El romeo de sangre

Rastros de maldad.

 

Aquella caminata se había vuelto algo preocupante para Vanesa y Ángela quienes seguían pensativas con lo sucedido con su conocida Carmen, ninguna de las dos quería mostrar su miedo, pues no querían arruinar la salida que habían estado planeando desde que llegaron.

—¿Quieres un helado? De repente se me antojo algo dulce hehe. —le propuso Vanesa con una sonrisa forzada.

—Eh, si, vayamos por uno, hace mucho que no como el helado de cacahuate, es de las primeras cosas que quiero comer. —exclamó Ángela emocionada.

—Vamos, olvidémonos de lo que pasó, seguramente solo esté despechada. —propuso Vanesa optimista.

—Tienes razón, ya no pensemos en eso, a pesar de que estaré aquí un mes, siento que tengo poco tiempo para disfrutar del pueblo, no quiero llenar mi mente de supersticiones.

—Ok. —sonrió Vanesa mientras la tomaba del brazo.

Después de unas horas y de disfrutar de una deliciosa comida juntas Vanesa y Ángela por fin se habían olvidado de lo sucedido, ya eran las seis de la tarde y habían acordado ir al tur que se hacen todos los días en la vieja casona.

—Ya casi se abre el recorrido, a pesar de que yo vivo a qui me emociona mucho escuchar historias de terror, más cuando no son más que cuentos inventados para generar morbo y dinero, así ya no tendré que dormir con las luces encendidas jajaja.

Vanesa es tan extrovertida, tan brillante, realmente me sorprende que ella y Martín no hayan terminado juntos, aunque agradezco que no haya sido así, no sé qué es peor, si el dolor de saber que jamás será mío o el hecho de verlo casado con otra mujer ¿Cómo se supone que voy a superarlo? Ni siquiera sé cómo dejar de quererlo, de añorarlo, cuando lo vi se encontraba tan guapo, su cabello castaño y ondulado le caía por la cara, como un príncipe que jamás será desposado, un hombre que se entregó a su devoción y se volvió prohibido para mí, ¿Por qué amarlo es un pecado? ¿Qué tendría de malo un beso? ¿Y si le robo un beso me odiaría por manchar su pureza? Ojalá se consagrara para mí, quizás si lo abrazo renuncie a sus botos de castidad y desee casarse conmigo…probablemente por eso Dios lo apartó de mi lado, aun a estas alturas sigo pensando en corromperlo, pero es que realmente estoy enamorada de él, que más da si soy yo quien le insiste en ser un hombre ordinario.

—¿Angela me estas escuchando? —le reclamó Vanesa entre pucheros.

—¿Qué? ¡si! A mí también me pareció rica la comida.

—¡No estabas escuchándome! Ay ¿sigues pensando en Martín?

—Mi mente no hace otra cosa, comienzo a sentirme culpable.

—No debió decirte que él también estaba enamorado de ti.

—Fue bueno que lo hiciera, así me lo arranco más fácil del corazón, si me hubiera querido como yo lo quiero a él, me habría esperado, me habría escrito, su cariño le duro muy poco… —exclamo Ángela con rabia y tristeza.

—Supongo que no te puedo forzar a olvidarte de él de un día para otro, talvez si intentas salir con algún otro chico te des cuenta de que hay otros hombres ahí afuera que les gustaría amarte más que aun credo, no se si las relaciones a distancia funcionen contigo, pero podrías meterte a páginas de citas y darte una oportunidad.

—No gracias, lo ultimo que quiero es conocer a alguien, lo que necesito es distraerme, pero sin hombres en el plan ¿entiendes?

—Si, aburrido, pero lógico, ¡mira el recorrido ya inicio! Vamos, date prisa. —Vanesa jaló del brazo a Ángela quien no tenía muchas ganas de escuchar sobre un demonio que rompe corazones, ya alguien le había roto el suyo y era un santo de Dios.

 




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