El ronroneo del puma

24.

Yuma regresó con su pareja un día lluvioso, ya entrada la noche, y les sorprendió a todos durmiendo. Era mucho menos peligroso desplazarse en la noche.

Cala, aún en duermevela, se olvidó de todas sus diferencias y se lanzó en sus brazos bajo la asombrada mirada de su pareja. Al separarse, Yuma la miró y quedó helado al ver en sus ojos tanta tristeza.

Léndula ya los estaba separando y abrazando a su hijo y Min esperaba emocionada su turno mientras los otros hombres contenían su emoción y le daban golpecitos en la espalda.

Las mujeres, pasaron a centrar su atención en la chica tupi, que ya era mujer de Yuma, y ella agachaba la vista en una actitud tímida.

Sin embargo, cuando Yuma acercó a Cala para presentarlas, ésta vio un brillo en sus ojos que la asustó e hizo retroceder.

—Venga Cala, Ona viene dispuesta a ser tu amiga, casi tiene tu misma edad —y Yuma se rió.

Pero aquel comentario de la edad no agradó a ninguna de las dos chicas y las muestras de cariño de Yuma hacia Cala, bajo la mirada fría de Ona, a aquella se le antojaron distintas a las de antes de que él partiera a buscar pareja.

—En realidad yo ya tengo diecisiete —dijo Ona, mirando fijamente a Cala. También echaba vistazos a su alrededor observando la cocina iluminada escasamente al haber sido tomados por sorpresa.

Como si lo intuyera Min se puso a encender más velas. O eso o como su vista comenzaba a resentirse con la edad solo quería tener más luz para observar bien a la chica que su nieto había elegido.

Comenzaron a comentar todo lo sucedido desde la marcha de Yuma. Primero hablaron de la muerte del abuelo y Léndula tuvo que terminar por acompañar a Min a su habitación, totalmente acongojada. Luego, hablaron del embarazo de Sasa.

—Vaya, eso sí que es bueno —rió Yuma besando a Sasa y acariciándola el vientre—. Pasé por tu clan, me hubiera gustado dar la noticia a tus padres.

Sasa estaba más bella que nunca y la expresión de su rostro se había dulcificado aún más.

—Nosotros mismos se la daremos —Cala la miró expectante y Sasa le cogió una mano y la posó en su barriga— .Ya se mueve ¿lo notas?

A Cala se le iluminó la cara al sentir un golpecito en su mano, como si le hubiera explotado una burbuja, un golpe muy suave y delicado.

—No puedes ir— protestó— ¿Y si os pasa algo?

—No me menosprecies, Cala, yo voy con ella, está en buenas manos — Namid sonrió de oreja a oreja como un orgulloso papá.

Pero Cala sentía un miedo tremendo a perderse el nacimiento del bebé.

— ¿Volveréis antes de que nazca?

—Sí, Cala, el bebé nacerá en su clan —se rió Sasa— Ona, ¿Quieres sentir al bebé?

Cala no sabía si Yuma y Sasa estaban compinchados de forma telepática o era una simple casualidad, pero él aprovechó que ella entretenía a Ona para cogerla por los hombros y apartarla un poco del grupo.

—¿Qué te pasa, Cala? Veo mucha tristeza en tus ojos ¿Llevas mal lo del abuelo?

—Sí —mintió Cala, porque no era capaz de explicarle el desasosiego que sentía en su interior.

— ¿Habló contigo antes de morir? —Yuma lo preguntó con naturalidad, como sin darle importancia, pero a Cala no se le escapó que era una naturalidad fingida.

— ¿Hablar? ¿de qué? —preguntó confundida.

—De nada —mintió Yuma encogiéndose de hombros—, sabes que el abuelo te quería mucho, pensé que, tal vez, te hubiera dado...algún consejo.

Cala negó con la cabeza. Se sentía muy violenta. Hacía un rato que notaba que Ona les miraba mientras fingía escuchar a Sasa. Finalmente, la dejó con la palabra en la boca y se acercó a ellos. Cogió a Yuma de un brazo y sin dejar de mirar a Cala dijo:

—Yuma, estoy cansada.


Sasa se acercó a ellos.

—¿Y qué tal mi familia, Yuma?

Namid puso las manos sobre los hombros de Sasa y Ona se hizo hueco y se pegó más a Yuma enfrentándose a Cala.

—Estaban animados, fueron muy amables con Ona y conmigo.

A Sasa se le iluminaban los ojos.

—Casi nos traemos a tu hermana ¿verdad, Ona?

Yuma se reía. Cala estaba paralizada mirando el rostro de aquel que un día había estado más cercano a ella que nadie y ahora solo veía el rostro de una intrusa que se interponía entre ellos.

Ona empujó un poco a Yuma.

—Estoy muy cansada —repitió sin contestar a la pregunta de Yuma.

—Sí, es muy tarde, será mejor ir a dormir y mañana ya conocerás más tranquilamente a toda la familia.

Yuma le puso una mano en la cintura a su pareja y a Cala le dio una punzada en la suya, exactamente en el mismo lugar en el que veía la de Yuma sobre la chica tupi.

Avanzaron juntos por el oscuro pasillo y Cala les vio entrar en la habitación que ocuparían ahora. La puerta se cerró tras ellos y ella se quedó quieta un segundo, hasta que Sasa la besó en un mejilla.




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