El Sauce De Adelaine

CAPÍTULO VI

Tercera Parte

 

- ¿Cómo le llaman allá? - cuestionó el joven.

Adelaine levantó la mirada y con su pulgar frotó repetidas veces la cáscara manchada del huevo en sus manos, contempló como las gallinas corrían por todo el corral. Trató de procesar las palabras y darles un orden coherente en su cabeza. Frunció el cejo confundida, ¿Es qué acaso el había dicho? ¿Dónde...se encontraba la silla? No, no, eso no  ¿O sí? Tomó más huevos y los metió en su canasta mientras trataba de ignorar la mirada del joven.

- ¿Es acaso sorda? - curioseo.

Ella hizo una leve mueca y totalmente cansada, suspiró profundamente, se llevó las manos a su vestido de algodón blanco tratando de limpiarse las manos en el delantal que cargaba puesto. Se rascó la ceja derecha y se giró observando a su primo ¿Timothy? O ¿Thomas? O cómo sea que se llamase.

- ¿Qué? - cuestionó el joven muy confundido ante el gesto escueto de la muchacha.

Ya habían pasado cuatro días desdé que su, prima, se quedaba en la casa de sus abuelos maternos.  Exactamente cuatro días en los que llevaba habitando aquel lugar tan aislado y precario. O al menos eso le parecía al joven, aunque siendo sinceros el prefería el olor a carbón y aguas sucias de la Ciudad de Londres, qué ese asqueroso y aborrecible olor a estiércol.

Y desdé que había llegado a buscar a su madre al muelle sólo se topó con una niña, que a pocos minutos dé conocerle, terminó desfallecida en el suelo, y que lo último que había sabido de ella era nada más qué sus constantes silencios y contantes rabietas infantiles.

Y el trémulo silencio que osaba por utilizar con él.

Le contempló serio por unos largos segundos. ¿Por qué no hablaba? ¿Se trataba acaso de otras de sus rabietas? Ya ni sabía que pensar en ése momento. La señora Adele le había encargado recolectar huevos del corral y era evidente la falta total de conocimiento que tenía, así que en vez de pasar por completo de ella e ignorarla tal como ella lo llevaba haciendo, decidió en ayudarle. Y ahora, luego de ser paciente y verla huir de cada gallina que salía y de cada piquete, de una docena de huevos perdidos, luego de tres horas de "recolección" poco furtiva. Lo mínimo que pensaba era en el gesto de al menos mantener una charla, una corta y banal charla con la joven que parecía reacia a cualquier conversación o contacto ajeno a ella.

Pero la conversación parecía no tener efecto.

Y eso le estaba cansado. Frustrando.

- ¿Acaso no sé da cuenta? - cuestionó exasperada.

El joven le observó fijamente con semblante serio y con total confusión. No comprendía lo qué ella trataba de decir. Y su gesto lo expresó por completo.

Ella suspiró resignada.

- ¡Santo cielo! - exclamó.

Se acomodó los mechones rebeldes que sobresalían de su trenza en canasta y regresó a su tarea ignorando de nuevo al muchacho tras ella. Luego de unos minutos en silencio, él irrumpió.
- ¿Qué trata de decir? - preguntó.

La joven detuvo por completo lo que hacía y abrió por completo los ojos totalmente inmóvil y sorprendida al escuchar como le hablaba en un perfecto Francés. Se volteó y lo observó a los ojos.

- Pero...¿Por qué se burla de mí?...- exclamó exaltada. - ¡¿Acaso le divierte?!- exigió dolida.

El muchacho frunció el entrecejo con completo desconcierto.

- ¿A qué se refiere? - inquirió.

Ella negó incrédula de sus palabras.

- ¿Qué de que habló? ¿Es qué acaso usted no notó que yo no hablo Inglés? -  acotó impresionada.

Él luego de procesar sus palabras cambió su semblante a uno más sereno y su gesto muto del desconcierto a la diversión.
¿Qué sí no lo había notado? Por Dios Santo, claro que lo había hecho. Le tomaba de todo su fuerza no tirarse al suelo de risa cada que escuchaba como decía las palabras, tan atropelladas e inentendible.

- Pues... sí, pero...- explicaba tranquilo.

- ¡¿Entonces por qué me habla en Inglés?! ¡Yo no sé Inglés! - exclamó furiosa.

- Bueno, pues yo pensé que sí usted...-

- Dejé de inventar. Era evidente mi mal inglés y usted se aprovechó de mí completa ignorancia para regocijarse de mí total falta de dominio del idioma. Sabiendo claramente que soy Francesa. -

- No es francesa. - defirió.

- ¡Lo soy! - zanjó absolutamente alterada y ofuscada.

Él joven asintió lentamente con la cabeza mostrándose totalmente de acuerdo con ella. Ignorando muchas cosas, cómo por ejemplo las acusaciones inciertas que se le estaban adjudicado, o la nacionalidad de la muchacha, que era incierta en muchos sentidos. ¿Por qué decir ser Francesa? Y ante lo último y predominante de todo, era una cosa qué no dejaría escapar. Su actitud tan voluble y alterable. Por qué, ¿Qué había sido de la niña asustada, insegura e infantil de hace unos minutos atrás? ¿Quién era esa...feroz y desconocida, frente a sus ojos?

-No sé burle de mí. -  demandó totalmente indignada.

Antes de darse la vuelta y marcharse del corral y dejar al joven completamente solo. Él luego de unos segundos reaccionó a su ausencia y observó afectado la puerta por donde ella había salido segundos antes. Suspiró abatido. Al parecer había sido demasiado duro con ella, tal vez ella no era como el resto. No, era claro que ella no era como el resto. 

Ella era, Adelaine Bélanger.

El objeto de su presencia era cuidar de ella. Cuidarla como la flor delicada y extinta que era, para su madre y para el resto de la familia Bélanger.

 

 



#33277 en Novela romántica
#21261 en Otros
#1548 en Novela histórica

En el texto hay: primeramor, sufrimiento y lucha, epoca

Editado: 20.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.