El romance perfecto

III

Veinte de junio… 

 

Estoy esperando a Yago en la boca del metro. Hace dos semanas que se veía con una tal Mar. Aún recuerdo el puñetazo que me dio cuando no paraba de mofarme de él por tres razones; uno, llevaba dos semanas con una sola tía sin acercarse a ninguna otra, dos, porque le pregunté si estaba buena, y tres, no podía parar de reírme de su nombre y hacer bromas relacionadas con el océano.

No le prometí a Yago que estaría aquí cuando volviese, pero quería… No, necesitaba ver su cara de aburrimiento por haber hecho un plan de parejas. Él no dejaba de repetirme que no eran pareja, pero sinceramente, ¿quién cojones deja que le presenten a su mejor amiga?, lo siguiente qué será, ¿¡los padres?!

Se me cayó el alma al suelo al verlo subir las escaleras con una sonrisa en la cara, perfecto, misión fallida. Cómo se supone que me voy a reír de él si todo le ha ido bien.

- No me has traído flores, princesa.- hace un puchero.

- Cállate.- le doy un codazo flojo- Y quita esa cara.- vuelve a la sonrisa que tenía antes de verme- Pensándolo bien, prefiero que no. Pareces un imbécil sonriendo de esa manera.

- Bastante bien la verdad.- confuso lo miro sin saber de qué habla- He conocido a su amiga y hemos pasado toda la tarde hablando.

- ¿Está buena?- pregunto y él frena- La amiga.- aclaro levantando las manos de forma inocente.

- Como me preguntas eso, joder. Es la mejor amiga de mí… De Mar.- corrige.

Me rio de él sin parar dirigiéndonos a nuestro barrio. Somos vecinos desde bien pequeños, somos un grupo de cinco, pero con el que mejor me llevo es con Yago.

- Las he invitado a la cursa del viernes.- cambia de tema.

- ¿Es necesario?- pongo los ojos en blanco.

- Erik.- me advierte.

- Está bien. Mejor, así podré saber de primera mano cómo está.- me fulmina con la mirada- La amiga. Claro.

- Vete a la mierda.

- Lo mismo digo.- llegamos a su portal y saca las llaves del bolsillo.- Descansa, princesa.

Me cierra la puerta en la cara y me dirijo a la mía.

 

Veintitrés de junio… 

 

Vivir con siete personas juntas es un puñetero caos, y más aún si la casa es relativamente pequeña. Esperaba con ansias acabar el último año de la carrera de ciencias políticas para así poder alquilar mi propio apartamento. Empecé a trabajar a los catorce años en una frutería, pero lo poco que tengo ahorrado de aquello no me llega ni para comer. 

- Erik.- grita mi madre desde el comedor- Pon la mesa, por favor.

- Mamá, en dos horas tenemos que salir.- digo preparando los platos.

Mi madre se había empeñado en ir a la carrera con mis hermanos. 

- Hum. Tu hermano Dan no viene.

- Normal, lleva sin aparecer tres días.- No me molestaba que mis hermanos no estuvieran en casa, contra menos gente mejor. Pero Dan, era de los mayores, por lo tanto, que él se fuese, me obligaba a mí a encargarme de todo. Odiaba cuando salía por la puerta sin decir nada, y se presentaba tres días después oliendo a una mezcla de todo lo malo que hay en las fiestas, sin importarle la liada que había dentro de casa. 

Acabé de poner los platos de cada uno y me senté. Miré, aburrido, a mis hermanos; Rachel, tenía diecinueve años y pasaba absolutamente de todo, Beatriz, ella tenía quince años y era la única que me ayudaba en casi todo, siempre que la miraba me recordaba mucho a mí a su edad, y por último, el pequeño Tom con ocho años.

Es raro ver a una madre tan joven con cinco hijos que se llevan tantos años de diferencia, pero lo más raro, es cuando ven que la madre es tan joven.

 

- Yago ya está en la puerta con el coche.- anuncio- Vámonos.

Mi padre trabaja hasta tarde y no ha podido venir, así que conduzco yo. Una vez están mis hermanos y mi madre sentados en la furgoneta, arranco y sigo a mi amigo. 

Treinta minutos más tarde estamos entrando en Santa Coloma, arrugo el entrecejo intentando recordar dónde era la carrera, porque estoy seguro de que no es por aquí.

Yago detiene su coche enfrente de un bloque de pisos. De este salen dos chicas, la primera es rubia y un poco más alta que la que va detrás de ella, supongo que es Mar, la otra es castaña. Mar se sube por la puerta de la izquierda y su amiga, cuyo nombre no tengo ni idea, rodea el coche de mi amigo pasando por delante del mío. Me es inevitable no recorrer su cuerpo con los ojos, sus curvas son ligeras, lleva unos tejanos largos y un top que deja ver la buena genética que ha recibido en la parte superior de su cuerpo. No consigo verle la cara, se sube al coche saludando a Yago y él vuelve a ponerse en marcha.




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