El romeo de sangre

El romeo sangriento 1

 

Frida era una chica retraída, tan callada que era imposible descifrar sus pensamientos, toda ella era un misterio, supe que la gente la juzgaba por su apariencia desaliñada y su forma de vestir holgada desde el momento en el que escuché a Vanesa decir que era una chica rara, en el pueblo la llamaban “bruja”.

Mientras caminábamos a su casa, las miradas juiciosas no se hicieron esperar, la recorrían de pies a cabeza, cuchicheando y soltando todo tipo de teorías contra ella, Frida era consciente de lo que decían, aunque fingiera que no le molestaba en lo absoluto, pude ver su dolor he incomodidad en la forma en la que caminaba, encorvada, furiosa y al mismo tiempo resignada, como si supiera que viviría siendo criticada toda la vida.

—Pobre muchacha, debe estarla llevando a engaños para sacrificarla jajaja, ya desaparecieron todos los gatos negros de San Isidro jajaja, ella se los ofreció al diablo jajaja ¿entonces crees que la pierna que le falta al cojo de su padre fue por obras oscuras? jajaja —las mujeres eran muy crueles, ya no les importaba que ella pudiera escucharlas, era evidente que era su pan de cada día y lamentablemente, también mi amiga Vanesa formaba parte de esto con sus juicios hacia ella.

—Son unas inmaduras, no les hagas caso, solo buscan lastimarte, lo único que hacen es reflejar que lo que llevan dentro es pura basura. —expresé en voz alta con la intención de que escucharan.

Sus miradas de desprecio ahora se dirigieron a mí y ambas mujeres se fueron después de hacernos una mala cara.

—No te preocupes, siempre hacen lo mismo, pero yo las ignoro, no deberías responderles, después la agarrarán contigo y pueden llegar a ser muy crueles. —me dijo Frida con molestia.

—Se portan así porque son unas cobardes, seguro que si no las encontramos por separado mantendrán la boca cerrada, son tan odiosas. —dije llena de enojo.

—¿Podríamos no hablar más del tema? Mi papá está en casa, acabo de ver que se asomó por la ventana.

—Si, está bien.

De pronto, un hombre brillante nos salió al encuentro, era de esas personas que alumbran todo con su bonita sonrisa, era un hombre con la piel quemada por el ardiente sol, le faltaba un pie, el cual había perdido en un accidente, sus manos estaban llenas de callos gruesos y sus palmas raspaban como lijas, era la evidencia de un hombre trabajador a pesar de sus limitaciones, él vendía figuras que hacia con las hojas del maíz, era un gran artista.

—¡Fridita! ¡llegaron! —exclamó el señor con alegría.

—Papá, ella es Ángela, mi…nueva amiga, quiere quedarse a dormir conmigo espero no te moleste…. —declaró Frida con timidez.

—¡Claro que puede quedarse! Me da mucho gusto conocer a una amiga de mi hija, les preparé chocolatito caliente, no tiene leche, pero esta bien rico, le puse canela y además compré pan de leña, mi nombre es German, pásale, esta es tuc asa.

—Buenas noches, el gusto es mío, espero no molestar su privacidad, es que estamos planeando esto de manera prematura jeje.

—Al contrario, yo estoy muy feliz de que Frida este acompañada, yo salgo mucho a trabajar y regreso ya noche, así me siento más tranquilo, saber que mi hija tiene a alguien con quién hablar me tranquiliza.

—Traje algunas cosas, así podemos cenar juntos.  

Me conmovía la hospitalidad del señor German, desde la fachada supe que eran personas muy humildes, no le había alcanzado para la leche, se había dedicado a trabajar todo el día para poder comprar pan y chocolate y eso me llenó el corazón.

Supe en ese momento que no quería que les pasara nada malo, merecían ser felices también, ahora más que nunca quería encontrar la manera de destruir la maldición del romeo de sangre.

 




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