Alba estaba en la habitación del hotel, rodeada de la quietud de la tarde. El lugar estaba impecable, como si hubiera sido cuidadosamente arreglado por alguien que quería mantener todo en orden. Sin embargo, Alba no podía dejar de sentirse inquieta. Hoy era uno de esos días en los que las emociones parecían atraparla por completo, y la incertidumbre la envolvía como una niebla densa.
Se acercó al armario, abrió la puerta y comenzó a revisar las prendas que había guardado. Entre las camisas y pantalones, algo en la parte inferior del placar llamó su atención. Era su pasaporte. Alba lo sacó, sorprendida de encontrarlo allí, como si fuera una pieza olvidada de su pasado.
Lo abrió con cuidado, observando su foto, esa imagen que había visto tantas veces pero que ahora parecía casi ajena. ¿Cómo era posible que este pasaporte hubiera tenido tanto poder sobre su vida? Recordó la última vez que lo había usado, cuando llegó acá a Portugal. Pero algo había cambiado, algo dentro de ella había dado un giro inesperado.
—Rina, —pensó.
Por un momento, Alba se preguntó cómo estaría la chica que había asumido su vida. Sabía que Rina estaba jugando su papel, interpretando a la perfección a la persona que Alba había dejado atrás. ¿Estaría todo bien? Le dio un pequeño sentimiento de nostalgia, un deseo casi irreal de volver a su hogar, de regresar a lo que conocía, aunque fuera solo por un instante.
Alba dejó el pasaporte sobre la mesa, mirando la fotografía de su rostro congelado en el documento. La idea de volver a España, de acercarse a su casa en la oscuridad de la noche, surgió como una sombra en su mente.
¿Qué haría si realmente pudiera regresar? ¿Podría volver a su vida, recuperar lo que había perdido, o se había distanciado tanto de su propia realidad que ni siquiera podría reconocer su hogar?
Un suspiro escapó de sus labios, y con él, un pensamiento que la había estado rondando durante días: Tal vez en algún momento, volveré. Volveré, pero esta vez no será para quedarme. Solo para ver desde lejos. Un último vistazo, un adiós silencioso a lo que alguna vez fue.
Suspiró una vez más, dejando de lado el pasaporte mientras se enfocaba en la ropa que había elegido para su salida con Noel. Pero en el fondo, algo había cambiado dentro de ella. No podía dejar de pensar en cómo se sentiría al regresar a su país, aunque solo fuera un recuerdo fugaz. Y mientras se preparaba para salir, una incertidumbre silenciosa llenaba el aire. ¿Qué vendría después de todo esto? ¿Qué decisiones tomaría en el futuro?
***
Alba y Noel vivían una vida que parecía sacada de un sueño, una fantasía de lujo y excesos. Cada día estaba lleno de experiencias que pocos podrían imaginar: cenas en restaurantes exclusivos, noches en discotecas de moda, compras de ropa cara, relojes de diseñador, y accesorios que parecían más bien una declaración de estatus que una necesidad.
A pesar de las apariencias, las cosas entre ellos no eran tan perfectas como parecían. Noel, siempre un hombre de clase media baja, había quedado atrapado en este mundo nuevo que Alba había creado para ellos. Sabía que no podía permitirse todo lo que ella deseaba, pero se mantenía a su lado, apoyándola, sin decirle jamás que no. Sin embargo, a menudo se sentía incómodo con este estilo de vida, como si estuviera en un juego en el que nunca podría ganar.
Un día, Alba decidió sorprender a Noel de una manera inusitada. Estaba emocionada, casi radiante. Llegó hasta su casa, vestida con un conjunto de ropa que dejaba claro que no solo había gastado una fortuna, sino que había encontrado la perfección en cada prenda. Pero lo que realmente la tenía tan contenta era el auto que había estacionado frente a la casa de Noel: un elegante deportivo de lujo, brillante bajo el sol.
Noel salió al porche, atónito al ver el coche. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Qué... es esto? —preguntó, sin poder disimular la incredulidad en su voz.
Alba, con una sonrisa amplia, le mostró las llaves.
— Es mi auto, Noel. Lo compré.
La emoción de Alba era palpable, casi contagiosa. Ella estaba convencida de que todo esto solo era un reflejo de su amor y de la vida que querían compartir. Sin embargo, Noel no estaba tan convencido.
Se acercó al coche, tocando la superficie reluciente del vehículo con una ligera preocupación en su rostro.
— Pero... esto... no es algo que podamos mantener, Alba, ¿sabes?
Alba lo miró con ternura burlona que al instante se trasformó en un enojo.
— ¡Para empezar, yo no te pido mantener el auto, lo haré yo porque es mío! ¡Y si tú no quieres subir, es tu decisión!
Al decir esto, Alba se dio vuela y se dirigió al vehículo. Subió al volante y arrancó el motor. Esperó unos segundos y apretó la bocina. Una vez… dos veces.
Noel suspiró y subió al auto.
***
El viaje a Fiji se canceló y Rina decidió salir con Sergio.
Rina observó su reflejo en la ventana del taxi mientras este se deslizaba entre el tráfico de la ciudad. El brillo de las luces nocturnas iluminaba su rostro, destacando una expresión de incertidumbre que trataba de ocultar. Respiró hondo, ajustó un mechón rebelde de su cabello y miró la imagen que sostenía en su mente: Sergio. Las fotos y videollamadas no hacían justicia al atractivo natural que sospechaba que tendría en persona. Aun así, su temor no estaba en su apariencia, sino en algo mucho más profundo: ¿se daría cuenta de que ella no era Alba?
Cuando el taxi frenó frente al restaurante, Rina dudó un instante antes de bajar. Su corazón latía con fuerza mientras cruzaba la entrada y sus ojos lo buscaron entre las mesas. Allí estaba él, sentado en una esquina cálida del lugar, bajo la luz cálida de una lámpara colgante. La realidad superó sus expectativas. Sergio era aún más guapo que en las imágenes: una mezcla perfecta de encanto juvenil y madurez.