No podía borrar mi sonrisa nerviosa, estaba aterrada, podía escuchar mi mandíbula bailar junto a todos mis huesos, me reía de nervios y emoción, por fin había encontrado la debilidad de aquel siniestro demonio, era yo…jajaja, era yo….
Mi sonrisa se apagó en seco, dejando en su lugar un gran terror, el romeo de sangre nunca me dejaría en paz, me perseguiría hasta el fin del mundo, él creía que yo era suya, realmente pensaba arrastrarme con él al infierno, no sé si sea buena idea confiar en un sucubo ¿realmente será capaz de reprimir sus instintos asesinos? ¿Podrá hacer aun lado su lujuria incontrolable? Todo él me parece un misterio aberrante ¿que es lo que realmente quiere? ¿Puede ser capaz de enamorarse?
Me sentía tan confundida, no quería irme con él a lo desconocido, me daba miedo imaginar una eternidad a su lado, pero…si esa es la única manera de que el demonio deje en paz ha San Isidro, entonces debería sacrificarme por ellos, por Frida y por todas las virgenes que se crucen en su camino.
Una perdida no puede doler tanto teniendo en cuenta que el asesino irá por miles más allá afuera, solo yo puedo detenerlo, quizás el espíritu del chaman tenga razón y solo martín pueda hacerle frente, pero no dejaré que se ponga en riesgo, ni él, ni Vanesa, mis padres tendrán que llorar mi perdida, pero será mejor así ¿verdad? Es lo que tiene que pasar.
Trataba de convencerme a mí misma de que lo correcto, pero era tan difícil mantener la calma, no sabía que se refería el demonio cuando dijo que me convertiría en alguien igual a él ¿un incubo? ¿La parte femenina de esa clase de demonios? Esto era una completa locura.
Ángela no tenía ninguna marca, ningún moretón, rasguño o señal de agotamiento, el romeo de sangre la había tomado como mujer, más no la había lastimado, esa fue la señal que demostraba que sus intenciones con ella, eran reales y tal vez sacrificándose podría salvar a su pueblo de la maldad.
—¡Vanesa! ¿Estas en casa?—preguntó martín agobiado, él y Vanesa habían estado buscándola junto a su familia durante horas.
— ¿Ángela?¡aquí esta!…—gritó Vanesa estupefacta al verla desnuda en su cama, solo estaba tapada con una sabana blanca.
Enseguida martín entró y Aunque Vanesa le dijo que no entrara, ya era muy tarde, al verla sin ropa, el corazón se le encogió, ambos sabia que le había pasado, el sucubo se la había llevado, ultrajándola como a las otras víctimas, pero a diferencia del esto, ella no tenía ninguna marca.
—¿Estás bien? —le preguntó Vanesa al ver que ya se había terminado de cambiar, se había asustado mucho porque la expresión de su rostro era la de una persona aterrorizada, estaba temblando, con la mirada perdida y con los ojos bien abiertos, como si delante de ella estuviera viendo al mismo demonio.
—Si, estoy bien.
—No es cierto, esa cosa te sedujo y te llevó con él, no puedes estar bien, mira tu cara.
Martín estaba furioso, en su humanidad quería ir a confrontar a esa criatura, había tocado a una de las personas más importantes para él, Martín no tenía idea, de que no era la primera vez que el sucubo la tomaba, se volvería loco si se enteraba de la verdad.
Caminaba de un lado a otro llevándose las manos a la cabeza una y otra vez, tratando de contenerse, cuando escuchó que ya se había cambiado, entró de golpe a la habitación y la miró de arriba abajo, no sabía exactamente que estaba sintiendo, solo sabía que no se quedaría de brazos cruzados.
—Lo voy a exorcizar, esta misma noche le daré fin a esto, se va arrepentir de haberte puesto una mano encima, lo mandaré al mismo infierno, lo juro.—expresó Martín llevándose las manos a la cabeza.
—¡No! ¡No vas hacer nada de eso! ¿estás loco? ¿Y si te asesina? ¿Que harás si te lastima? ¿Dejarás a todo san Isidro sin esperanza? ¿A merced de ese demonio?—le preguntó Ángela muy molesta.
—¡Abusó de ti! ¿Quieres que me quede cruzado de brazos? ¿Y si la siguiente es Vanesa? ¿Y si la próxima vez te mata?
—Chicos ya bajen la voz…—exclamó Vanesa en medio de ellos tratando de calmarlos.
—¡No me hará daño!
—¿De que estás hablando?
—Vamos a la iglesia, me sentiré más cómoda si hablamos ahí.
—¿Crees que el demonio pueda escucharnos?—le preguntó Vanesa asustada.
—No lo sé, no me arriesgaré a que lo haga, pasemos por Frida a su casa, a ella también le concierne todo esto—respondió Angela con seriedad.
—Esta bien.
Así que entre toda la tensión, los tres amigos se fueron a casa de Frida y después a la parroquia donde comenzaron a ser honestos con todo lo que estaba pasando.
—¿Le avisaste a tus padres que estabas bien?—le preguntó Vanesa preocupada.
—Si, les dije que no se angustiaran que luego les explicaría todo, obviamente les mentiré al respecto, prefiero que piensen en mí como una desobligada a que me vean como la amante del demonio que acosa a nuestro pueblo.
—¿Mentira blanca?—preguntó Vanesa curiosa.
—No existe tal cosa.—les dijo martín mirándolas feo.
—Ahora que estamos en un lugar seguro, debo ser franca con ustedes.—les dijo Ángela cerrando bien las puertas.
—¿Que pasa? Estas muy rara…—le dijo Frida mirándola detenidamente.
—Esto va para Martín, sé que no he sido muy abierta contigo al respecto, no sabíamos como hablarte sobre todo lo que estaba pasando, pero…esta no es la primera vez que el romeo y yo tenemos un encuentro así…
—¿Qué?
—La verdad es que…yo fui la primera mujer que se encontró con él, anoche tuvimos una platica donde me dijo que había sido yo quién lo había despertado, cuando me dijiste que lo nuestro no podía ser, me sentí deshecha y añoraba con todo mi corazón olvidarme de ti, pensé en conocer a otros chicos he incluso Vanesa y yo planeamos ir a beber algún bar, estaba resentida por que habías preferido tu vocación en lugar de a mí, así que mis sentimientos despertaron al romeo de sangre, es mi culpa que todo esto este pasando.