El romeo de sangre

Un romance con el enemigo

 

Esa noche salieron a la luz muchas cosas reveladoras, la transformación de Ángela en un incubo del deseo y el amor imposible entre un sacerdote y una mujer marcada por el diablo, aquel beso pudo ser el inicio de un incendio que podría haber acabado con la vida de los habitantes de san Isidro, Martín entendió que aunque no le gustara la idea, Ángela era considerada la amante oficial del romeo de sangre y muy pronto sería un demonio de la noche, eso si no lograba detener a su enemigo.

—¿A donde vas?—le preguntó Martín al ver que Ángela se dirigía a la puerta.

—Me voy a mi casa, ya es tarde y no quiero preocupar más a mis padres.—le respondió Ángela con seriedad.

—¿No quieres quedarte a dormir? Ya es la una de la mañana, Me mantendré despierto haciendo oración, aquí estarás más segura, dudo que el sucubo intente venir por ti en un lugar sagrado, es el único lugar al que no puede entrar, además le escribí a tus padres, te aseguro que están tranquilos de que estes aquí.

—El que no esta seguro eres tu ¿y si vuelvo a lanzarme sobre ti? Si robo tu pureza entonces si estaré condenada, lo mejor será regresar a mi casa, ahora que sé que el demonio no quiere asesinarme, estoy más tranquila.

—Mientes, mírate, estas asustada, no tienes por que fingir que estas bien, es aterrador que ese demonio quiera arrebatarte tu humanidad, Ángela, quiero protegerte, entiende que estas a salvo conmigo.—le dijo Martín con una expresión de angustia.

—Esto es una locura…¿y si viene por mi? Entonces perderé la poca fe que me queda, si es capaz de venir a la iglesia y sacarme de aquí ¿entonces en que creeré? ¿Donde me refugiaré? He pensado que si la única manera de que el romeo de sangre se detenga es sacrificándome por las demás, entonces debo hacerlo, es lo correcto ¿no? Sería muy egoísta de mi parte querer salvarme.

—¿Por que no confías en mí? Te dije que haría hasta lo imposible por detenerlo aun así sigues aterrada ¿no crees que pueda enfrentarlo?

—No es eso…no quiero que te haga daño.—exclamó Ángela con pesar.

Un silencio se anidó en la conversación, no era incomodidad, era miedo, incertidumbre, deseos reprimidos y el sabor amargo de un futuro incierto.

Por otro lado, Vanesa se había quedado a dormir con Frida, quería aprovechar para limar las perezas y disculparse con ella por haberla juzgado y tener prejuicios sobre su apariencia.

—¿Enserio quieres dormir aquí? ¿No te molesta la pobreza?—le preguntó Frida con incomodidad, pues Vanesa miraba a todos lados asombrada de las carencias que tenían ella y German.

—¿Que? No, no es un palacio pero…es tu casa y quiero hacer las pases contigo.

—No tienes que quedarte a dormir para eso, ya te dije que no hay resentimientos de mi parte.

—Ya lo sé ¿pero como vamos a ser amigas si no hacemos una pijamada? Ángela esta pasando por un mal momento, igual que tu, no sé lo que se siente ser llevada por esa cosa, pero me da miedo solo pensarlo, cuando veo sus cuerpos llenos de moretones y su delgadez extrema, me hace pensar que es tan peligroso que no podremos derrotarlo, te confieso que he llegado a dudar de la capacidad de Martín para exorcizarlo o como se diga ese proceso, antes era una escéptica, no creía más que en la ciencia y la evolución de los monos, pero ahora, mi fe en Dios ha crecido, sé que solo él podrá salvarnos.

—No eres la única que ha sido movida por esto, sentir que no puedes escapar de tu agresor es frustrante, jamás imaginé que pasaría por algo así, antes mis problemas se veían en los prejuicios de la gente, la manera en la que me veían o me criticaban, pero esto esta fuera de mi control, no puedo simplemente ignorarlo, lo pero es que… cuando estoy entre sus brazos, me siento tan enamorada…no es una tortura estar con él, realmente me siento amada y sedienta de su amor y sus caricias, pero se que todo lo que me ofrece es falsedad, la gente comenzó a murmurar que las víctimas del demonio merecíamos lo que nos estaba pasando, dicen que es por nuestra culpa, culpa de la lujuria que reprimíamos, pero es mas bien el deseo de ser amadas genuinamente, jamás hubiéramos cedido a sus encantos de manera consciente.—le dijo Frida con un nudo en la garganta.

—Lo sé…no tienes que explicármelo, lamento tanto haber sido tan dura contigo, perdóname por haberte juzgado, me sentí celosa de que pasaras tanto tiempo con Ángela, por un momento mi inmadurez me hizo sentir que me estaba desplazando, pero…ahora entiendo que fue estúpido, tu eres una gran persona y no te mereces lo que te esta pasando, confío en que podremos regresar a ese demonio al infierno y me encantaría que me dieras la oportunidad de ser tu amiga ¿podrías perdonarme?—le preguntó Vanesa con lagrimas en los ojos.

—Si, gracias por disculparte, me hacia falta escucharlo y si, me encantaría ser tu amiga.—exclamó Frida con una sonrisa.

Vanesa y Frida se abrazaron y German que estaba en la cocina haciéndoles un té de manzanilla para que las relajara y ya se durmieran, se conmovió profundamente, estaba feliz de que su hija estuviera rodeada de buenas personas, aun en tiempos como estos.

La noche seguía avanzando y se dio la una de la mañana y ellas ya se habían ido a dormir, cuando de repente, Frida comenzó a morirse de frio, las ventanas estaban cerradas, no había manera de que estuviera tan helado, sacaba neblina de la boca y entonces dejó de moverse, se paralizó de golpe, solo podía mover los ojos de un lado a otro de manera desesperada.

—No puede ser…Dios mío no…ayúdame…por favor…sálvame…

 

 

 

 




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