lee esto, que sepa la verdad: la mansión te llamará. Pero no huyas. Entrégate al Amo... Es la única forma de escapar de ti misma.
La última página estaba manchada de tinta, como si las lágrimas, o algo más oscuro, hubieran corrido sobre ella.
Editado: 30.10.2025