El sabor de la Navidad

Capítulo 4

Charles
Miré con pesar cómo se iba aquella chica, no había tenido la intención de ser tan borde con ella, pero estas Navidades me causan demasiada tensión, no deseo estar aquí, pero deseo demostrar que puedo superarme, qué puedo hacer todo lo que me proponga, absolutamente todo y nadie me lo puede impedir, nadie.
Ya el salón estaba medio vacío, algunos solo ponían cinco o seis diseños, pero había otras personas como yo que lo dejaban todo, no tenían miedo al qué dirán solo deseaban demostrar que hicieron todo lo posible por alcanzar su objetivo. Se preguntarán por mi objetivo.
Mi objetivo no es trabajar en esa empresa, ¡obviamente no! Ya yo tengo experiencia con esta clase de personas, sin embargo deseo poder negarme cuando me quieran en las cocinas con desesperación, aun cuando vean mis diseños y me supliquen que forme parte del equipo, yo quiero tener le entereza de negarme, de demostrar que soy un elemento importante, no porque soy autosuficiente sino porque hay patrones, sencillos principios que frente a mí violaron y eso nunca lo voy a olvidar.
Llené cada una de las hojas ya que el cuaderno era relativamente fino, fui el último en terminar, pero lo di todo, fui hacia Michael Fireman Tompson y la ira surgió de nuevo en mi interior, deseaba ahorcarlo, pero lo único que hice fue darle mi cuaderno 
-Muchas gracias- dijo él, sin embargo, yo no respondí nada, solo le di a la otra mujer el otro cuaderno
-El cuaderno de la chica de al lado -Mich me miró sin comprender, es tan estúpido que no sé cómo no se enteró, suspiré- La primera chica que se fue tiene un gran talento, lo que aún no lo sabe- sin esperar que me dijera absolutamente nada, me di la vuelta y me fui, no deseaba estar allí un segundo más y no quería una conversación con él. 
Deseaba olvidar el pasado, olvidar los secretos, olvidar, ¡simplemente olvidar el fantasma de aquella Navidad! Llegué a mi casa, deseaba estar solo pero el tiempo pasó tan lento que la desesperación creció en mí. Tomé una ducha y me vestí rápidamente, tomé mi auto y manejé hacia mi refugio, sonreí al ver la fachada de esa tienda que lo era todo para mí, al entrar, la campanilla de la puerta sonó avisando oportunamente al tendero que alguien había llegado. 
-Bienvenido señor, ¿se le ofrece algo en especial? -sonrío
-Tranquilo Andrew, yo estaré en las cocinas, cualquier problema me avisas-el joven asintió y yo seguí mi camino, suspiré mirando este hermoso escenario, era maravilloso y nunca me cansaría de él. Tomé los ingredientes pertinentes para realizar la primera tarta que me hiciera olvidar el patético rostro de Michael, era un idiota y nunca le perdonaría lo que hizo. 
A medida que rompía una docena de cascarones, sentía que la ira de mi ser se apartaba, cuando batía con fuerza esta mezcla tan mágica de ingredientes, sentía mis energías renovarse, mi vida era la repostería y nunca, ni por un segundo me plantearía rendirme, no dejaría que volvieran a dudar de mi potencial pasara lo que pasara.
Horas después el horno completó mi obra maestra, seguro me juzgarán por ser engreído o autosuficiente, pero en realidad no lo soy, simplemente aprendí a valorar mi trabajo, mis postres no serán extremadamente sofisticados pero el sabor y la arquitectura sin duda han impresionado ha gran grupo de personas y al final de cuentas eso es lo que vale. Solo valen las sonrisas y los gestos de placer al probar cada bocado, solo valen la energía positiva de las familias que se van satisfechas y la fidelidad de cientos de clientes que solo compran en esta tienda.
Suspiro sonriendo al ver el resultado, ¡un hermoso pastel de navidad! 
Quito mi delantal y lavo mis manos, tomo mi pastel con seguridad y lo tapo como debe de ser, camino con él hacia afuera y veo a varias personas mayores despedirse de Andrew, dejo mi pastel en una vitrina después de colocarle gel frío para que no se derrita. Faltaban 20 minutos solo para cerrar, así que decidí que hoy Andrew podría irse más temprano, aunque no tan temprano como se merecía.
-Andrew ya puedes recoger tus cosas-me acerqué a la barra para que me escuchara con claridad- Así llegas más temprano a casa, es navidad-Andrew sonrió 
-Gracias señor, deseo hoy pedirle a Zamantha que sea mi novia- sonreí
-Ojalá salga todo bien y que la Navidad te conceda ese deseo-di dos palmaditas en su hombro y él sonrió- Anda ve- asintió y fue a por su bolso, echó una carrerilla hacia la puerta y la abrió para salir, pero se detuvo
-Señor, usted no cree en la Navidad -sonreí
-Que la Navidad no funcione conmigo no significa que contigo será igual, anda ve, llegarás tarde
- ¡Gracias señor! -sonreí viéndolo marchar. El amor era así, un torbellino de emociones y un mar de esperanzas, la Navidad era igual, pero los dos tenían un defecto, me odiaban hasta no dar más. 
Miré mi tienda, no me hizo falta ni el amor ni la bendita Navidad, no sería la gran cosa, no era un restaurante ni era un lugar de lujo, pero era tan bella y tan sencilla, tan hermosa que sonreí.
¿Me había costado? 
Sí.
¿Me arrepiento de rebelarme contra todo y todos?
No, no lo hago.
¿Me duele la soledad?
Un poco. 
¿Puede mejorar esta Navidad? -suspiré 
Eso no lo sé.
Miré por el gran ventanal una figura familiar, lo primero que reconocí fue su cabello, rubio y hermoso, pero ya no vestía ese traje Gabbana y su postura ya no era tan erguida, intentaba calentar sus brazos frotándolos cuando vio algo en la tienda que la detuvo, no sé por qué, pero de repente sentí nervios, ¿entraría?
No, no lo hizo, siguió de largo y suspiré, esa chica era un misterio, no tenía ni esta gota de fe en ella misma sin embargo parecía muy segura de su talento, era un mar de contradicciones, hablaba con confianza, pero no tenía confianza en lo que diseñaba. Sus diseños no eran malos, al contrario, eran mágicos, sin embargo por alguna extraña razón a ella le parecían insuficientes o tontos. 
La campanilla de la puerta se escuchó nuevamente, miré hacia la entrada mientras pronunciaba las palabras de bienvenida de la tienda por inercia
-Bienve…
-Ahórreselo, gracias-miré bien quien era y tuve que reír interiormente, solo ella podía dar una contesta así, no me había visto obviamente, pero yo si veía todos sus movimientos, la vi acercarse hacia la vidriera que yo había llenado hace pocos minutos y mirarla fijamente, no sabía si le gustaba la tarta o solo intentaba buscarle defectos, sin embargo, eso no fue lo que me llamó la atención de ella.
Su cuerpo se estremecía en terribles temblores, incluso cuando en la tienda había calefacción, miré sus zapatos, unas sandalias tan planas y abiertas que no protegían su piel de este frío, no tenía medias, ni pantalón, ni vestido largo, traía un saco que le quedaba ancho, con un cierre y ya, tenía mangas largas de puro milagro, pero el largo de la prenda era ínfimo, a mitad de muslo. Suspiré, ¿cómo esta chica pasó de usar Gabbana a no usar absolutamente nada? no tenía ni guantes, ni gorro ¡por dios! ¡se iba a morir de hipotermia!
Tomé mi abrigo, le quedaría grande, pero eso sería mejor, mientras más se abrigara mejor sería, ¿cómo podía descuidarse de esa manera? Por fin llegué a donde estaba y dejé caer suavemente la tela sobre sus hombros mientras ella exigía en voz alta sin darse cuenta de nada.
-¡Quiero esta tarta!
 




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