Elena se arrastró por el frío mármol hasta la mesa de piedra, como había ordenado Lucián. Estaba desnuda, vulnerable, iluminada solo por la luz temblorosa de las velas rojas. El aire del sótano era denso, cargado con el olor a almizcle, humedad y el perfume embriagador del deseo.
Lucián se acercó, su figura envuelta en oscuridad. Su mano, fría y firme, se posó en el hombro de Elena.
—Ahora, confiese el pecado que la trajo a la Mansión Vrolok, Elena. Confiese el deseo que ha negado toda su vida.
Elena levantó la mirada hacia él. Su hermoso rostro era inexpresivo, pero sus ojos de dominación exigían la verdad.
—Mi pecado... mi pecado es la necesidad de perder el control, Amo. He pasado toda mi vida siendo fuerte y racional, y eso me ha vaciado. Vine aquí buscando la sumisión total. Quiero que me domines, que me castigues y que me folles sin piedad. Quiero ser tu puta esclava en la oscuridad. —Elena se obligó a decir las palabras, y al hacerlo, el último vestigio de su orgullo se rompió.
Lucián sonrió, una sonrisa que era al mismo tiempo de aprobación y de lujuria oscura.
—Confesión aceptada. El deseo es el único sacrificio. Y ahora, el juramento debe sellarse.
Lucián se quitó la capa. Bajo ella, su cuerpo era musculoso y perfecto. Su gran polla se alzó, dura y poderosa, lista para el ritual.
Tomó las cadenas ligeras de la mesa. En lugar de ser de hierro, eran de una aleación fría y oscura. Con movimientos expertos, ató las muñecas de Elena a los postes de la mesa de piedra. La obligó a ponerse a cuatro patas, con el trasero en alto y expuesto a la luz de las velas.
—Este es su altar, Elena. Su cuerpo es el recipiente de mi dominio. Y yo tomaré lo que es mío por la puerta de la sumisión.
Lucián tomó el aceite perfumado que Elena había lamido antes. Lo derramó sobre sus nalgas, lo frotó con lentitud posesiva, preparando su agujero anal con una ternura cruel.
—Pídame que la posea, Elena. Pídale a su Amo la posesión que sella su juramento.
—¡Por favor, Amo Lucián! —imploró Elena, con la voz rota por la anticipación— ¡Fóllame! ¡Penétrame por el culo! ¡Quiero sentir tu polla en mi interior! ¡Hazme tuya!
Lucián no esperó más. La penetración fue profunda, poderosa. No fue brutal, sino una posesión lenta y deliberada, llena de una autoridad inmensa. El sexo anal con el fondo gótico de las velas y las sombras era la consumación del pacto.
Lucián no esperó más. La penetración fue profunda, poderosa. No fue brutal, sino una posesión lenta y deliberada, llena de una autoridad inmensa. El sexo anal con el fondo gótico de las velas y las sombras era la consumación del pacto.
—Usted es mía, Elena. Cuerpo y alma. Mi posesión es el único escape. —siseó Lucián, clavando sus ojos en los de ella mientras su polla la penetraba.
Elena gimió, el placer y el dolor de la entrega total la consumían. El encadenamiento a la mesa de piedra aumentaba la sensación de vulnerabilidad y éxtasis.
En el clímax de la posesión, Lucián se detuvo de repente. Su mirada se desvió, no hacia Elena, sino hacia una pared oscura en la esquina de la cámara.
—Mírela, Elena. Mire a su mentora. El juramento debe ser presenciado.
Lucián alzó la mano y, con un gesto, la pared de piedra se desvaneció. En su lugar, apareció un gran espejo antiguo con marco de plata. Elena se vio a sí misma desnuda y encadenada, siendo follada analmente por el misterioso Amo.
Pero el terror la golpeó: no estaban solos.
Al pie del espejo, vestida con una toga de seda oscura, estaba una mujer mayor, pero de una belleza conservada y una mirada ardiente. Era la misma mujer de la foto que Elena había visto en la sala. Era Isabela Vrolok, su tía, la que supuestamente había desaparecido.
—Tía... —Jadeó Elena, la voz rota por la incredulidad y el terror.
Isabela sonrió, su mirada era de posesión y aprobación.
—Bienvenida, querida sobrina. Tu juramento es el mío. Yo también fui su esclava y su amante. Ahora él te libera.
Lucián, usando el shock de Elena, la penetró con una última estocada feroz. Su orgasmo fue un rugido en el sótano, su semen caliente llenando a Elena, sellando el pacto bajo la mirada de su tía.
El Ritual de Medianoche había terminado. Elena ya era parte del culto.
Editado: 30.10.2025