El Rostro Prestado. Libro I

Capítulo 40: La Última Frontera

Rina condujo el auto por la carretera desierta. La frontera estaba cerca, las luces de los puestos de control parpadeaban en la distancia, indicándole que ya casi llegaba al final de su huida. Un nudo en su estómago se apretaba con cada metro que avanzaba.

Miró a Sergio, que seguía dormido en el asiento del copiloto.

La herida en su costado podría empezar a sangrar en cualquier momento, aunque ahora parecía estar estabilizado gracias a las vendas improvisadas que Rina había colocado. Sabía que esto no duraría. La bala seguía dentro de su cuerpo, y en cuanto el efecto de los calmantes pasara, el dolor volvería con más fuerza.

Rina suspiró y puso más atención al volante, pero no podía dejar de mirar a Sergio. Estaba demasiado herido para estar en una situación como esa, demasiado débil para lo que estaba por venir. La frontera. El cruce hacia lo desconocido.

Detuvo el auto a un lado del camino, en una pequeña área apartada que había encontrado antes de llegar al control. Necesitaba hacer unos arreglos antes de continuar. Miró a Sergio una vez más. El chico estaba inmóvil con el rostro pálido, pero respirando. Ella agradeció que al menos estuviera dormido.

Rina lo cubrió con la campera que tenía sobre el asiento trasero, tratando de tapar la gran cantidad de sangre que se había derramado.

Sintió el olor fuerte. El olor a sangre estaba impregnado en el aire.

La chica sacó una botella de alcohol que había comprado en la farmacia, y vertió un poco sobre los asientos, las manos, y el piso del auto.

El olor a desinfectante comenzó a reemplazar al de la sangre.

De repente, recordó el dinero. La bolsa con los 300 mil que había robado de la empresa. Necesitaba esconderlo. Sin pensarlo demasiado, tomó el cuchillo que había usado para cortar las vendas y abrió con cuidado la parte del tapizado del asiento trasero. Con las manos temblorosas, metió la bolsa de dinero en el espacio que había creado, asegurándose de que quedara bien oculta.

Finalmente, Rina sacó su pasaporte. Lo miró, notando la mancha de sangre en la esquina. Con el alcohol, frotó rápidamente la sangre en el papel, hasta que el pasaporte se quedó mojado pero limpio. Por último, tiró alcohol en las manos sacando los restos de sangre.

Una vez lista, Rina miró al frente. El puesto de control de la frontera estaba más cerca ahora. La tensión crecía en su pecho.

Puso el motor en marcha, respiró hondo, y condujo lentamente hacia el control fronterizo.

Al entrar en la zona de revisión, sus manos se aferraron al volante con fuerza y sus nervios al límite. Todo estaba en juego en ese momento, pero al mirar a Sergio una vez más, Rina supo que no podía fallar. Tenía que cruzar esa frontera, no solo para huir, sino para dejar atrás todo lo que había hecho.

***

Los agentes de policía se movían rápidamente por la casa de Héctor, revisando cada rincón en busca de pistas que pudieran llevarlos a Alba. Ya habían tomado las huellas de todos los objetos que ella había tocado, hasta sus pertenencias personales. Las órdenes eran claras: encontrar a Alba Trenton a toda costa.

Uno de los oficiales, con una expresión de concentración, tomó la radio.

—Solicito la transmisión de las imágenes de Alba Trenton, a todas las unidades. También que se emitan las órdenes de detención. —la voz resonó en la sala, mientras los otros agentes continuaban con la investigación en la casa.

En la comisaría, un equipo de investigación ya estaba procesando la información. Las fotos de Alba, tomadas por los agentes que habían estado en la casa, comenzaron a circular a través de las estaciones de radio de policía y en las pantallas de los ordenadores. La cara de Alba apareció en la pantalla grande de la comisaría, clara y nítida. Todos sabían que la operación para encontrarla era prioritaria.

Las órdenes de detención fueron rápidamente enviadas a todas las delegaciones de policía en el país.

“Detención inmediata de Alba Trenton. Se considera en fuga, potencialmente peligrosa.” El mensaje se repitió en las comunicaciones, aumentando la presión sobre las autoridades.

El jefe de la comisaría revisó las órdenes con detalle, mirando los documentos impresos antes de tomar otra decisión.

“Además, necesitamos emitir alertas en las fronteras del país antes que esta chica y su cómplice se fugan a otro país. Las autoridades fronterizas deben estar al tanto de la situación.”

Rápidamente, se enviaron las instrucciones a las fuerzas fronterizas. Los puestos de control en las fronteras del país recibieron las órdenes y las fotos de Alba con rapidez. El mensaje era claro: “Alba Trenton está en fuga. Cualquier intento de cruzar la frontera debe ser detenido inmediatamente.”

Mientras tanto, los agentes que estaban en la casa de Héctor terminaban de registrar el lugar, sin encontrar más pistas sobre el paradero de Alba. Sin embargo, ya sabían que, aunque no estuviera físicamente en la casa, la huella de su presencia estaba marcada por cada paso que había dado antes de desaparecer. Las órdenes estaban en marcha, y la búsqueda no iba a cesar.

La caza de Alba estaba en marcha.

***

Alba y Noel se acercaban lentamente a la frontera.

Los pensamientos de Alba se atropellaban. Las luces del puesto de control brillaban en la distancia, marcando el final del camino y el principio de lo desconocido. Cada kilómetro parecía pesar más sobre sus hombros.

Alba, con el rostro serio y la mirada perdida, pidió a Noel que detuviera el auto. Él, al notar su incomodidad, obedeció y estacionó el coche en el arcén. El sonido del motor apagado dejó paso al silencio pesado que los rodeaba.

- Noel, — dijo Alba en un susurro, sin apartar la vista del horizonte. Se quedó en silencio por unos segundos, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—¿Qué pasa, Alba? — Noel preguntó suavemente, mirando el rostro tenso de ella. —Estás muy nerviosa. Si hay algo que quieras contarme, ahora es el momento.




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