Parte Tres.
Dévoument.
- Sí tan sólo...le conocieras. - suspiró profundamente.
Adelaine, terminó por secar la última tanda de loza en completo silencio. No interrumpió en ningún momento a las dos jóvenes que limpiaban el suelo y suspiraba como dos completas encaprichadas. Eso era al menos lo que le pareció a la pelinegra al escucharles hablar de muchachos, no cómo ellas lo describían, mágico, risueño, impoluto y puro, devoci.
Amor.
Ellas hablaban del enamoramiento que sentían y Adelaine, sólo escuchaba a dos niñas risueñas y encaprichadas de la idea y la noción de lo que ellas perciban por, amor. De lo que cualquiera quiere creer, sentir. Aquél mágico y voluble sentir, efímero y privado de su existencia.
No comentó nada, pero el pensar en que dos niñas hablarán de tal afección le disgustaba. Qué sobrevaluaran el sentimiento, ignorantes, ¿Qué sabían ellas del amor? ¿Qué era bello? ¿dulce? ¿En todo caso, infinito? ¿Real, honesto? ¿Fuerte? ¿Decidido? ¿Incensible? Ellas no sabían nada. No tenían idea de lo que hablaban, ni mucho menos, interpretar lo que sentían, notar la diferencia entre el amar del querer.
Pero... ella.
- ¡Addy, ven vamos al corral!- exigió Marisol, exhaltada.
Addy, le observó fugazmente el asomo rápido que realizó la rubia al entrar y llamarle. Luego de secar el último plato se decidió por asomarse a la puerta que daba al patio. Y la vista tan hermosa y sencilla que contempló le infló el pecho de una paz interna que jamás antes había sentido.
- ¡Laura!- grita, Marisol.
Adelaine, rió ante tal imagen, el viento ondeaba las sábanas blancas colgadas, mientras en el fondo un rebaño de ovejas lanudas pastaban, y Marisol, corría a la pequeña ricitos de oro de Laura, quién de nuevo se salía con la suya al robar el vestido de novia de su antigua nodriza. Aquel día gozaba de un cielo despejado y azul con el calor tibio de los rayos de sol, dignos de una mañana serena y quieta.
- ¡Ammy...! ¡Ammy!- llamaba en auxilio, Laura.
Con suspicacia logró esquivar a su contrincante y corrió a toda velocidad hacia, Adelaine.
- ¡Ammy!- gritó.
Se dirigió a ella hasta llegar y abrazarse a ella.
- ¡Laura! - bramó la rubia furiosa.
Adelaine, rió divertida ante tal arrebato y comportamiento, era muy claro que Laura, no era una chiquilla fácil de sobrellevar, pero era más difícil cuando se trataba de, Marisol. Laura, le sacó la lengua escondida tras, Adelaine.
- ¡Ay! ¡Ya sabrás de mí, chiquilla revoltosa!- le advirtió la rubia molesta.
A lo cuál sólo provocó una reacción burlona en la niña. Quién después siguió jugando alejada de la rubia. Agotada la rubia bufó al ver qué se había ensuciado el ruedo de su vestido en vano.
- ¿No te parece espelendoroso?- inquirió encimismada la pelinegra.
- ¿El qué? - cuestionó su acompañante.
- El día. - develó.
- Ah, sí. - coincidió indiferente.
Con la vista clavada en el cielo azul que era resaltado por el prado verde y lleno de vida no pudo evitar sonreír. Y pensar en aquel momento, lugar, en...la sensación de haber estado en la calma bajó aquél bello sauce, en su fresca sombra. Junto a él, recostada en sus piernas.
- Míralas. Que tontas. - comentó burlona.
Adelaine, se despabiló al escuchar aquéllo y contempló a la rubia de mirada cansona de su derecha.
- ¿Quiénes? - logró preguntar desconcertada.
La muchacha la observó fugazmente de reojo, para rápidamente posar su mirada en una dirección en específica.
- Esas, pobres tontas. A Lana y Leonor. - específico.
Adelaine, posó su mirada en las jóvenes que salían de la cocina que hacé un momento atrás le acompañaban. Ambas jóvenes salían cómplices y risueñas.
- ¿Por qué? - cuestionó.
- Pues, por qué más habría de ser. Están cómo locas por conseguir pretendiente. Ya sabes por lo de la feria estatal. - aludió.
Adelaine, frunció el cejo confundida y contempló a la rubia que tras la mirada incistente de la ojiverde desistió y su gesto muto de la sorpresa a la incredulidad.
- ¿Qué? ¿No sabes? - inquirió incrédula.
Adelaine, negó inocente con la cabeza y un puchero.
- Pues vendrá el regimiento del esté. - aclaró.
Y ante el silencio de la joven, Marisol, no pudo evitar rodar los ojos hastiada de la ignorancia de su compañera. Dos años en el que llevaba en Inglaterra y hablaba un pésimo inglés y su nula cultura inglesa, sin mencionar su acento tan marcado.
- El regimiento de oficiales de la corona, los casacas rojas. - añadió.
Adelaine, asintió al comprender mejor del tema.
- ¿Y nosotras iremos? - sé preguntó trás unos segundos.
- No. No tenemos derecho a asistir. Pero, claro que iremos. - aseguró.
- ¡No! - diferió.
- ¡Sí! Adelaine, por favor. -
- ¡No! ¿Qué dices? ¿Acaso has perdido el juicio? - razonó
- ¡Por supuesto que sí! ¡Mira, Adelaine! ¡Por el cielo santo!, ¡Tres años encerrada acá! No, yo ya no lo tolero más.- expresó con desespero.
Adelaine, incomprensible de las palabras de su compañera no comprendió aquélla aversión.
- Pero no les conoces. - le hizo ver.
Marisol, al escuchar aquéllo rápidamente negó con la cabeza, y fijó su mirada seria en el rostro confuso de la joven.
- Adelaine, ésto no es un cuento de hadas o una historia de amor cómo la de tus libros. Yo no tengo un apellido pudiente ni una familia aristócrata, ni un hada madrina o un pretendiente asegurado. Tal vez para ti suene desesperado o insensato, pero sí salgo en busca del amor verdadero, me voy a ir a estrellar al piso. - confesó apesadumbrada.
- Allá fuera no eres nadie sóla, Adelaine. Ésa es la realidad. -
- No, Marisol. No digas las cosas así...-
- Sí, Adelaine. Para las personas cómo yo, ésa es la única realidad. No todos venimos de castillos de cristal, ni vivimos en jaulas de oro. - expuso cruda y honesta.