El romeo de sangre

Laberinto cruel.

 

No puedo explicar la calidez que sentí en casa de Frida y su padre, me trataron como si fuera de la familia, el señor German se puso a buscar cualquier cosa para darme, así era la gente de pueblo, mi gente, cálida, generosa y entregada hasta el alma, me dio algo de leña para mis abuelos, me regaló un adorno en forma de colibrí de los que hacia para vender en la carretera, no aceptó un peso de mí, decía que era su ofrenda para Dios y que no le robara la alegría de dar algo hecho por sus propias manos, dijo que el ya había sido recompensado al ver que Frida por fin tenía una amiga en la cual confiar.

Me di cuenta de que Frida estaba sola, que su padre vivía preocupado y era consciente de los rumores que corrían con el nombre de su única hija, jamás entenderé la malicia de la gente y la manera tan cruel con la que destrozan la reputación de una persona, algunos son inconscientes del daño que causan a la autoestima y por lo que vi en las muñecas de Frida, esos rumores habían provocado una fuerte depresión en ella, al punto de intentar cortarse las venas un par de veces, tenía las cicatrices algo frescas, como de unos cuatro meses atrás.

Con razón su padre se veía tan aliviado, desde el momento que entré a su casa, me propuse ser su amiga de verdad y lucharía por regalarle un futuro a esta hermosa familia, una vez que terminamos de cenar, vino la sobre mesa y German me contó muchas historias acerca de su vida y anécdotas tiernas de cuando Frida era una niña, el contraste de diferencia entre la niña dulce y sonriente de la que me hablaba y de al mujer depresiva y solitaria que tenía a un lado, hacían de la historia algo difícil de creer.

Una vez que terminó de oscurecer y se hizo tarde, German se fue a descansar, había tenido un duro día de trabajo, expuesto al ardiente sol que ya tenía su piel bastante tostada, cabe recalcar que Frida era más joven que yo y aún estaba estudiando.

—Bueno, ya me voy a dormir, las dejo para que sigan platicando o vayan a descansar, siéntete como en tu casa Ángela. —me dijo el padre de Frida con una agradable sonrisa, pero la curiosidad y la necesidad de saber más del romeo de sangre, me llevó hacerle unas preguntas.

—¡Espere señor! ¿podría contarme sobre la leyenda del Romeo de sangre? Es que tengo curiosidad jeje.

Los ojos que Frida me lanzó fueron de sorpresa, no esperaba que le preguntara eso a su papá.

—¿Quieren escuchar historias de terror antes de dormir? ¿están seguras? Jaja. —nos preguntó German devolviéndose al comedor y se jaló la silla otra vez.

—Si, si no es molestia claro.

—Lo que Ángela quiere saber es que piensas tú de esa historia ¿crees que fue real? —le preguntó Frida mientras se tronaba los dedos.

—Si que lo fue, al menos eso se cuenta por ahí, yo creo que para que un rumor sea tan fuerte debe ser porque alguien creyó firmemente en ese dicho, alguien lo vivió en carne propia, la historia del romeo de sangre no es más que la de un espíritu maligno que se alimenta de la vitalidad de las mujeres que escoge, mujeres con el corazón roto, con un sueño frustrado y un deseo de ser amadas por el hombre perfecto, ellas se convierten en sus presas, ofreciéndoles un falso romance, las embelesa para alimentarse de ellas, a ese tipo de demonios se les llama íncubos, son como una plaga, como una garrapata que se pega a ti y una vez que te muerde no te suelta gasta que revienta, en este caso esta entidad jamás quedará satisfecha.

—¿Y como se mata a este tipo de demonios? ¿usted cree que existan?  —le pregunté sin reparo.

—Yo creo que existen los seres sobrenaturales, los demonios, los fantasmas, hasta los extraterrestres.

—Mi papá cree en todo esto, no debiste darle cuerda. —expresó Frida preocupada de que su padre me dejara aturdida con sus anécdotas.

—¿Alguna vez vio algo sobrenatural?

—He visto muchas cosas extrañas, algunas quizá por el hambre, el calor o la sed, pero en el monte vi la cosa que más me perturbó en la vida. —el señor German hizo una pausa para tragar saliva y Frida y yo hicimos los mismo mientras tratábamos de meternos a sus pupilas para ver lo mismo que él vio.

—Eso nunca me lo contaste papá…

—Por que no tenía el valor, pero por alguna razón hoy me siento capaz de contarlo, yo regresaba desanimado de un día difícil de trabajo, normal mente vendo de dos a cuatro figuritas de las que hago, pero esa vez la panza tenía abre y llevaba mi morral lleno, cuando de pronto, vi a una mujer llorar a voz en cuello por sus hijos, estaba vestida de blanco y se tapaba el rostro mientras se lamentaba, la piel se me erizó hasta la nuca y mis pies no me respondían, estaban clavados en al tierra, estoy seguro de que el espíritu escuchó el crujir de mi mandíbula, pues el miedo me hacia temblar, cuando ella se percató de mi presencia me miró con gran tristeza y se fue desapareciendo ante mis ojos, igual que el humo del cigarro desaparece con el viento, así se fue ella dejándome perplejo.

—Cielos, eso debió ser escalofriante… —le dije temerosa.

—Y con respecto al romeo de sangre… ¿tú crees que él sea el responsable de las muertes que ha habido en el pueblo? Digo, está pasando casi lo mismo que hace quinientos años… ¿no será que el demonio regresó a San Isidro y ahora busca plantarse aquí para siempre? —le pregunté con un nudo en la garganta.

El señor German se quedó callado por un momento y nos agarró de la mano a su hija y a mí y dijo con un semblante salpicado de preocupación.

—¿Qué les parece si le pedimos a Dios su protección? Si esta es una guerra espiritual, solo él podrá salvarnos, nos mandará uno de sus hombres capaz de enfrentarse a esa criatura maligna y si es algo más que el hombre sea capaz de controlar, entonces nos revelará al culpable.

—Entonces pidamos su intervención con mucha fe…

 

 

 




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