Los Bélanger se distinguían por ser una de las familias más ricas y populares de la aristocracia, desde sus inicios habían tenido carácter dominante, y un orgullo tan vigoroso, que en donde estuviese su apellido todas las miradas eran dirigidas a ellos, su abuelo Jacques Belanger fue un pobre hombre que lo perdió todo en la fiebre escarlata y de toda su familia, de todos los Bélanger, fue el único que sobrevivió, y así como se lo prometió a su padre, sacaría el apellido adelante. Y así lo hizo. Hasta hoy en día.
Ahora la familia Bélanger era conformado por el primogénito mayor, James Bélanger un hombre muy recato y de política, su vida fue instruida para ello. Y a su lado Merida de Bélanger, una mujer muy victoriana, de origen Inglés, de carencias elitista. Y entre ambos habían concebido a tres pequeños, él mayor Jacob, un niño de ojos azules muy particulares y de cabellos rubios, toda una preciosura, como lo llamaba su abuela Iselda.
Y después le seguía su hermana Adelaine, una hermosa niña de ojos verdes como el prado veraniego, de cabellos oscuros, tan negros como la noche, y con una dulzura que resultaba empalagosa hasta para el más glotón. Una niña risueña y feliz. Después le seguía Alice una bebe de apenas un año que emanaba ternura y resplandor con ojos tan azules como el cielo. Toda una familia de renombre que tenía a la mayoría de la Burguesía francesa al pendiente de cada movimiento que diesen.
Las fiestas invitadas por medio de la corona, eran bien recibidas, pues daba mucha más importancia codearse con la élite aristocrática, así mismo ayudaba considerablemente a las negociaciones de embarques ya que de ello dependía por completo su fortuna. Para mantenerse así a su familia y a su residencia cerca de Maldivia, en donde una casa enorme de tres acres y cuatro de bosque residía. Una casa muy modesta para tal patrimonio, pero con todos sus lujos, dejando en claro el poder de tal apellido.
Todo parecía un cuento de hadas, una familia feliz con un buen estatus social, todo tan perfecto, inclusive el bienestar ético. Todo un ejemplo a seguir en la moral.
Moral que se rompió, por Jacob y Adelaine.
Quienes no aceptaron sus papeles asignados por la sociedad.
Quienes desde el principio no dejaron que nadie más escribiese su historia. Si no ellos mismos, más nadie.
Una historia tan dulce y trágica.
Que será contada por mil vidas, y será susurrada por el viento.
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