El ronroneo del puma

31.

Ona atravesó el bosque a gran velocidad y llegó al arroyo sofocada. Era tarde, sabía que llevaba demasiado tiempo fuera y que estarían preocupándose por dónde estaría, pero tenía que recomponerse antes de volver al clan. Se detuvo junto al arroyo, se agachó y se lavó la cara. Bebió agua y levantó la cabeza asustada cuando oyó la voz de Yuma tras ella.

—¡Ona!—gritó él.

Llegaba también fatigado, como si hubiese llegado corriendo a gran velocidad. Se acercó a ella y la sujetó por los hombros.

— ¿Qué te ha pasado? Es muy tarde, ¿por qué no has vuelto al clan?

Ona le miraba dubitativa ¿cuánto sabía él? Le pareció obvio que acababa de llegar al arroyo, estaba incluso más fatigado que ella, o, al menos, él no se molestaba en disimularlo. Así que se arriesgó al decir.

—No me ha pasado nada. Estaba tan entretenida que no me di cuenta de lo tarde que era.

Yuma recuperó el aliento. Miró a su alrededor, comenzaba a tranquilizarse al ver que la chica estaba bien.

— ¿Y dónde has estado? ¿Sabes lo preocupadísimos que estábamos? Cala vino a buscarte y no te encontró.

— ¿Cala? —la mente de Ona trabajó rápidamente— No me he movido del arroyo, y yo no he visto a Cala. Lo siento muchísimo —dijo zalamera—, perdóname Yuma, te prometo que no volveré a entretenerme.

Atrajo a Yuma hacia sí y le besó suavemente. Yuma se dejó hacer pero sin responder al gesto cariñoso, su mente se encontraba ocupada en ese momento con un pensamiento que le corroía por dentro. Cala les había mentido. No podía apartar ese pensamiento de su cabeza. Ona decía que no había visto a Cala.

—¿Dices que Cala no ha venido por aquí? ¿estás segura de haber estado todo el rato aquí?

Ona se mostró ofendida. Sabía que tenía que jugar muy bien sus cartas, ahora sólo tenía su palabra contra la de Cala. Su palabra de tupi frente a la palabra de una humana. No era posible que Yuma prefiriese creer la de alguien que ni siquiera pertenecía a su misma raza. No era posible que Yuma pudiese preferir a alguien que no era de su misma especie antes que a ella. La rabia y los celos la consumían, pero sabía que debía mantener la calma.

—Claro que estoy segura —afirmó — ¿acaso no me crees?

—Sí, es sólo...— A Yuma le costaba creer que Cala les hubiera mentido. Jamás la había pillado en ninguna mentira, pero era cierto que su comportamiento había cambiado mucho y que ella misma le había reconocido que no se encontraba cómoda con Ona— Está bien, volvamos al clan, yo hablaré con Cala.

Ona se mostró angustiada.

— ¡Oh,no! Tengo la sensación de que no le gusto y eso sólo empeoraría las cosas.

—Esto no puede quedarse así—Yuma se mostró firme.

Hasta Ona se daba cuenta de la animadversión que causaba a Cala. Las cosas se estaban complicando y Yuma se sentía culpable con aquella situación.

Al llegar al clan, se encontraron con el revuelo generado por el nacimiento del bebé de Namid y Sasa. Durante unos momentos parecían haber olvidado que podían sorprenderles y festejaban con alborozo el nacimiento.

—Ona, hija mía, ¿dónde estabas? —Léndula, radiante y eufórica con que hubiese salido bien el parto de Sasa, abrazó a la chica y Yuma se acercó a ellas y susurró.

—Está bien, mamá, eso es lo importante.

Vio a Cala acercarse a él con un pequeño bulto envuelto en una piel suave. Tenía las mejillas sonrosadas de emoción y una sonrisa temblorosa iluminaba todo su rostro. A Yuma le pareció que estaba más bella que nunca, pero su cara sólo reflejó una frialdad extrema cuando ella le tendió el bebé. Lo recogió de sus brazos sin mirarla y Cala sintió que el mundo se hundía bajo sus pies, pues nunca había sentido tanta indiferencia por parte de Yuma.

Con el bebé en sus brazos, Yuma no pudo evitar recordar cuando había llevado a Cala abrazada contra sí. Cómo había cambiado todo desde entonces. Sin saber aún si era un niño o una niña, igual que le pasaba ahora con aquel bebé, y los ojos se le inundaron de lágrimas.

—Es un niño—dijo Léndula sacándole de la duda—. Namid quiere que se llame Azca, como su valiente padre.




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