Rina se recostó en el asiento, exhalando un largo suspiro mientras miraba a Sergio, que ahora estaba más tranquilo. Sus respiraciones eran más regulares, y el rostro, aunque aún pálido, mostraba menos sufrimiento. Había conseguido calmarlo un poco, al menos por ahora. A medida que el tiempo pasaba, ella se sentía un poco más aliviada. Los calmantes que le había administrado parecían hacer efecto.
Sergio, con los ojos cerrados, estaba profundamente dormido, pero sus suaves quejidos revelaban que aún estaba luchando con el dolor. Rina observó su rostro una vez más.
Sabía que eran las medidas provisorias. El tiempo corría, y ella tenía que actuar rápido.
Rina sacó su pasaporte del bolso. La necesidad de tenerlo listo para escapar la había empujado a no pensar demasiado en los detalles. Ahora que tenía un breve momento de calma, lo abrió. Pero en cuanto sus dedos rozaron las páginas, volvió a ver en la esquina superior derecha, la mancha de sangre que ahora ya estaba seca.
Su pulso se aceleró al instante. Aquella mancha, aunque pequeña, le hizo recordar lo que estaba en juego. La huida, el dinero robado, las vidas en peligro, todo eso le golpeó con fuerza. Aunque sabía que tenía que dejar atrás su vida anterior, una parte de ella no podía evitar sentirse culpable por la forma en que había llegado a este punto.
Guardó el pasaporte y arrancó el auto con una sacudida. El sonido del motor llenó el silencio de la mañana.
Miró a Sergio una vez más. Él estaba profundamente dormido, y en ese momento, la responsabilidad de lo que vendría a partir de ahora recayó completamente sobre ella. ¿Podrán cruzar la frontera?
El futuro seguía muy, pero muy incierto.
***
El auto avanzaba lentamente por la carretera que conducía a la frontera. Alba miraba fijamente el camino por delante, aunque su mente estaba en otro lugar. Cada kilómetro que pasaba la acercaba más a su objetivo, pero también le recordaba lo que estaba dejando atrás. El peso de lo que había hecho la estaba consumiendo poco a poco.
Noel manejaba en silencio, ajeno a las dudas que nublaban la mente de Alba. Ella lo sabía; él siempre había sido así, confiado y relajado, creyendo que todo iría bien. Pero Alba no podía librarse de la sensación de que algo estaba a punto de salir mal. Tenía en sus planes a robarle a su padre, y aunque trataba de convencerse de que era lo único que podía hacer, la culpa no desaparecía.
Miró de reojo a Noel, que canturreaba una canción en la radio, sin preocupaciones. “¿Qué pasará cuando lleguemos al país?”, pensó Alba. No podía evitarlo. Algo no le daba paz.
Va a tener que aparecer de nuevo.
Sacar a Rina de su lugar.
Actuar como antes.
Elaborar un plan del robo.
Volver a escapar.
Dejar otra vez a Rina en su lugar.
Por un momento pensó hacer de Rina su cómplice y así evitar su propia aparición. Obligar a Rina de robar el dinero y evitar que las sospechas se caigan sobre ella misma. Pero no confiaba que Rina era bastante valiente para hacer esto. ¿Bastante estúpida? Si. Pero cobarde.
Así que todo va a tener que hacer ella, Alba.
Alba se giró a la ventana, observando el paisaje desolado a medida que se acercaban más a la frontera. El sol empezó a salir trayendo un nuevo día.
En un intento por calmarse, Alba respiró profundamente.
"Es solo un paso más. Es lo que yo siempre quería. Una nueva vida, sin las ataduras de mi padre." Pero las palabras le parecían vacías. En el fondo, sabía que no estaba huyendo solo de su padre, sino también de ella misma.
Noel la miró de reojo.
—¿Todo bien?", —le preguntó, notando su silencio y la mirada perdida de Alba.
Alba lo miró un momento antes de responder.
—Sí, solo estoy pensando en todo lo que hay que hacer, —dijo, con la voz un poco más baja de lo que había pretendido. —cuando lleguemos.
A lo lejos, las luces de la frontera comenzaron a brillar en la oscuridad, señalando que ya estaban cerca. Alba sintió un nudo en el estómago y una sequedad en la garganta.