El ronroneo del puma

13.

Al abuelo, a Kasa y a Min les llevó un buen rato tranquilizar a Léndula y hacerla entender que Namid no estaba pidiendo permiso, la decisión era suya y ya estaba tomada. Léndula se resistía.

— Puede perfectamente esperar un par de años más —repetía sin cesar—. Sólo dos años, que madure un poco y pueda escoger mejor.

Namid parecía ajeno a la controversia que había formado con su elección. Estuvo un rato apoyado en la mesa, escuchando cómo cada frase de Léndula era rebatida por alguno de los otros y, cuando se cansó de escuchar las innumerables negativas de ésta, se marchó en silencio a su habitación.

Cala, que tampoco acababa de encontrar sentido a la discusión ni creía que ella tuviera nada que aportar a la misma decidió que lo mejor que podía hacer era retirarse también de nuevo a su habitación . Al pasar frente a Yuma torció la boca y le franqueó sin dirigirle una sola mirada. A Yuma le hervía la sangre. "No es más que una niña mimada" pensó, pero enseguida acudieron a su cabeza las palabras de Namid, "Nadie puede ser feliz si no sabe quién es".

Salió tras de Cala y trató de hacerla cosquillas cogiéndola de la cintura, tal como arreglaban las discusiones en muchas ocasiones, pero esta vez, ella se apartó con brusquedad y grito:

— ¡Déjame en paz!

De repente, todos en la cocina quedaron en silencio y les miraron. Yuma notó el calor en sus mejillas, Cala salió a toda prisa de la cocina y Léndula se irritó todavía más.

—Pero ¿qué os pasa a vosotros dos? —le espetó a Yuma.

Yuma escapó de la cocina, donde en seguida se reanudó la discusión sobre la marcha de Namid, y entró como un tiro en su habitación. Namid estaba tendido en su cama, pero Yuma pensó que era imposible que durmiera después del escándalo que había generado y se acercó a la cama en son de paz.

—Namid ¿de verdad vas a irte?

—No, lo he dicho sólo para ser el centro de atención —ironizó éste.

—Lo siento, antes no quise ponerme así.

Namid se incorporó en su lecho y miró a Yuma en la penumbra de la habitación iluminada por la vela que acababa de traer su primo.

— ¿No pensarás que me voy por eso — Namid se rio bajito— ¿De verdad te crees tan importante?

Yuma enrojeció. Realmente se le había pasado por la cabeza que su actitud con Namid podía haber sido el detonante de su marcha.

—Me voy porque quiero saber quién soy realmente —soltó Namid—. Nadie tiene nada que ver en mi decisión más que yo mismo.

—Pero tú eres Namid —contestó Yuma—, no entiendo a qué viene ahora tanto rollo con lo de descubrirse uno a sí mismo.

Namid le miró y pensó en cuánta envidia le provocaba su primo, con la seguridad absoluta de saber quién era y a quién pertenecía. A quién pertenecía...

—Necesito mi propia familia —dijo, volviéndose a recostar.

— ¿Y qué somos nosotros? —se ofendió Yuma.

Namid pensó en lo egoísta que ahora mismo podía resultarle a Yuma la respuesta que le había dado y rápidamente se disculpó.

—No quería ofenderte, primo, ni parecer un desagradecido. Se lo debo todo a tus padres...pero son tus padres.

—Y los tuyos —susurró Yuma conmovido. Comenzaba a entender lo que su primo quería decir.

—No, los míos murieron, Yuma.

Se quedaron en silencio, les llegaba el murmullo en la cocina, la discusión sobre la marcha de Namid continuaba.

—Mi madre sufrirá mucho —dijo Yuma rompiendo el silencio.

—Venga, Yuma, no me voy para siempre, de hecho sabes que en cuanto tenga pareja volveremos con el clan. Léndula sufre ante cualquier cambio, ella solo quiere tener todo controlado y cuando algo se le escapa se pone nerviosa, pero en cuanto vuelva y las cosas sigan su curso, estará bien.

Tenía razón, era una de las tradiciones de los Tupi, las mujeres se trasladaban a los clanes de sus maridos.

—Es cierto, seguro que Léndula se tranquilizará cuando vuelvas.

— ¿Acaso tú no vas a buscar pareja cuando te llegue el momento?

Yuma era aún demasiado joven para pensar en parejas. Sonrió de medio lado y esquivó la pregunta de su primo:

—Al final va a ser que Léndula está celosa —se rió.

Namid le acompañó en su risa. Aquello le relajaba, conseguía suavizar la situación. Le sorprendía escuchar a Yuma llamando a su madre por su propio nombre en vez de usar el "mamá". Pensó que él jamás lo hubiera hecho con la suya, ni siquiera para bromear. Sabía que, en parte, Yuma tenía razón, Léndula era demasiado posesiva con todos, no digamos con Cala. Recordó a la niña y una idea cruzó su mente.

—Yuma, ¿has pensado alguna vez lo difícil que será para Cala encontrar pareja?

A Yuma se le cortó la risa en seco. No, nunca lo había pensado.




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