El romeo de sangre

Excomulgado

 

Las cosas con Vanesa se habían aclarado, era un alivio que estuviera de nuestro lado, aunque no era una situación para preocuparse, bastante tenía con el hecho de no saber cuando me llamaría el demonio que me acosaba, aunque el pueblo comenzaba a ser consciente de la presencia de esta entidad, nadie había logrado conseguir ahuyentar a la criatura, Martín tubo un viaje a la ciudad para poder reunirse con el sacerdote principal a quien expondría el caso, ya tenía tres días en los que se encontraba ausente.

—Me temo que no podemos hacer nada, no parece ser más que el producto de un miedo comunitario.—le dijo el consejo de curas principales.

—Pero es cierto, hay un demonio de la especie sucubo que esta atormentando al pueblo de San Isidro, ya van cinco mujeres que mueren en sus manos.—exclamó martín con frustración.

—¿Un sucubo? Jajaja, tendríamos más seriedad en este caso si el fenómeno para normal que estuviera denunciando fuera una posesión demoniaca nivel cuatro, como la que sucedió en la ciudad de Cordoba o un ser de otra dimensión que acosa a una familia y se pega a ella como un parasito, hay solicitudes con videos de como espíritus se manifiestan en medio de una sala y literalmente voltean los muebles de la casa o los cubiertos y platos se mantienen pegados al techo como si una energía magnética los atrajera.

—Les estoy diciendo que este mismo caso sucedió hace más de quinientos años en el pueblo de San Isidro, el demonio casi dejó sin mujeres ese lugar ¿no tienen un registro de eso? No podemos hacernos de la vista gorda, con cinco mujeres asesinadas por él.

—Escuche sacerdote Marín, reunir este consejo es una falta de respeto si no se cuenta con las pruebas contundentes como para proceder correctamente, tan solo el año pasado recibimos una solicitud de intervención por parte de la iglesia por un supuesto muñeco poseído, se hizo famoso en internet por que el objeto estaba maldito y se movía de la nada, además de que hizo que los miembros de su familia se mataran entre si o se suicidaran ¿es así de peligroso sacerdote Martín? ¿O puede competir con el caso de la mujer de los lamentos de Chicatli ? El espectro que causo muchos accidentes de autos debido a sus manifestaciones, tomaba el control de los vehículos y los volcaba con todo y pasajeros.

—¿Acaso necesitan ver las fotografias? ¡Que más pruebas quieren de eso maldición! ¡Se están muriendo mujeres inocentes!

—¡Tenga cuidado sacerdote Martín! —le dijo uno de los curas que lo abofeteó de repente y añadió.—esta maldiciendo en la casa de Dios ¿no tiene vergüenza?

—Miren las fotografías y entonces juzguenme por mi desesperación.—les dijo Martín con voz grabe.

Los padres vieron la evidencia que Martín había mostrado y se quedaron impactados de ver los cuerpos de aquellas mujeres, eran las marcas de un ente demoniaco y cuando vieron al romeo de sangre asomado en la ventana, no había duda de que era un caso para normal.

—¿Y bien? No pueden negar que esto es serio, necesitamos su ayuda, hacer algo al respecto, por favor…

—Aun así, no es tan urgente como las solicitudes que esperan antes que su caso, no podemos desatender a esas familias por un simple sucubo.

—Pero… ¿como pueden ser tan insensibles? ¡Se supone que son los santos de Dios!

—¡Una palabra más y se larga de esta iglesia sin su titulo de sacerdote! Y entonces i ese pueblo arrinconado quedará en la ruina.

—Pues entones me largo, fue un error haber venido.—Martín se puso de píe y se fue dándoles la espalda.

—¿A donde cree que va? ¡No nos deje con la palabra en la boca!

—A qui tienen, tendrán una vacante para el puesto de sacerdote, buscaré ayudar por mi cuenta y así no tendré que pedirle permiso a un grupo de ancianos sin corazón.

—¡Si se va por esa puerta será excomulgado por abandono de su fe! ¿Escuchó señor Martín?

—Yo no estoy abandonando mi fe en Dios, pero si en ustedes, renuncio al sacerdocio, no quiero ser parte de esto.

—¡Deténgase Martín! ¡Martín!

—Perdóname señor, pero tu sabes que deseo a ayudar a mi gente con desesperación, se que tu entiendes mi sentir y…—mientras Martín caminaba salió el sacerdote principal a gritarle a Martín que estaba excomulgado y el corazón se le encogió.

—¡Más le vale que no entre nuevamente a la iglesia! ¡en tres días será remplazado por un verdadero siervo del señor! ¡sus pies son profanos y no mereces usar la toga!

—Que Dios lo bendiga cardenal.

 

 




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