Alba se acercó a la ventana, y como si el acto de espiar desde las sombras fuera parte de su naturaleza, se escondió detrás de la cortina, dejando que la luz suave de la tarde iluminara su figura. Desde allí, observó con atención cada movimiento en la calle. Los guardias estaban cerca del automóvil. A lo lejos, vio la figura de Rina, que salió del hospital con la bolsa de viaje en las manos, la misma que le había entregado Alba unos minutos antes.
Rina caminó con paso firme hacia el vehículo. Los guardias la saludaron con una cortesía distante. Un guardia tomó la bolsa y la colocó cuidadosamente en el baúl del auto, mientras el otro abría la puerta para que Rina pudiera subir. Alba los observaba fijamente, sabiendo que en ese instante su vida cambiaba para siempre. Cuando la puerta se cerró y el auto arrancó, llevándose a Rina hacia su destino incierto, Alba dejó escapar una sonrisa melancólica, como si se despidiera de algo que ya no podría recuperar.
Después de un momento de reflexión, Alba se alejó de la ventana y caminó hacia la cama. Sobre la colcha, descansaba su bolso de viaje, pero este era más pequeño que el de Rina. Alba lo levantó con una expresión vacía, como si en ese bolso estuviera guardada su propia salida. Salió de la habitación con paso decidido, sin mirar atrás.
***
La luz del pasillo brillaba fuerte cuando Alba llegó al consultorio de la doctora Sari. No hubo saludos ni cortesías, solo una orden clara.
—Llévame a la terminal de ómnibus, —Alba, su voz fría y autoritaria, como siempre.
La doctora, sorprendida por la solicitud, la miró con cautela. Pero antes de que pudiera responder, Alba añadió una pregunta que la dejó sin aliento:
—¿Mi padre ya pagó la operación?
Sari asintió, con la mirada fija en Alba, pero sus manos temblaban ligeramente, como si algo en esa conversación la incomodara profundamente.
—Sí, el pago ya está realizado.
—Bien, —dijo Alba con una sonrisa apenas perceptible. —Ahora quiero la mitad de este dinero.
La doctora se levantó despacio. Tenía la cara trasformada por el odio.
—Alba, eso no es justo. No es lo que acordamos. Y además tienes que entender que lo que hice no fue sencillo. Fue muy riesgoso para mi carrera y mi vida en general.
Alba no mostró ni una pizca de comprensión. Su expresión se endureció, y la tensión en el aire aumentó.
—Todo esto me importa poco, doctora, — dijo con un tono venenoso. —Si digo una sola palabra sobre la operación y de todo lo que pasó, no quiero ni imaginar los problemas que tendrás con mi padre.
La doctora Sari tragó saliva. El miedo a las consecuencias la hizo ceder.
—Está bien, está bien, —dijo con voz apagada. —Te transferiré lo que pides.
—No. Lo necesito en efectivo. Así que antes de llegar a la terminal pasamos por el banco.
Alba sonrió, satisfecha con el giro que había tomado la situación.
—Perfecto, —murmuró Alba, guardando el teléfono en su bolso. —vamos.
La doctora Sari se limitó a asentir, pero su rostro estaba cargado de frustración y desconcierto. No quería estar involucrada en todo eso, pero el precio de sus actos ya estaba pagado, y no había vuelta atrás.
***
Después de salir del banco con la doctora, la bolsa de Alba ya estaba más pesada. La chica tenia sensación de haber ganado una batalla más, pero sabía que lo más difícil aún estaba por venir.
La doctora Sari dejo a Alma la terminal de ómnibus, donde todo seguiría desarrollándose según el plan de la chica. Sin embargo, algo en su interior le susurraba que este juego de sombras podría estar empezando a consumirla, y que las consecuencias de sus decisiones podrían ser más grandes de lo que imaginaba.
Sin embargo, Alba no se detuvo, no mostró signos de arrepentimiento. Sabía que el camino que había elegido no tenía retorno, pero estaba decidida a recorrerlo, sin importar lo que tuviera que sacrificar.
***
Rina viajaba en el auto de lujo, mirando por la ventana mientras el paisaje pasaba rápidamente. El ruido suave del motor y el confort del asiento de cuero la hacían sentirse más relajada de lo que había estado en días. Observó los detalles del interior del vehículo, tocando la textura suave del cuero, como si estuviera apreciando un nuevo lujo. El auto estaba perfectamente silencioso, y aunque los guardias iban conversando entre ellos, Rina decidió quedarse en su mundo, disfrutando de este pequeño momento de paz.
Nunca había tenido la oportunidad de viajar en un automóvil tan cómodo, ni mucho menos de ser tratada con tanta cortesía. En los días anteriores, se había acostumbrado a la clínica y a las órdenes de Alba, pero este viaje le daba una sensación de libertad. A pesar de que aún no sabía exactamente adónde la llevaban, por un breve instante se permitió disfrutar de lo que sentía como una escapatoria, algo que la alejaría de los recuerdos de su antigua vida.
El suave vaivén del vehículo la adormeció un poco, y la chica cerró los ojos mientras imaginaba lo que el futuro le preparaba. Aunque el cambio de su rostro la hacía sentirse extraña, había algo dentro de ella que le decía que tal vez, solo tal vez, podría encontrar una nueva oportunidad en esta vida que comenzaba a construir, alejada de su antigua identidad.
***
La terminal de ómnibus estaba llena de personas apresuradas y ruidosas. Alba, sin hacer una sola pausa, salió del vehículo de la doctora con su bolso de viaje en mano. No tenía un plan claro, pero sus instintos la guiaban con firmeza. Caminó entre la multitud con paso decidido. Por más que estaba aturdida por el bullicio de la terminal.
Con una leve incomodidad, Alba se dirigió a las cajas y, sin mostrar signos de duda, sacó algo de dinero del bolsillo de sus jeans. Ya no tenía su vieja billetera, la entregó a Rina, pero eso no era un problema; lo que importaba era que podía conseguir el pasaje sin complicaciones. Cuando le entregaron el boleto, se dirigió rápidamente hacia el micro, sin mirar atrás.