PARTE VIII
Y con victoria abandonaron aquel bosque verde y húmedo, para dirigirse a la mansión Bélanger, en donde una Adelaine concentrada se encontraba escuchando instrucciones de su maestro de piano, el señor Ruthels un hombre ya de avanzada edad de semblante serio, cada que Adelaine se equivocaba en alguna nota era recibida por un reglazo en ambas manos, reacción que causaba la humedad en los ojos de Adelaine, pues siempre que su hermano llegaba de caza encontraba esos ojos verdes llorosos, y Addy solo se limitaba a abrazarlo para callar cualquier cuestionamiento departe suyo. Y esta vez no sería la excepción, pero Jacob siempre notaba las delicadas manos de su hermana con marcas, y en silencio su ira crecía hacia aquel despreciable viejo, iba creciendo y creciendo, hasta que un día explotaría. Con dolor en sus muñecas Adelaine acaricio el dorso de su mano que tenía una fuerte marca roja, el señor Ruthels con una reverencia se despidió de la señora Bélanger, dando por terminada las lecciones.
-Adelaine, vete a vestir. Pronto llegara tu padre y tu hermano, vamos apresúrate- le apremio su madre.
Con absoluta rapidez Adelaine asintió y se dirigió rápidamente a su recamara y con alegría eligió el vestido más bonito, un vestido blanco de encajes en sus mangas y de tela suave, en un moño recogió su cabello y hecho un último vistazo a su imagen, y con una sonrisa de alegría bajo las escaleras al escuchar a los perros ladrar. Su corazón se aceleró, él ya estaba ahí. Jacob cansado bajo de su caballo y dejo en manos del cuidador las correas de Zeus, su caballo pura sangre de pelaje café, con agotamiento se dirigió a la entrada de su hogar en donde un grupo de hombres se encontraban entrando con trajes manchados de lodo, su madre poso su vista en los ojos azules de su hijo y una sonrisa le fue brindada, gesto que no fue devuelto por parte de él, con semblante serio y la mirada al frente Jacob siguió su camino, dejando a su madre en la puerta con un gesto no correspondido y un deje de tristeza. Merida abatida suspiro y cerró la puerta, dejando afuera su tristeza y melancolía, y volviendo a su papel.
******
Pobre de Merida.
¿Y ustedes que opinana?