CAPITULO 22
Rina estaba practicando los gestos de Alba enfrente del espejo cuando sonó el teléfono. Era Sergio. Al ver su nombre en la pantalla, algo dentro de ella se iluminó. A pesar del miedo constante de ser descubierta, la atención de Sergio le provocaba una mezcla de alegría y nervios.
—¡Hola! —dijo Rina, tratando de sonar casual.
—Hola, Alba. ¿Cómo estás? Me tenías preocupado. No sales, no contestas mucho… ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Solo necesitaba un tiempo para mí misma —respondió Rina, intentando sonar convincente.
Sergio suspiró aliviado, pero insistió:
—Me gustaría verte. Me contaron tus amigas que ya no te juntas con ellas. Es raro que estés tan aislada. Antes eras distinta… más sociable.
Rina sintió cómo su corazón se aceleraba. ¿Sospecha algo? Pensó rápidamente en una excusa.
—He estado reflexionando. Creo que estoy cambiando, Sergio. Me di cuenta de muchas cosas después del hospital. Pero no te preocupes, estoy bien.
Sergio hizo una pausa y luego dijo:
— ¿Podemos vernos? Aunque sea por videollamada. Necesito verte.
Rina vaciló, pero al final aceptó. Lo tomó como un desafío para demostrar que podía sostener el papel.
Rina encendió la cámara y esperó mientras la llamada conectaba. Cuando el rostro de Sergio apareció en la pantalla, se sintió expuesta, vulnerable, pero también emocionada.
—Te ves diferente, Alba —comentó Sergio con una sonrisa tímida.
— ¿Diferente cómo? —preguntó ella.
—No sé… tal vez más tranquila. Pero sigues siendo hermosa.
Rina sintió un calor en las mejillas. Durante la conversación, la voz de Sergio era cálida y sus ojos reflejaban una admiración genuina. Hablaron de cosas simples: películas, música, y cómo él extrañaba pasar tiempo con ella como era antes, siendo amigos.
Finalmente, Sergio le rogó:
—Por favor, déjame verte en persona. Aunque sea solo un rato.
Contra todo pronóstico, Rina aceptó. Le dio una fecha, hora y lugar para encontrarse. Cuando cortaron la llamada, sintió una mezcla de emociones: estaba aterrorizada de ser descubierta, pero también emocionada. Por primera vez en mucho tiempo, sentía algo parecido al amor.
Al día siguiente Rina estaba sentada en la sala de la mansión, rodeada de lujo, pero sintiéndose más sola que nunca. En su mente, las imágenes de Sergio aparecían una y otra vez. Él era diferente, un rayo de autenticidad en un mundo lleno de apariencias. Sin embargo, era un riesgo enorme de involucrarse con él.
Rina suspiró, sintiendo cómo el peso de su nueva realidad se hacía más opresivo cada día.
Entró Héctor. La saludó y se sentó enfrente.
—Alba, tengo una sensación que finalmente estás madurando.
Jugando su papel, Rina respondió con calma:
—Estuve reflexionando mucho después de lo que pasó en el hospital. Necesito reorganizar mi vida y pensar en mi futuro.
Héctor sonrió.
—Pero al estar encerrada y sin actividad social te va dejar en depresión.
Rina se puso tensa. ¿A qué viene esto?
—Creo que… —siguió Héctor—Un cambio de aires te hará bien. ¿Qué te parece si vamos por una semana a Fiji?
Para Rina la palabra “Fiji” representaba algo exótico, pero no vio estas islas ni en la tele. La chica sintió una mezcla de emociones: alivio que no sea una prueba más complicada, pero también ansiedad por pasar más tiempo a solas con Héctor, un hombre cuyo control sobre ella le resultaba abrumador.
Y allí no más se acordó que la cita con Sergio se va a posponer.
Y además… lo más importante… un paraíso tropical puede ser el escondite perfecto, pensó. Pero también sabía que incluso en un lugar idílico, su papel como "Alba" sería una prisión que tendría que seguir soportando.
Rina apretó los labios y se prometió a sí misma: usaría este viaje para reflexionar y planear su próximo movimiento. Si Alba pudo desaparecer, yo también puedo hacerlo… Solo necesito encontrar la manera.
Esa misma noche, a la habitación de Rina entró María.
Apenas la mujer entró, algo en la actitud de ella la hizo sentirse a Rina incómoda.
—Alba, si me permite, he notado algo raro en usted últimamente. Desde que salió del hospital, está… diferente.
Rina contuvo la respiración. El corazón le latía con fuerza.
—Es normal, María. La enfermedad me hizo replantear muchas cosas. Veo la vida de otra manera. Tal vez no me reconozcas porque ahora soy más consciente de lo que realmente importa.
María guardó silencio por un momento y luego respondió con una mezcla de seriedad y ternura:
—Eso tiene sentido. Me alegra que se está cuidando y quiero que sepa que estoy aquí para usted, como siempre.
Rina suspiro con alivio, aunque la preocupación persistía. María era más perceptiva de lo que imaginaba.
***
Héctor estaba en su oficina, revisando contratos y planeando estrategias para las próximas semanas, cuando el teléfono sonó. Era Lefevre, un empresario con quien había discutido una alianza estratégica a través del matrimonio de sus hijos.
—Héctor, ¿cuándo vamos a cerrar el acuerdo? —preguntó Lefevre, sin rodeos.
Héctor hizo una pausa, evaluando rápidamente las circunstancias. Antes, cuando Alba parecía inmanejable y rebelde, esta unión le parecía una solución ideal para evitar más problemas y afianzar su posición empresarial. Pero ahora, con Alba transformada en una joven centrada, disciplinada y dispuesta a trabajar para la empresa, Héctor veía posibilidades mucho más ambiciosas.
—He estado reconsiderando el acuerdo —respondió Héctor con calma.
Hubo un silencio tenso al otro lado de la línea antes de que Lefevre hablara nuevamente, pero con un tono más frío:
— ¿Reconsiderando? No entiendo.
Héctor se reclinó en su silla, eligiendo las palabras.
—Mira, ahora las circunstancias han cambiado. Mi hija está en otro nivel, más madura. Creo que puedo aspirar a una alianza con empresas de mayor envergadura. No quiero cerrarme a una sola opción.