Todo estaba preparado para recibir a los invitados, si algo se les daba bien al comando R, era organizar saraos. Para esta ocasión, habían reservado la planta Vip de la discoteca de moda. El hermano de Ricardo era uno de los socios de dicho local y cuando este le contó sus planes no puso ningún inconveniente en cederles el sitio.
—Hola, hermano —saludó Esteban a Ricardo cuando lo vio llegar acompañado de Rodrigo—, espero que todo esté tal y como tú querías.
—Esteban sabía que podía confiar en ti —afirmó Ricardo con una gran sonrisa.
Se fundieron en un gran abrazo. Ambos hermanos se llevaban de categoría, siempre habían compartido su pasión por las mujeres y las relaciones esporádicas.
—Yo también sé que puedo confiar en ti y que cumplirás tu parte del trato.
—¿Se puede saber qué me he perdido? —quiso saber Rodrigo interrumpiendo la conversación.
—Nada, Rodri, solo que aquí mi hermano quiere conocer a Patricia, por lo visto necesita un masaje urgente.
Rodrigo no pudo disimular la cara de asco al escuchar el nombre de aquella petarda, engreída. Ella era la fisioterapeuta del hospital y siempre se habían llevado a matar. No soportaba que se metiera con sus supuestos kilos de más. Él era un hombre de muy buen ver y ella además de fea era demasiado grande para su gusto.
—Esteban, por favor, en que momento te has convertido en un hombre tan vulgar y necesitado. Yo de ti me mantenía lejos de esa mujer, es más, la encerraría en el baño y tiraría la llave.
—No comparto tu opinión, salta a la vista que no compartimos muchas cosas. Mejor será que os preparéis para ir recibiendo a los invitados. Cuando llegue Santiago me acercaré a saludarlo.
Y dicho esto desapareció mientras los invitados comenzaban a llegar. Los primeros en aparecer fueron Sergio, el residente de primer año, junto con la auxiliar de enfermería, Adriana. El mismo Rodrigo había conseguido que no tuvieran reparo en mostrar la atracción que sentían el uno por el otro.
—Hola, pareja de tortolitos.
Se acercó a ellos y los saludó dándoles dos besos al aire y sin llegar a tocar sus mejillas, tal y como acostumbraba a hacer.
—Hola, Rodrigo veo que somos de los primero en llegar.
—Sí, salvo la enfermera de Ricardo y las enfermeras de rayos, no ha llegado nadie más —afirmó Rodrigo mientras miraba nervioso hacia la puerta.
—Espero que el doctor Carmona venga, de todos es sabido que no es muy dado a estas fiestas.
Aventuró Adriana ante la mirada de estupor de Rodrigo.
—¡Qué dices niña! ni se te ocurra pensar en eso ¡fea! Por supuesto que vendrá, estoy seguro que Julián se encargará de ello.
La voz de Cristina los sorprendió.
—Espero que no estéis hablando de mí.
Rodrigo saltó de alegría al escucharla y emitiendo un gritito de satisfacción dio saltos a su alrededor.
—Cristina, cielo, que maravilla que ya estés aquí. No sabes lo contento que estoy de tenerte como amiga. Por fin, una mujer guapa a mi lado.
Tras darse los dos besos al aire se enzarzaron en una trivial conversación dando la oportunidad a Sergio y Adriana a colocarse en un discreto lugar lejos de las miradas de los demás.
Ricardo se percató de la llegada de Pandora, la directora del hospital, acompañada de su marido el Jefe de Recursos Humanos.
—¡Pandora, Andrés! qué bien que halláis venido.
—Ricardo, sabes que mi mujer no se perdería un evento tuyo por nada en el mundo —objetó Andrés tendiéndole la mano a Ricardo a modo de saludo.
—Cariño no seas tan exagerado, solo quería darle la bienvenida a Santiago. ¿Por cierto ya ha llegado? —replicó ella buscando con la mirada al homenajeado.
Ricardo la saludó con dos besos antes de contestar.
—Acabo de recibir un mensaje de Julián que ya están de camino.
Durante un rato hablaron hasta que la aparición de Pascual Montero el nuevo anestesista hizo que los tres compartieran miradas de sorpresa.
—¿Se puede saber quién ha invitado a este personaje? —preguntó entre dientes Pandora.
—No tengo ni idea, que yo sepa en la lista que hice con Rodri, él no aparecía.
—Creo que la respuesta viene a pocos centímetros de él —puntualizó Andrés.
Los tres siguieron con sus miradas a la mujer que caminaba junto a Pascual, ella no era ni más ni menos que la doctora Patricia Soto.
—Pascual, aquí nos separamos. No me interesa que nos vean juntos —Se despidió Patricia paseando su mirada por el local deseosa de que nadie la hubiera visto al lado de aquel hombre—. Creo que mi deuda contigo está saldada, desde ahora nosotros no nos conocemos.
Pascual la miró divertido, estaba equivocada si pensaba que habían terminado, él no soltaría a su presa hasta cumplir con su objetivo.
—Está bien, no tengo problema en fingir que no nos conocemos, no obstante te aseguro que cuando lleve a cabo mi plan, serás tú quien querrá pasear a mi lado.
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Editado: 01.03.2021