El sabor de la Navidad

Epílogo

Hannah
Charles me sonreía y eso tranquilizaba mi corazón enormemente, esa magia rara de la Navidad hacía que pensáramos que llevábamos toda una vida juntos. Caminamos de las manos hacia la cocina, haremos lo que más nos gusta y si sale mal lo haremos de nuevo. La vida se trata de arreglar lo que sale mal, no significa querer rendirse al equivocarse.
Tomo el delantal blanco, y lo coloco sobre mi cabeza viendo a mi compañero hacer exactamente lo mismo, sonreímos cuando la puerta se abre y Mich asoma la cabeza, miro rápidamente a Charles preocupada, pero este habla dando el primer paso para perdonar, para sanar esas heridas que algunos nos autoinfligimos sin querer. 
-Puedes ayudarnos tío- Mich sonrió y poco después ya los tres teníamos un hermoso delantal, la marca personal de nuestra vocación. Teníamos nuestras manos, las máquinas de nuestros sueños. Y, por último, teníamos la Navidad de testigo. Testigo del amor, de los milagros y de las segundas oportunidades que un día vimos lejanas.
Limpiamos la cocina al cabo de unas horas y yo aproveché para hacer dos grandes llamadas, una a Mima, agradeciéndole por absolutamente todo, le conté muchas de las cosas que habían pasado y ella me animó a arriesgarme, debía encontrar mi propio camino y yo estaba más que dispuesta a hacerlo al lado de Charles. En segundo lugar, llamé a mi departamento, y el teléfono fue contestado, hablé con ese padre tan preocupado y con ese niño que no conocía otra cosa que hambre y frío, me agradecieron infinitamente por dejarles dormir allí, pero yo no sentí que eso valiera mucho. Prometí volver al día siguiente con una gran tarta y escuché la alegría de ambos. 
-¿Crees que saldrá mal?-me giré al escuchar su voz 
-Creo que este pastel te encantará  
-No me refería a eso-lo miro confusa 
-¿A qué te refieres? 
-A estar juntos-mi corazón se detiene-Sé que todo hasta aquí ha sido una especie de juego, pero no quiero que lo sea más-siento mi corazón revivir al oír esas palabras-Quiero estar contigo, pero tengo miedo de cometer un error por tanto tiempo como lo hice con mi tío-sonrío acariciando su mejilla 
-Charles, hoy aprendí que la vida no es perfecta y nunca sabremos si nos irá bien sino lo intentamos… ¿Te arriesgas?-acercó su sonrisa a la mía sin embargo el sonido del horno listo nos sacó del paso, tomamos el pastel y entre los dos lo pusimos en una mesita de rueditas, sonreímos y la guiamos hasta todos los invitados luego de quitarnos los delantales. 
Las expresiones de sorpresa y gusto de todos al ver el pastel nos hicieron caminar con más seguridad, el pastel era de cerezas y chocolate, y se veía simplemente bello e imponente. La mamá de Charles hizo el honor de picar cada trozo con ayuda de Mich, y cuando por fin la sala se llenó de expresiones de gusto y alegría mi corazón se llenó de paz. A eso vine a New York, vine a comprobar si era buena en la cocina o no, y al parecer si lo era.
- ¿Por qué lloras amor? -lo miro sin entender como en esta época tan fría, donde atravesé tantas dificultades y obstáculos en el pasado, ahora resultaba tan cálida
- Simplemente me siento en paz por primera vez en años -besa mis nudillos sonriendo con ternura. 
-A partir de hoy esta es mi tarta favorita -miré su plato completamente vacío y reí a carcajadas, aunque tuve que callar cuando me miró fijamente y habló-¡Feliz cumpleaños amor!-sus manos tomaron mi mentón y sus labios mi boca, sentí el piercing de su lengua y sonreí, ya no les temía a esos piercings, solo eran una excusa para parecer loco y malvado para su familia, pero eso era antes. La navidad nos había sanado y había unido los pedazos de nuestros corazones, después de todo sí que era milagrosa. Abracé su cuello y respondí cálidamente su contacto, lo deseaba, deseaba probar esos labios con sabor a cerezas, esos labios con sabor a Navidad. Todos hicieron bulla y nosotros nos reímos sonrojados, todos seríamos una familia ahora, con cientos de defectos, sin embargo, había descubierto que la Navidad no busca la perfección de nada ni de nadie, solo busca la felicidad, pero…
¿Qué buscamos nosotros con tanto anhelo?
Creo que buscamos con desesperación el sabor de la Navidad.
¿Y adivinen qué?
¡Al fin lo encontré!




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