Namid apenas tenía recuerdos de sus padres, pero si pensaba en ellos, la primera imagen que acudía a su mente siempre, de forma inevitable, era la de su padre llegando a la guarida moribundo y pidiendo que acudieran a buscar su madre, sin saber que ella ya estaba agonizando y tardaría apenas unas horas en morir.
Namid apenas tenía cuatro años, Yuma tenía meses y el clan aún no se había recuperado del dolor de la muerte de la melliza.
Léndula, que actuaba como una autómata, pareció recuperar la consciencia durante los dos días en que el padre de Namid estuvo agonizando, dispuesta las veinticuatro horas del día a salvarle, hasta que murió y, ella, volvió a sumirse en aquel estado de sueño constante.
Namid lloraba a menudo y preguntaba por sus padres pero, con el paso del tiempo, dejó de hacerlo, aceptó que nunca volverían y aunque sus abuelos y sus tíos le demostraban todo su amor, desde muy pequeño supo que estaba solo, o así es como se sentía.
Con Yuma siempre tuvo una relación cordial, pero no iba más allá de aquello y eso se hizo aún más perceptible tras la aparición de Cala. La conexión que existía entre ellos, aún siendo de distintas razas, distaba un millón de años luz a la que él y Yuma podrían tener nunca.
Pero Namid no sentía celos, quería a Yuma y también a Cala, lo único que deseaba era encontrar algún día alguien con quien mantener una relación como la que les unía a ellos dos. Por eso, estaba pensando en marchar a buscar pareja. Tenía veintiún años, sabía que Léndula iba a considerarle muy joven y se resistiría a dejarle marchar, pero él estaba decidido a hacerlo.
Después de que el clan hubiera terminado de cenar, se acercó a su abuelo y le pidió hablar con él a solas. Los dos marcharon juntos al cuarto de Namid y cada uno se sentó en una de las camas que ocupaban la habitación.
—Dime Namid, qué te preocupa.
—En realidad, me preocupa Léndula.
— ¿Léndula? —Sush arqueó las cejas sorprendido.
— Abuelo, quiero salir a buscar pareja —dijo Namid.
Sush guardó silencio pensativo. Seguramente buscaba la relación entre la preocupación por Léndula y el deseo de su nieto. Sabía que era un muchacho de pocas palabras, un buen muchacho, demasiado serio y con un control sorprendente sobre sus emociones. Esto le convertía en una persona que podía sufrir demasiado si no encontraba lo que necesitaba, ya que jamás buscaría alivio en los demás de ser así.
—Ya entiendo —contestó Sush— Léndula es muy posesiva ¿verdad?
—Temo que me encuentre demasiado joven aún y se oponga a mi deseo.
Sush se levantó de la cama de Yuma y se sentó junto a su nieto. Le puso una mano sobre el hombro. Él entendía su deseo de encontrar pareja. Sabía lo que su nieto sentía. La soledad interior en la que vivía. Todos quería a Namid, pero eso no era suficiente para el muchacho. Necesitaba encontrar su propio camino.
—Mira Namid, para Léndula tú y Yuma siempre seréis demasiado jóvenes, la decisión es sólo tuya.
—Lo sé, abuelo, pero sé que con tu aprobación todo será más fácil.
—Bien, pues la mía la tienes, pero tampoco te haría falta. Lo que sí te brindaré será todo mi apoyo. Te deseo lo mejor Namid, sé que encontrarás lo que andas buscando. Tómate tu tiempo, no te preocupes ni por Léndula ni por nadie que no seas tú mismo, ya va siendo hora de que sea así.
Namid sonrió agradecido. Contar con la aprobación de Sush era muy importante para él, le daba el coraje que le hacía falta en esos momentos.
—Mañana se lo diré al resto del clan— dijo Namid.
El abuelo se puso en pie con cierta dificultad. Cogió la vela que había dejado apagada sobre la cama de Yuma en la que se había sentado al entrar y la prendió con la llama de la de la habitación. Luego sopló ésta y se volvió hacia Namid con la cara iluminada por la cercanía de la vela.
—No, hijo, si la decisión ya está tomada, cuanto antes te liberes del peso mejor. Ven conmigo.
Salieron del cuarto y llegaron juntos a la cocina. Sush vio que Cala se había retirado a su cuarto y le pidió a Yuma que la fuese a avisar, quería a toda la familia en la cocina. Yuma cogió una vela y fue hasta el cuarto de la niña.
Cuando todos estaban en la cocina Sush se decidió a hablar.
—Namid tiene algo importante que deciros —anunció.
Todos detuvieron lo que estaban haciendo y miraron a Namid. Este, se sentía tan pequeño como un ratón, pero hinchó el pecho y con voz firme anunció:
—Estoy preparado, dentro de dos días saldré a buscar pareja.
Lo único que el muchacho recordaría de aquella noche, más adelante, fue que Léndula dejó caer al suelo una cacerola llena de guisantes que se esparramaron por todo el suelo.