Ocho de septiembre…
<<Expuesta. Cuando estaba con Erik era lo que me sucedía. Me sentía expuesta. Expuesta por su mirada, su tacto, sus palabras, su sonrisa (que raramente consigues sacarle una).
Y extraña ante él, ante ese pensamiento de no significar lo mismo para ambos. Mis palabras, mi risa, mi mirada, mi tacto, nada de esto parece afectarle de la misma manera que me afecta a mí. La última vez que nos vimos, en la colina, me superaron las ganas de alargar la mano hacia él y su cicatriz. Lo hice. ¿Su respuesta? A diferencia de mí, ninguna. Mi mente incluso pensó que le había molestado, cuando me despedí de él y siquiera me miró.>> Eso fue lo que pensé cuando Mar me preguntó cómo iban las cosas, después de la reconciliación con Erik.
- Normal.- contesté muy lejos de la realidad. Quise preguntarle si todo lo que se me pasaba por la cabeza era eso, normal. Al final me decido, será mejor esperar, quién sabe, quizá son cosas mías.
- Una frase muy corta para alguien como tú. No te creo un pelo.
- ¿Alguien como yo?
- Hablas mucho siempre, Na.
- Será porque ahora no tengo nada que decir.- las mismas palabras que Erik me dijo hace dos días. No tenía nada que decir o no quería hablar conmigo, ¿no?
- Di lo que quieras.- se encoge de hombros- Pero si quieres contarme cualquier cosa, me lo puedes decir.- asiento, de acuerdo- Bien. Ahora vamos a preparar todo.
- ¿A dónde vamos?
- Es una sorpresa. A Yago y a Erik les debe quedar poco, vístete y acuérdate del bikini.
- ¿Bikini para qué?- pregunto.
- Deja de preguntar.
- Quiero saber a dónde me llevas que necesitamos bikini a las ocho de la noche.
- Si en cinco minutos no estás lista, nos vamos sin ti.- advierte con tono de madre.
Sé que es capaz, por lo tanto, me pongo a toda prisa mi bañador con un vestido veraniego por encima y me hago una coleta alta.
- Ya estoy Mar.- anuncio bajando por las escaleras.
- Bien, vamos.- le da un beso a mi madre en la mejilla y un apretón a mi padre en el hombro- Adiós, familia.
- Pasarlo bien.
Yago y Mar van delante discutiendo de qué camino será más rápido. A mi lado, Erik, mira por la ventana moviendo el pie de arriba abajo. Hoy, al menos, ha tenido la decencia de mirarme y saludarme, cosa con la que nuestros amigos se han quedado a cuadros. No los culpo, la última vez que nos vieron juntos le di una bofetada, y las anteriores, él pasaba de mí totalmente.
- En diez minutos llegamos.- Yago nos mira a través del espejo retrovisor.
- Pon música.- exige Erik, Yago mueve sus dedos sobre la emisora- La mía.
- Lo que mi princesa pida.- se burla de su amigo, sin importarle el tono de Erik.
Smells Like Teen Spirit de Nirvana suena de fondo. Por la manera que tiene Erik de cantar la letra para sí mismo, mover la cabeza de arriba abajo y ladear los labios con una mueca de agrado cuando suena una canción nueva, puedo deducir que le gusta bastante Nirvana.
- Hemos llegado.- anuncia la pareja, antes de salir del coche.
- ¿Venimos a la playa?
- Os vamos a enseñar un sitio que descubrimos hace poco.
- ¿En un sitio tan común como la playa?- Erik pone una mueca, incrédulo.
- Vamos, seguro que nos gusta.- interrumpo las miradas entre Mar y Erik.
Yago me lanza una mirada de agradecimiento. Alcanzamos las mochilas del maletero y salimos del aparcamiento. Cerca de la orilla, Yago, seguido por todos, se desvía en dirección a unas rocas.
- Vigilar aquí.
Caminamos sobre las rocas unos metros y luego bajamos por unas escaleras de piedras llegando a una pequeña cala. Las rocas y el mar a nuestro alrededor nos aíslan de cualquier persona que pase por la playa.
- Sí que ha valido la pena la intriga.- me quito los zapatos y me acerco a la orilla.
A mis espaldas escucho una queja de Erik seguida de unos besos que se dan nuestros amigos. Mar se acerca a mí unos minutos después con los labios hinchados y sonriendo.
- Nunca me cansaré de decirte lo feliz que me hace.- apoya la cabeza en mi hombro.
- Nunca me cansaré de decirte lo mucho que me alegra.
- Es una sensación arrolladora, el pensar que hasta los veintiún años no he sabido de él, pero que de ahora en adelante no podría sin su presencia.
- Es bonito.- susurro.
- Y da un miedo de la hostia.- me quedo pensado con lo último que dice mi amiga.
Temer por el hecho de querer tanto a alguien, me parece otra forma de amar.
- Vamos a bañarnos.- habla Yago, acabando el último trago de cerveza. Son las nueve y media, hace rato que hemos cenado y ha oscurecido.
- Ir vosotros.- digo- Yo me quedo.