El Sauce De Adelaine

CAPÍTULO VI

Primera Parte

 

 

El melodioso sonido del piano siendo tocado embargó a todos los presente quienes se mulleron en el silencio para así apreciar aquel sonido tan...magnífico, claro, para todos excepto para aquel joven quién sostenía una copa en su mano derecha y observaba la ventana con la mirada perdida, perdida en sus recuerdos y pensamientos, en una única persona, Adelaine. ¿Dónde estaba? ¿Ya habría comido? ¿Tenía frió?, ¿Estaba sola? ¿Estaba triste? ¿Estaba bien? ¿La trataban bien? Esas y muchas más preguntas embargaban su cabeza, en ella. La única dueña de sus pensamientos, tragó de su bebida y observó el ventanal que le brindaba una vista espectacular de aquel jardín bien retocado y cuidado, lleno de flores y pequeños arbustos bien recortados, y el sonido melódico de aquellas notas eran lo único, el único sonido que asaltaba aquella cabeza suya, donde nada más que sus pensamientos dominaban.

- Así que de usted es de quién no se para de hablar. - le habló una joven.

Jacob, desvió la mirada del jardín y la posó en la joven que estaba situada frente a él y le observaba con una sonrisa y la mirada castaña fija en él.

- ¿Disculpe? - preguntó escueto.

La joven bajo la mirada y sólo sonrió para luego volver a posar su mirada en aquel joven apuesto de mirada azulada y semblante serio e indiferente, que yacía apartado de todos, pues la curiosidad le ganó a aquella joven que desde que entró a la sala no pudo despegar su mirada de aquel apuesto muchacho de aire misterioso.

- Que nadie ha dejado de mencionar las maravillosas iniciativas de Jacob Bélanger. - le hizo saber con diversión en la mirada.

Jacob la observó serio para luego beber de su copa y asentir lentamente.

- Bueno, pues no es como yo describiría aquello, temo que lo hayan sacado de contexto. - le respondió igual de serio.

Ella sonrió pero no por sus palabras, fue algo simplemente involuntario, a lo mejor fueron sus palabras, o el sonido ronco de su voz, o su mirada seria, o a lo mejor la elegancia de sus gestos sutiles a la hora de expresarse, a aquella joven le pareció que fue él, y todo lo que le concerniera referido a su persona. Aquel joven simplemente la dejaba sin aire en los pulmones, a ella y al resto de las jóvenes ahí presentes.

- No sea modesto, acepte sus logros - defirió la muchacha con la mirada fija en cada una de sus facciones.

- No los soy, pero tampoco reniego de ello. - le respondió.

Aquella conversación ya estaba exasperando al muchacho, la charla y la compañía, bebió de su copa observando a cada uno de los invitados que reían y conversaban en grupos. La desesperación se adueñó de él, aquellos eventos y lugares sólo lo hastiaban, el único lugar y a la única persona que él quería ver, era a su hogar y a Adelaine, sólo ellos dos, juntos, sentados en aquel viejo sauce, debajo de su sombra fresca, al lado de ella, observándola leer y reír, observar sus cabellos oscuros siendo movidos por la fresca brisa mientras su mirada verdosa observaba con atención aquel libro de pasta vieja y gruesa, esas páginas amarillentas y casi despedazas que ella leía con tanto fervor y cuidado. Nada más que su hogar, junto a ella.

- Vaya sutileza. - le expresó la joven ante las palabras del muchacho.

A pesar de la poca gracia y trato que le había brindado el joven, esto no ahuyentó a la muchacha, pues ella creía normal la arrogancia de aquel joven, debido a que era un muchacho apuesto, listo y sobretodo, de un buen apellido, inclusive si él la empujase en ese instante ella se lo dejaría pasar, eso y mucho más.

- Creo que no nos han presentado, un placer Louissa Laffùt. - se presentó con una reverencia.

El asintió y le brindó una efímera y escueta sonrisa forzada. A Jacob le tenía sin cuidado ella, su nombre o apellido, ella y el resto de los ahí presentes. Ella al percatarse del silencio de él, sonrió.

- Y usted ha de ser él famoso Jacob Bélanger. - le hizo saber con una sonrisa.

La joven muchacha notó el poco interés que tenía el joven en ella, pero lo ignoró, era algo complejo de su entendimiento, para ella era normal que un joven de su edad no tuviese interés alguno en percibir algo más allá de su entorno, después de todo era muy normal que los muchachos no entendiesen de la subjetividad de aquel momento, y se mantuviera imparcial de sus intenciones. Pero el simple hecho de que él no tomase ventaja de su posición y de su atractivo, era algo inquietante a la vista, eso y su desinterés tan profundo, eso que lo hacía ser llamativo cuando parecía desear pasar inadvertido, eso que lo hacía tan atrayente a pesar de su antipatía tan evidente. La atención entera del joven estaba puesta en las cortinas largas que adornaban los amplios ventanales, más su mente parecía divagar.

- ¿Dígame que lo trajo a está jungla tan salvaje e incivilizada? - le interrogó interesada.

Los ojos azules del muchacho se posaron paulatinamente en el rostro de facciones finas de la joven, detallando minuciosamente los finos y delicados rasgos de la joven de mirada acaramelada y rostro dócil, quien parecía ser total y completamente ignorante del rechazo evidente. Se llevó la copa a los labios bajó la mirada penetrante de la joven, degustó lentamente el burbujeo del champán para luego tragarlo ante el escudriño constante de su acompañante. La falta de disimulo en aquel acto le pareció ridículo y una completa falta de insensatez, aun así se decidió por la cordialidad.

- Diferencias evidentes, ¿No lo cree usted? - respondió.

El parpadeo dejó en evidencia su ensoñación, ruborizándola. Y a él dejando en claro la pérdida de tiempo que implicaba seguir aquella conversación, en aquel lugar tan frívolo y desigual.

- Si me disculpa. - se excusó con una reverencia.

Acto seguido se retiró dejando a la muchacha pasmada y aletargada, recibiendo a su paso múltiples miradas curiosas, que dejaban denotar la indagación de sus pensamientos. Al salir de aquella sala repleta de personas, a las cuales el creía indiferentes, frívolas y soberbias. Llegó a la solución de que permanecer en aquel lugar no era lo más adecuando ni razonable, así que sin pensarlo mucho decidió encaminarse hacia el patio trasero donde fue recibido por la fresca brisa veraniega y el canto de las aves, el resonar de las ramas de árbol chocando una con otra, y el eco de voces lejana resonando en la estancia. Respiró profundo, sintiendo la fresca brisa en su rostro junto a los tibios rayos de sol, y al abrir sus ojos, cuando sus ojos se abrieron, contempló la vista más hermosa que él haya podido observar en esta vida. Sus ojos chocaron con aquellas esmeraldas verdes, de ese verde tan profundo como un prado, la contemplaron, ahí frente a él, a tan solo unos pies de distancia, con aquel vestido celeste que dejaba entre ver sus hombros delgados y su cuello largo, y su rostro de facciones angelicales, ese que adornaba con aquel peinado sutil donde una cascada de cabellos negros apenas y le rozaba el hombro izquierdo. Y ante tal imagen él no supo bien como tomar aquella escena, se sentía en un sueño. El sueño de ella, ahí, frente a él. Sus ojos celestes permanecieron fijos en la figura de aquella muchacha que parecía estar tan cerca, pero a la vez tan lejos, temía de parpadear y perderle en el proceso. Porque por tenerla ahí, sí era necesario él dejaba de respirar para no dejarla ir. 



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En el texto hay: primeramor, sufrimiento y lucha, epoca

Editado: 20.08.2023

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