El romance perfecto

XXII

 

Veinticinco de septiembre…

 

Erik parece haberse olvidado de todas y cada una de las palabras que dije en el mirador, esas que tanto parecieron afectarle en aquel momento. 

A pesar de que él no hace presión contra mi mano, entrelazo los dedos con los suyos. 

 

Veinticinco de septiembre…

 

Se colgó de mi mano mientras caminábamos por las calles de Bellvitge. Ariadna se había empeñado en acompañarme a buscar a mi hermano pequeño.

Al llegar a la puerta del colegio, la mocosa, no soltó mi mano hasta que Tom se tiró a sus brazos. Ariadna los abrazó y depositó un beso en su cabeza. Una sensación agradable se apoderó de mí y alimentó eso que fuese que sentía por ella.

 

Veintiséis de septiembre…

 

No recuerdo donde, pero una vez leí que la mayoría de las personas confunden las mariposas en el estómago con ansiedad. Desde mi punto de vista, creo que el cuerpo se anticipa a lo que va a sentir junto a la persona con la que va a estar. Antes de verlo pienso que el revoloteo que siento dentro no puede ir a más, pero una vez con él me doy cuenta de lo equivocada que estoy. Erik me hace sentir con una intensidad que no es ni remotamente parecida a esas simples mariposas, ya sea para bien o para mal, justo como ha hecho ahora.

 

Veintiséis de septiembre…

 

Nunca nadie, de mi barrio, me había visto antes siendo tan cercano a una chica. En el momento que aparto la mano de Ariadna de mi rodilla, de forma poco sutil, la incomodidad en ella es palpable. Deja de hablarme y pasa a retorcerse los dedos sobre el regazo. Cualquier cosa que esté pasando por su cabeza ahora mismo, no es buena. Me arrepiento al instante, nadie debería hacerla sentir mal a ella jamás, el hecho de tan solo pensar eso me revuelve el estómago, aun así, soy el primero. El primero que provoca mil sentimientos en ella y el mismo que se encarga de confundirla con estos mismos. 

 

Veintiocho de septiembre…

 

La castaña que tengo enfrente ríe como si lo que pasó hace un día no tuviese importancia para ella, como si no lo recordase o no quisiese recordarlo. Me guardo la imagen que tengo delante en la retina. Me la guardo para el momento en el que mire ese sitio vacio porque ella decidió alejarse y yo no se lo impedí. Memorizo las sonrisas de mis padres, de Tom, de mis hermanas, las mejillas sonrojadas de Ariadna, las lágrimas de se acumulan en sus ojos de tanto reírse, el aroma que desprende por toda la casa… Pero sobre todo, trato de embotellarla, solo a ella, como si de mi mejor lectura se tratase, porque eso es, un libro para aprender y disfrutar de todas esas experiencias nuevas que te trae.

 

Veintiocho de septiembre…

 

No hablarlo supondría un problema, sin embargo, no iba a ser yo la que le recriminara a él nada. No iba a ser yo la que sacase en tema si no lo hacía el primero. Evitaba, todo lo que podía, las discusiones.

Prefería omitir todo y sentirme como me siento ahora, rodeada de personas que se han ganado, con facilidad, mi confianza, llegando a mi vida y haciéndome olvidar como era todo antes de no conocerlos.

 




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