El ronroneo del puma

8.

Yuma estaba a punto de dejar su escondite y dar la vuelta a casa, con el corazón encogido por el temor y el sufrimiento de su padre, cuando escuchó de nuevo la voz de Sush.

— Kasa, creo que ha llegado el momento de contarte algo que nadie sabe, ni siquiera se lo he contado a tu madre.

Yuma volvió a inmovilizarse. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo se tensaron. Se sintió como un intruso, un traidor, alguien a punto de vivir un momento que no le correspondía y, aun así, se quedó inmóvil y agudizó el oído dispuesto a no perderse ni una sola palabra de aquel secreto.

—Recuerdas la muerte de tu hermano y su mujer ¿verdad?

¡Los padres de Namid!

—Claro —asintió Kasa, sorprendido por la pregunta de su padre.

—Todavía hoy me siento culpable —reconoció Sush.

—Pero tú no tuviste nada que ver, fue una víbora, picó a Izel y mi hermano al tratar de ayudarla también resultó herido de muerte ¿Qué ibas a hacer tú?

Sush movió la cabeza de un lado a otro.

—¿Recuerdas cuando me picó a mí?

—Sí, estuviste muy enfermo, pero tu fortaleza te salvó, ¿Qué tiene eso que ver con Izel y Azca? No tienes la culpa de ser más fuerte.

—No, hijo, no fue mi fortaleza la que me salvó.

Levantó la cabeza y Yuma vio sus ojos mientras hablaba:

—Fue un humano.

Yuma notó un miedo atroz recorriéndole el cuerpo. Él no debería estar allí escuchando aquello. Sus deseos de huir sólo eran menores al miedo a ser descubierto si movía uno sólo de sus músculos, así que permaneció inmóvil.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Kasa, perplejo. Un estornino cruzó el cielo y llenó el silencio momentáneo con su silbido.

—Que fue el viejo guardabosques el que me salvó —dijo Sush de un tirón. Kasa iba a hablar, pero Sush levantó una mano pidiéndole que no lo hiciera—. Déjame que te lo cuente, hijo, luego pregunta lo que quieras.

Kasa asintió. Sush se había llevado una mano al corazón y Kasa temió por su salud, pero sabía que su padre necesitaba hablar de ello. Si no fuera algo necesario, no le habría llevado hasta allí a solas para contárselo.

—El humano me encontró postrado en el suelo, los dolores eran insoportables y yo no conseguía mover la pierna. Sabía que no llegaría a la guarida, moriría en poco tiempo, como le sucedió a Izel, ¿recuerdas? Ella apenas duró un par de horas mientras Azca agonizó casi durante dos días —se detuvo y respiró profundamente, como si le faltara el aire— .Entonces percibí primero el olor y después sus pisadas en la maleza. Me di por perdido. Le vi acercarse despacio, como si temiera asustarme, no me pareció que él sintiera miedo " ¿Qué eres?" me preguntó. Pese a mi silencio llegó hasta mi lado y se agachó observando de cerca la picadura de la serpiente. Miró sin inmutarse la víbora que yo había matado justo después de que me picara. Entonces dejé de sentir temor. Nuestros ojos se cruzaron y en su mirada no vi maldad. "¿Hay más como tú?" preguntó, y entonces si volví a sentir miedo y todos mis sentidos se pusieron en alerta. Aquello podía significar el fin de nuestro clan. Si aquel hombre quería podía arrastrarme con él, mostrarme, aunque yo ya hubiese muerto, al resto de los humanos y éstos, seguramente, rastrearían el bosque en busca de más seres como nosotros. De pronto, se puso en pie y dijo "No te muevas"— Sush sonrió— como si pudiera hacerlo. Pedí, por favor, que alguno de vosotros pasara y me encontrara antes de que él volviera, pero no fue así. De nuevo sentí su olor acercándose, llegó a mí, esta vez de forma apresurada y, antes de darme tiempo a nada, se agachó y me inyectó algo con eso que ellos llaman jeringuillas. Esperó un segundo y me inyectó algo más. "Con esto el dolor se volverá más soportable" explicó, me miró y sonrió. Tenía razón, el dolor comenzó a ceder como por arte de magia y yo conseguí, con gran esfuerzo, ponerme en pie. Él seguía allí a mi lado y yo temía huir porque no podía alcanzar velocidad suficiente como para despistarle y pensé que podría seguirme y descubrir la guarida. Pero él, como si pudiera leer mis pensamientos de repente dijo "bueno, supongo que no querrás que te acompañe a tu casa" Yo, seguí en silencio, impenetrable, así que él comenzó a hablar "Vivo aquí para estar lejos de los hombres, no tienes nada que temer de mí, no tengo ninguna intención de molestarte, ni a ti ni a ninguno de los tuyos, si es que como imagino hay más. Puedes ir tranquilo, no voy a seguirte" levantó una mano en un gesto de despedida y avanzó unos pasos antes de volverse "Ah, no vas a morir, pero el dolor volverá con fuerza" .Y luego desapareció dejándome solo, de pie, inmóvil. Esperé a que su olor desapareciera y luego volví a la guarida. El resto ya lo conoces, como él me dijo los dolores volvieron, fueron atroces pero sobreviví.




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