El romeo de sangre

Señor del terror.

 

De nuevo me faltaba la respiración, mi cuerpo se sentía tan pesado que sentía que me hundía en mi cama, no podía moverme, solo mis ojos observaban desesperados todo lo que les rodeaba, mi respiración agitada, el corazón Yamil por hora palpitando en la garganta, esa sensación de desesperanza que me dejaba a merced de mis peores miedos, era el principio de mis pesadillas, no solo era una parálisis del sueño, era el amante sediento de mi sangre, esta vez no venia así con su seducción o sus palabras llenas de adulaciones y poemas que me envolvían, él estaba listo para pasar nuestra ultima noche juntos, yo era la próxima víctima en la lista.

Mi hora había llegado y no podía defenderme, Vanesa estaba inconsciente y seguramente mi padre también lo estaba…

—Mi querida Frida, amada mía he venido por ti para que tu alama trascienda y pase a formar parte de mí de manera eterna, nadie podrá separarnos, estaremos juntos para siempre, vivirás dentro de mi, en mi corazón junto a todas las demás.

—No…no quiero…—exclamó Frida con desesperación, cada vez sentía más presión en su cuerpo, el romeo de sangre ya estaba encima de ella.

El miedo se apoderaba de ella, no quería morir en Mans de ese demonio, estaba aterrada, sus ojos eran de un color rojo brillante, tenía colmillos y una aura espectral que la dejaba en pánico

—Voy a darte el ultimo beso antes de tu entrega total.—pronunció el sucubo acercándose a ella.

Vanesa estaba completamente inconsciente, el demonio tenía la habilidad de dejar desprotegidas a sus víctimas adormeciendo a sus seres queridos para poder llevárselas y aprovecharse de ellas, pero el amor de un padre era más fuerte que las artimañas de ese diablo.

Luchó con todas sus fuerzas para despertar, se aferró a su conciencia y se mordió la lengua para no quedarse dormido, los gritos ahogados de su hija lo mantuvieron despierto.

—¡Déjame ir!—rogaba Frida negándose aquel beso infernal.

—No lo haré, eres mía.

—¡Noooo! —gritó German luchando en contra de la gravedad que le hacia sentir los pies y el cuerpo atado a un yunque.

—¿Que?—el romeo de sangre giró la cabeza desconcertado al ver a German acercarse a él a pesar de todo.

—Papá….

—¡No te atrevas a ponerle una mano encima a mi hija demonio! Antes tendrás que matarme…—exclamó German con la mirada fija en él.

Este alboroto y fuerza de voluntad de German, despertaron a Vanesa la cual se fue para atrás al ver al romeo de sangre, este estaba desnudo del toro y usaba un pantalón negro.

—Dios mío…—Vanesa se tapó la boca y se refugio en una esquina de la casa, estaba muerta de miedo.

—¿Por que están despiertos?—les preguntó el demonio poniendo lentamente de pie y la gravedad desaprecio, haciendo que German, Frida y Vanesa pudieran moverse con libertad.

—¡Aléjate de mi hija infeliz!—gritó German lanzándose sobre él mientras le gritaba a Vanesa y a Frida que se fueran de ahí.

—¡Vamoose Frida!—gritó Vanesa con terror.

—¡Corran!

—¡Papá!—Frida vió como German y el demonio luchaban rompiendo todo a su paso, cuando estaban a fuera, ellas se detuvieron abruptamente al ver como el cuerpo de German atravesaba la ventana aterrizando en el piso.

El Romeo de sangre salió convertido en un diablo, tenía la piel rojiza y dos cuernos le brotaban de la frente, además de que tenía las patas de una cabra, era gigante y tenía dos alas enormes como de dragón, no había manera de que German sobreviviera a un enfrentamiento de ese tipo.

—No huyas de mí o mataré a tu padre.—le dijo el demonio con voz grabe.

—¡Papá!—exclamó Frida al verlo lleno de sangre.

—¡Váyanse! ¡No miren a tras!

—¿Que hacemos? Si dejamos a tu papá…

—No importa cuanto corras, ni donde te escondas, yo siempre te encontraré, el deseo te traerá a mí sin importar cuanto me odies.




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