Parte I
-¿Se encuentra usted bien?- pregunto con aquel tono de voz duro pero que parecía suavizarse en su paso.
-Si.-dijo apenas en un susurro.
Los ojos de él no la abandonaban parecían estar atrapados en aquellos, peculiares, pero hermosos ojos castaños, los más hermosos que había visto en su corta vida, una sonrisa inconsciente se le escapó al muchacho que con tal porte aparentaba ser un hombre, pero apenas y era un joven que hace poco lo era. Las mejillas de ella se volvieron tan rojas como un tomate y la vergüenza se apodero de ella, todos los presente observaban la escena.
-Muchas gracias...-decía, hasta que fue interrumpida.
-¡Lárguense de aquí, antes que llame a las autoridades!- exclamo el hombre colérico.
Con dificultad trataba de ponerse en pie, pero no era una tarea tan fácil de llevar a cabo. Él joven muchacho observo la escena y con molestia en su mirada y la voz firme dijo;
-Es mejor que nos retiremos-
Llamando así la atención de la joven muchacha, él hizo un ademan incitándola a pasar delante de él, ella con inseguridad y su mirada clavada en las facciones firmes de él asintió y paso frente a él. Luego de una lucha dura logro su cometido aquel despreciable hombre al fin pudo levantarse del suelo, con las facciones contraídas y el rostro colorado observo al joven muchacho de piel apiñonada, este lo fulmino con la mirada antes de voltearse e ir tras la muchacha. Nathalia caminaba sin conciencia de que lentamente se iba alejando de aquel lugar y se aproximaba con lentitud a la plaza central donde la fuente que se encontraba frente a ella la despertó de su letargo, mostrando la abarrotada plaza parisina, se detuvo y con lentitud giro tras de sí chocando su mirada con aquella verde, al notar la mirada intensa de aquel muchacho sobre ella, las palabras desaparecieron de su mente y por primera vez en sus diecinueve, Nathalia no tenía nada que decir, sus labios permanecían expulsando únicamente su aliento.
Él joven muchacho la escudriño detenidamente recorriendo cada facción, notando así los ojos castaños de aquella muchacha, los más hermosos que alguna vez hubiese podido haber observado en su vida, bajando lentamente por sus pómulos resaltados y su nariz respingona y luego en sus labios, sus labios rosados y carnosos, sin darse cuenta se había perdido en cada facción de ese hermosa señorita. Nathalia no tenía palabras para poder describir lo que estaba sintiendo, porque, ¿Cómo hacerlo? jamás antes en su vida había sentido aquella sensación, ese retumbado acelerado en su corazón, o aquel escalofrió que le recorrió toda la espalda al fijar sus ojos castaños en aquellos verdes, que parecían ser un jardín oculto, que robaba toda su atención.
Él al percatarse en la ensoñación de la joven decidió aclarase la garganta y reaccionar de aquel hechizo del que era presa, porque así se sentía al simplemente observarla; hechizado, atrapado ante la presencia de esa hermosa dama, de ojos café claro que por unos largos segundos logro lo que nadie jamás había logrado, robarle el aliento al Joven Italiano.
-Sta bene?- pregunto con un tono de voz preocupado.
Nathalia al escucharlo, al escuchar su voz varonil, salió de su letargo y reacciono dándose cuenta de su alrededor, de donde se encontraba, de lo que había sucedido y de lo que sucedía, de él y de lo que decía, pero; ¿Qué había dicho? desconcertada sus ojos parecieron enfocar todo a su alrededor y poner atención al joven muchacho, notando en lo alto que era, mucho más que ella, ( y...¡Vaya que ella era alta!) y en su rostro de marcadas facciones, en sus cejas espesas que resaltaban más sus clarísimos y bellísimos ojos verdes, en su mandíbula afilada y aquellos cabellos negros que caían en su frente de manera descuidada que le daban una apariencia desprolija y descuidada.
-Désole?- dijo con desconcierto en su tono de voz.
El muchacho al escuchar el suave tono de voz y la forma en que expuso su desconcierto agacho la cabeza para luego fijar de nuevo sus ojos verdes en ella con una sonrisa y gesto apenado.
-Lo lamento, es que a veces olvido en donde me encuentro- le relato en francés, con vergüenza.
Ella sonrió por inercia a la sonrisa tan hermosa que él le había dedicado, y bajo su mirada comprendiendo que él no se acostumbraba al idioma, luego de que él hablara y dejara expuesto su acento, italiano a su parecer.
-No se preocupe- respondió casi en un susurro tímido.
Él sonrió aún más ante la timidez de ella, si percatarse que Nathalia era todo menos tímida, nunca lo había sido, no hasta ese momento. Ella nerviosa levanto su vista y la poso en sus ojos que la veían con atención con ese brillo, esa atención que jamás nadie le había dedicado.
-Quiero agradecerl...- decía con vergüenza.
Hasta que escucho tras ella su nombre.
-¿Nathalia?- cuestionó la grave voz.
Nathalia se giró con delicadeza y aparente sorpresa, sus ojos buscaron al dueño de esa voz, y sus ojos chocaron con unos similares a los de ella, los de su hermano menor James, quién se acercaba a ella con pasos decididos e imponente sobresaliendo del resto, su mirada se mantuvo clavada en su hermana hasta que reparo en la persona que la acompañaba, y sus ojos feroces se clavaron en los verde de aquel desconocido.
James se situó imponente y frunciendo el ceño aún más, se plantó frente a su hermana y con la mirada puesta en aquel, tipo, cuestionó a su hermana.
-¿Dónde estabas? Mi padre y yo te hemos estado buscando-demando con tono de voz duro.
Los ojos de James dieron con los de su hermana para rápidamente regresar su mirada recelosa hacia el joven de tez morena que observaba en silencio pero más no se dejaba intimidar y con la vista clavada en él.
-¿Qué pasa? ¿Acaso te está molestando?-pregunto a su hermana.