El romeo de sangre

Una solución perjudicial.

 

Vanesa y Frida habían dejado a Martín y a Ángela a solas, con el deseo de que él pudiera salvar su vida, quitándole aquello que el romeo buscaba con tanto empeño “la virginidad” la pureza de la que se apoderaba y una vez que marcaba a su víctimas, las reclamaba como suyas.

(Momentos antes de que Frida y Vanesa se fueran)

—Bueno, olvídense de lo que acaban de proponer, haremos de cuenta que no dijeron nada indecoroso.—exclamó Ángela aun ruborizada.

—Esa propuesta indecente salió de Frida, no de mí, jamás haría pecar a un sacerdote, espero que haya sido broma o irás al purgatorio.—le dijo Vanesa a Frida lanzándole una mirada fiera.

—Si el demonio sigue atacándonos, iré al infierno, no la purgatorio, ese desgraciado se llevará miasma con él.—declaró Frida mal humorada.

—No digas eso, no dejaré que te lastime, ya lo dije, confíen en Dios.—añadió Martín agobiado por su pesimismo.

—Yo ya fui sincera con ustedes y Frida y Vanesa no tienen nada que ocultar, te toca a ti ser honesto con nosotras.—declaró Ángela mientras lo miraba fijamente.

—¿A que te refieres?—le preguntó Martín nervioso.

—Sabemos que los sacerdotes rechazaron tu petición de ayuda para san Isidro, la pregunta es ¿por qué? Sé que no quieres preocupar al pueblo y que por eso les ocultas la verdad, estoy de acuerdo en que no seas del todo sincero con ellos, al final…la esperanza de librarse del demonio es todo lo que les queda, especialmente a las familias que han perdido algún miembro de sus familias, sé que lo haces por ellos, por las víctimas que no pudimos salvar…pero con nosotras puedes ser totalmente abierto, queremos saber que esta pasando realmente.

Martín las vio y suspiró desanimado, bajó la mirada a sus nudillos, entrelazaba los dedos con nerviosismo, no quería desalentarlas a un más, pero sabía que merecían saber la verdad.

—Me excomulgaron…—declaró Martín avergonzado, desatado, no puedo evitar que sus ojos se llenaran de lágrimas.

—¿Qué?

—No puede ser…

—¿Como que te excomulgaron? ¿Pero que pasó? No pueden hacer eso, eres un hombre ejemplar y dedicado ¿como pudieron quitarte del sacerdocio así como así?

—Me cansé de escuchar sus pretextos…se rehusaban a ayudarnos y se burlaban de nuestra situación, dijeron que nuestro problema era minúsculo comparado con los otros detrás de nuestro caso, querían más evidencia y…—Ángela lo interrumpió de golpe.

—¿Más evidencia? ¡Carajo! ¡Ya son quince mujeres asesinadas en pocos meses! ¿Acaso quieren que desaparezcamos de san Isidro? Malditos desgraciados…

—Ángela…—Vanesa trató de calmarla, pero fue inútil.

—¡No! ¡Por lo menos voy a insultarlos! Bastardos…

—Pero…el espíritu del chaman dijo que martín era el único que podía detenerlo, entonces…¿quien nos salvará ahora?—preguntó Frida desconcertada.

—¡Yo lo haré! Ya se los dije…he encontrado la manera de evitar que el romeo de sangre se las lleve, funcionó con Frida.

—Eso fue por que el demonio estaba ocupado con Ángela…

—No es así…

Un gran silencio se apoderó del ambiente y Frida le pidió a Vanesa que la llevara de regreso a su casa.

—No me siento bien… necesito descansar un rato.

—Esta bien, te llevaré a tu casa, los vemos después, no se desanimen, seguro que encontraremos la manera de enfrentarnos a él de una vez por todas.—expresó Vanesa con una sonrisa forzada, se le veía más la tristeza que el positivismo.

Así fue como Martín y Ángela se quedaron solos, después de quedarse callados como una hora, martín decidió llevarla a su casa también.

—Te acompañaré a tu casa, esta por anochecer, haré vigilia para que nada malo les pase a ti y a Frida.

—¿Puedes darme un vaso de agua? Tengo sed.

—Claro, vamos a mi habitación, tengo agua freza, aunque no tengo hielo esta en una olla de barro.

—Esta bien.

Una vez que estuvieron ahí y martín le dio la espalda para servirle agua, ángela lo abrazó por la espalda y le besó debajo del hombro, dejando a Martín congelado.

—Quizá tengan razón y debamos hacer algo a respecto.—le dijo Ángela con una voz suave.

—¿A que te refieres?—le preguntó martín con nerviosismo.

—Ya sabes…date la vuelta y bésame, si voy a morir en manos de ese demonio, por lo menos quiero haber besado al amor de mi vida.

 

 




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