El romeo de sangre

Secuelas de un romance maldito.

 

No tenía manera alguna para explicar lob que había pasado, recuerdo que me sentía ebria, de amor y deseo, como cuando sientes las mejillas calientes y sonrojadas después de un buen tequila, mis pies eran ligeros, parecía que estaba flotando y la realidad estaba alterada, así de irreal me sentía, como si mi cuerpo no fuera mío, como si fuera una espectadora, como si estuviera dentro de un sueño ajeno.

Vanesa estaba muy molesta conmigo, apenas si me dirigía la palabra, tubo que mentir y me llevó a casa diciendo que nos habíamos desviado a un bar con unos conocidos, mis padres la regañaron como nunca antes y después me sermonearon a mí, creo que a los padres no les importa si sus hijos ya se convirtieron en adultos, aun si ya son viejos, seguirán regañándolos porque es una manera de demostrar a mor y preocupación, además era la primera vez que llegaba después de la hora acordada.

Faltaban solo tres horas para que amaneciera y yo me fui directamente al baño a vomitar, estaba asustada por que me salio una especie de plasma oscuro que me revolvía las entrañas.

Tuve que lavar el baño con las manos temblorosas y los ojos llenos de lágrimas, estaba muy asustada y nerviosa de que mi madre lograra entrar y ver aquella escena macabra, movía la manecilla de la puerta con desesperación y tuve que mentir otra vez diciendo que estaba mal del estomago por culpa de unas alitas picantes.

Al final me dieron mi espacio, gracias a que mi padre convenció a mi mamá de que yo ya era mayor de edad y sabía lo que hacía, que no era un delito divertirse de vez en cuando, incluso si me había besado o no con algún chico, le dijo que me entendiera que estaba actuando como a la típica chica a la que le rompen el corazón y actúa por simple despecho, pero no estaba más alejado de la realidad, no podría explicarle lo que acababa de suceder ¿Qué iba a decirle de todas formas? ¿Qué perdí mi virginidad con un demonio de dudosa procedencia? ¿Qué me sedujo y caía como una mosca en la red de una araña que succionó mi alma?

Me fui a costar aun temblorosa, tenía el cuerpo helado, me sentía alejada de todo lo divino, condenada, marcada por el mal como si fuese una mercancía, tenía la esperanza de dormirme y despertar al día siguiente con el mal sabor de boca y decir, uf, solo fue una pesadilla, pero no fue así.

Esta de más decir que tuve muchas pesadillas, que sentía que me ahogaba y me faltaba la respiración como si estuviera bajo el agua, en un océano profundo y frío, creí que tenía hipotermia, de nada sirvió cobijarme con los cobertores de mi abuela, nada me devolvía el calor de mi cuerpo, era como si ese hombre me lo hubiese robado.

No supe como sobreviví a esa noche tan oscura, solo sé que me desperté a las siete de la mañana con una resaca terrible, tenía los ojos hundidos y me veía pálida como un cadáver, estaba desnuda otra vez y con el cuerpo lleno de moretones, me metí a bañar y me puse a pedir por mi alma, como un instinto urgente y desesperado.

Trate de ocultarlos usando un vestido de cuello con mangas largas, si, de esos que usaba mi abuela.

—Mi niña ¿Qué llevas puesto? Jajaja. —me preguntó mi abuela con una sonrisa llena de gracia.

—Perdón abuela, es que me pareció muy fría esta mañana y solo traje ropa seca.

—¿Tienes frío? Mija, aquí hace mucho calor, jaja, el frío solo se siente de vez en cuando, aunque llueva no refresca.

—Yo estoy temblando. —le dije titiritando.

—A ver ven, tomate este cafecito con pan. —me dijo mi abuela tomándome de la mano y en cuanto me siento pegó un grito y me acercó a la leña para que me calentara.

—Seguro que es por la contaminación. —le dije nerviosa.

—Ay mi niña, estás como un pedazo de hielo, usa todos mis vestidos, ese te lo regalo, es de cuando yo era joven y catequista, se te ve bien bonito mija.

—Abuela ¿te sabes la historia del rome de sangre? —le pregunté con temor.

—Todo el mundo se la sabe, tu también la conoces bien.

—Puedes contármela de nuevo, me dieron ganas de escuchar historias de terror… —le dije con mentiras y añadí. —dime como lo vencieron.

—Bueno, fue gracias a un sacerdote enviado por la iglesia de roma, solo él tenía el conocimiento necesario para terminar con esa criatura maliciosa, al final lo selló con agua vendita, plegarias y mucha fe, el pueblo estuvo a salvo por él, pero solo fue una leyenda, la mayoría de las historias no son reales.

—¿Y si lo fuera? ¿crees que exista alguien capaz de encerrarlo de nuevo?

—Quizás, alguien con mucha fe, pueda mandarlo de vuelta al infierno, y sellarlo para siempre.

—¿Me abrazas abuelita? Anoche tuve una pesadilla…

 




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