Cuando llegaron a la habitación, la doctora Sari abrió la puerta y dio un paso al lado, indicando que Alba podía entrar. Después se despidió y se fue.
La habitación era espaciosa, con una cama de hospital modernizada, un pequeño escritorio y una ventana que daba a un jardín interno. Todo estaba diseñado para transmitir calma y comodidad, pero para Alba, era solo otro tipo de prisión.
Los guardias entraron inmediatamente detrás de ella, comenzando a revisar cada rincón. Abrieron armarios, miraron debajo de la cama e inspeccionaron incluso las cortinas. Alba, mientras tanto, se sentó en el borde de la cama, cruzando las piernas con una actitud despreocupada.
—¿Encontraron algo interesante? ¿Quizás un pasaje secreto? —bromeó con una sonrisa burlona.
Los guardias no respondieron, limitándose a terminar su inspección. Al asegurarse de que no había nada sospechoso, uno de ellos se dirigió a Alba.
—Si necesita algo, estaremos afuera.
—Oh, claro. Llamaré si quiero que me cuenten un cuento para dormir —respondió con sarcasmo.
Cuando los hombres salieron y cerraron la puerta detrás de ellos, Alba exhaló profundamente, sintiendo por primera vez en días una leve sensación de alivio. Por fin estaba sola.
Alba se recostó en la cama, observando el techo mientras su mente trabajaba en los próximos pasos de su plan. De pronto, el celular, que el padre le devolvió de inmediato cuando se enteró de la enfermedad, vibró en su bolsillo.
Miró la pantalla y vio el nombre de Sergio. Por un instante dudó si contestar, pero finalmente deslizó el dedo por la pantalla.
—¿Qué quieres? —preguntó con voz seca.
Del otro lado, Sergio sonaba preocupado.
—Alba, me enteré que estás en una clínica. ¿Qué está pasando? ¿Qué te van a hacer?
—Eso no es asunto tuyo —respondió ella, cortante.
—Por supuesto que es mi asunto. Me importas, Alba. No sabes cuánto me preocupé al saber esto. Ya sabes que te amo. Por lo menos cuéntame ¿por qué te internaron? ¿Qué tienes?
Alba rodó los ojos, sintiéndose cada vez más irritada.
—Sergio, no necesito tu apoyo ni tu lastima. Estoy bien. Solo sigue con tu vida y déjame en paz.
Antes de que él pudiera responder, Alba colgó. Se quedó mirando el teléfono por unos segundos antes de apagarlo por completo y esconderlo nuevamente en su bolso.
—Hombres —murmuró para sí misma, mientras una leve sonrisa sarcástica asomaba en sus labios.
Sabía que Sergio era un buen tipo, pero no tenía tiempo ni espacio en su vida para distracciones emocionales. No ahora, no mientras estaba tan cerca de recuperar su libertad. Y después… probablemente nunca lo va a ver. Ya que estará en otro país.
Por un minuto le dio un poco de cosa de tratar a Sergio de esta manera. Es un buen amigo que no es fácil de encontrar. Y también pretende ser más que amigo lo que a ella no le interesaba nunca. Pero es muy probable que va a extrañar esta relación. Anda saber lo que la espera en la nueva vida y que gente va a encontrar en su camino.
Un minuto después sacó toda esta trampa sentimental y trató de concentrarse en lo que le mas importaba ahora.
Se levantó de la cama y caminó a la ventana, observando el jardín que parecía demasiado tranquilo para el caos que sentía en su interior.
—Esto apenas comienza, papa. Espero que estés listo para lo que viene. —Susurró para sí misma, con los ojos brillando de determinación.
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Ray Norten