El Ritual de Medianoche

Capítulo 5: Las Reglas de la Carne y el Alma.

​Elena despertó aturdida sobre el frío mármol. El sótano ahora estaba vacío, salvo por las cenizas de las velas. El recuerdo de la noche anterior (la confesión, el encadenamiento, el sexo anal y la mirada de su tía) la golpeó como una ola de marea. Se levantó y se puso la toga de seda oscura que encontró doblada al pie de la mesa de piedra.
​Al subir las escaleras, se encontró a Isabela Vrolok esperándola en el vestíbulo, impecable y envuelta en un aura de poder.
​—Bienvenida al pacto familiar, querida. El éxtasis es contagioso, ¿no es así? —preguntó Isabela, sin rastro de burla, solo de autoridad.
​—Tía... ¿por qué? ¿Qué es este lugar? ¿Y por qué sigo aquí? —preguntó Elena, su voz aún frágil.
​—El "por qué" es que tú también tienes el vacío, Elena. Y Lucián es el único que lo llena con dominación. Pero ya no eres una invitada. Eres una iniciada. Y debes aprender las reglas de la mansión.
​Isabela tomó a Elena del brazo y la guió a través de los pasillos, explicando con una voz suave, pero firme, el propósito del Culto de Medianoche.
​—La mansión es nuestro refugio, y Lucián es nuestro Amo. Durante el día, somos libres de vestir y trabajar, pero la mente debe estar enfocada en la sumisión. Su cuerpo es ahora propiedad del pacto. Regla número uno: Nunca vista ropa interior. El cuerpo del esclavo debe estar siempre accesible para el Amo.
​La tía se detuvo ante un espejo antiguo en el pasillo, un espejo distinto al del sótano.
​**—Regla número dos: Pida permiso para cada necesidad. Para comer, beber, incluso para tocarse. Lucián debe tener el control total de su voluntad. Si él lo permite, el castigo por olvidar una regla será la penitencia. Y la penitencia siempre es sexual y dolorosa.
​—¿Y si me niego? —preguntó Elena, sintiendo el escalofrío.
​La sonrisa de Isabela se desvaneció. —Nadie se niega, Elena. El deseo que sientes es el arma de Lucián. Él no tiene que forzarte; tú lo anhelarás. Mira, esta es tu primera lección.
​Isabela abrió una puerta que daba a un pequeño salón privado. Dentro, había una cama enorme cubierta de seda roja y una mesa con copas de cristal. En el centro, había una caja de madera.
​**—Regla número tres: Los domingos por la tarde son para el "estudio del éxtasis". Te enseñaré cómo pedir el placer, cómo soportar el dolor y cómo encontrar el gozo en la humillación. Mañana es domingo.
Isabela se acercó a Elena y le susurró al oído, su voz era como el toque del Amo, fría y seductora:
​—Mañana, Elena, vamos a explorar esa caja. Contiene los objetos que mi Ama y yo usábamos para alcanzar la sumisión total. Aprenderás que la dolorosa posesión es la única cura para tu alma. El miedo que sientes ahora es solo la antesala de tu mayor placer. Y cuando Lucián te posea de nuevo, estarás lista para el verdadero Ritual.
​Isabela se apartó y miró la ventana. La noche había caído.
​—Ahora, ve al dormitorio. No intentes tocarte. No intentes vestirte. Recuerda la Regla número uno. Y espere. Cuando el reloj dé la medianoche, su Amo la buscará. Y el castigo por la duda de hoy será la prueba final de su entrega.
​Elena sintió que sus piernas temblaban. La instrucción de Isabela era más aterradora que la brutalidad directa. Ella estaba siendo preparada mentalmente para la esclavitud erótica. Sola, desnuda y deseando lo que más temía, Elena regresó a su dormitorio a esperar a que el reloj anunciara la hora de la dominación.




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