PARTE IV
Adelaine sintió ese calor abrazador en los brazos de Jacob, y escucho sus latidos tan en sincronía con los de ella, y fue el sonido más hermosos, era su favorito, el calor que emanaba el fornido cuerpo de Jacob la hacía sentir estar en el lugar correcto, y recibir su calor le era tan gratificante, pues su alma la necesitaba como su piel la del sol. El olor a vainilla llegaba a la fosa nasal de Jacob como un rastro que se perdía en la cabellera de Adelaine, y solo ese aroma lo desconectaba del exterior, del abrumador mundo.
-Nos alejaran-susurro con aflicción Adelaine.
En un suspiro que inflo sus pulmones Jacob observo los ojos verdes de su hermana quien lo observaba con severa preocupación en la mirada, Jacob la observo con ternura en la mirada y luego lentamente sus labios chocaron con la suave piel de su frente, cerró los ojos y sintió la tersa piel de su hermana, el ávido olor a vainilla quedo impregnado en su olfato y el suave sabor dulce en sus labios.
-Jamás-dijo en su frente.
Y con esas palabras apaciguo todo miedo e incertidumbre de la mente de Adelaine, pues a ella solo eso le bastaba, sus palabras, esas palabras, que callaban cualquier aflicción, aquellas palabras, las únicas que calmaban el alma agitada de Adelaine. Las únicas que tenían poder sobre ella.
Y aquella tarde soleada fue testigo del sosiego de aquellas almas, que se daban refugio y calor la una con la otra, aquellas en las que sus voces eran transmitidas en el silencio pasmoso, y sus pensamientos ondeados por el viento.
Y sus corazones guiados por las puertas del alma.
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