Parte II
El triste día se vestía de gris y de frió, las hojas volaban despojadas de sus ramas volando en el viento dando la bienvenida al otoño, Adelaine admiraba desde su balcón como eran bajadas las maletas de su hermano, apenas y ayer se habían unido, se habían...besado, acaricia delicadamente sus labios ante el recuerdo de sus labios rozando, saboreando los de él, el recuerdo vivido de sus tibios labios acariciando los suyos aún permanecen tan frescos como aquella brisa que fue testigo de aquel momento de su unión. La figura de Jacob aparece ante sus ojos, quien sale y observa como sus maletas son subidas al carruaje, viste de negro, completamente de negro, su expresión es seria y su semblante ausente, contempla como las hojas danzan al ritmo del viento y una de ellas le lleva a encontrarse con la figura de ella quien admira desde el balcón, Adelaine lo observa con cruel dolor en la mirada y se desvanece ante sus ojos al adentrarse a su alcoba, Jacob baja la mirada con tristeza e impotencia.
-Muy, bien ya está todo- le avisa el mancebo.
Jacob asiente, y admira una última vez el balcón desolado, su padre se posa frente a él y con una sonrisa le palmea el hombro.
-Ya es hora, ve con cuidado hijo- Jacob asiente serio.
-Cuídate querido- le despide su tía Natalia desde la puerta,
Merida admira a su primogénito, baja los escalones, se posa frente a él y admira a su hermoso hijo, su bello e ingrato hijo.
-Cuídate mucho-dice apenas en un susurro, admirando fijamente los ojos celestes de él. Jacob admira a su madre quien lo contempla con un deje de tristeza.
-Lo haré-dice con un ápice de calidez en la voz.
-Bueno creo que es hora de marcharnos ya- sugiere Victoria quien partirá a Luxemburgo junto a su sobrino.
-Si váyanse ya- concuerda James con su cuñada.
Jacob admira una última vez el balcón con esperanza, y la impaciencia lo encarcela, pasa al lado de su madre quien lo observa contrariada como el resto de los demás ahí presentes, quienes admiran como Jacob corre adentrándose a la casa. Con pasos apresurados sube la escalera y al llegar a la planta alta corre hasta llegar a estar frente a la puerta blanca, toma el pomo y se adentra. Adelaine reposa sentada en su cama con la mirada fija en el suelo y sus ojos se levantan al notar una presencia, al notar su presencia, él se aproxima a ella con pasos apresurados y ella con el corazón a punto de salirse de su pecho se levanta abruptamente de su cama y recibe el calor de él, quien la toma de las mejillas y la admira fijamente a los ojos, esos ojos que lleva grabado en la memoria y en el alma, Adelaine lo observa con adoración y graba cada facción de su rostro. Él con devoción toma sus labios dulces y carnosos y ella con total entrega le responde y le entrega el corazón en ese momento, entregándose ambos en aquel beso que llevaba tanto amor, tanta dulzura, tantas promesas, el aire se les escapaba de los pulmones, él la besaba con toda devoción y entrega los labios de ella, que recibían gustosa los roces leves y entregados de los labios de él, y las lágrimas empaparon las mejillas de ella, las saladas lágrimas de felicidad y a la vez de tristeza, Jacob al darse cuenta se alejó con la respiración entre cortada y admiro el rostro empapado de ella y con delicadeza seco cada una de las lágrimas.
-No llores que no he muerto- dijo con calidez y ternura en la voz.
Adelaine lo observo mientras trataba de controlar su llanto.
-No, pero yo moriré en tu ausencia- Jacob la contemplo con ternura.
-De eso nada. Volveré- Adelaine observo fijamente sus ojos con tristeza.
-Vuelve a mí- dijo con desespero en la voz.
Jacob la admiro una última vez antes de darle un casto beso en los labios y en un susurro decirle;
-Hasta pronto amor mío- beso su frente con ternura y salió sin mirar atrás, con pasos decididos, dejando atrás su corazón y ella admiro con lágrimas como él se llevaba su corazón y su ser.
-Aquí te esperare amor mío-
Y aquella tarde gris y fría las hojas del sauce empezaron a votar sus pequeñas y viejas hojas, que se las llevo el viento entre susurros silenciosos, que guardaban secretos y tristezas que eran susurradas solo para aquellos quienes podían escucharlas.
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No hay nada más doloroso que una despedida.