Quinta Parte:
- He de amar con el corazón adormecido. - soltó en un suspiro melancólico.
Adele, observó fijamente desde el espejo a su hija a quien le cepillaba los cabellos rubios con tanto afán. Merida permanecía quieta con la mirada perdida y el pensamiento absorto.
- No digas eso. Ya verás que tendrás el futuro más próspero, tal vez incluso mejor que el de tú hermana. - aseguró calmada la mujer.
La joven observó a su madre quién con una sonrisa de orgullo dejaba entré ver ésa peculiar belleza, pues su madre siempre se sintió orgullosa en su época de juventud de gozar una belleza sin igual, belleza que su hija Victoria había heredado, mientras ella se conformaba con sus cabellos rubios y ojos azules, tan simples y corrientes como el resto, " una rubia sosa como el resto, sin personalidad ni gracia alguna" decía su madre.
Ella se creyó cada palabra de la cruel indolencia de su madre hacía ella. Pero ahora lo último que quería era el de pensar en ser alejada de su familia, de la vida que ella conocía, por otra desconocida.
De niña cuando Victoria le leía cuentos e historias, de grandes amores esos de los libros, tan mágicos y maravillosos siempre creyó que en un sueño hermoso en un futuro ella encontraría su propia historia mágica, con un caballero de armadura que con su corcel blanco la salvaría de las crueles garras de su madre y juntos cabalgarían hasta el ocaso, ella en sus brazos feliz enamorada y amada.
Que tonta, con diecisiete y seguía creyendo en ésos ‘‘cuentos’’ porque eso eran ya, cuentos que en la realidad se volvían infantiles e insignificantes.
- Dime ¿Es eso acaso lo único que importa, la prosperidad? ¿Qué hay del amor? - clamó en incredulidad ante las palabras de su madre.
La mujer se detuvo en su quehacer y la contempló seria con aquéllos ojos oscuros y esas pestañas largas y espesas.
- ¿El amor? El amor viene después. No te aflijas por insignificancias. - aconsejó.
- ¿Cómo puedes ser tan frívola?- acusó la joven en un dejé de rabia e incomprensión.
La madre suspiro ante la actitud de la muchacha que ante sus ojos lucía pálida y desubicada.
- Niña basta, calla. Deja esa actitud tan inmadura. - ordenó escueta.
-¿Cómo puedes?- cuestionó dolida e incomprensible.
- Ya un día comprenderás. La vida es difícil y más para nosotras. Yo sólo me preocupo por tú bienestar. - aseguró.
- Deja que yo me preocupe por mí propio bienestar. - exclamó famélica.
La mujer suspiró profundamente y se alejó de la joven.
- No seas insolente. Es por tú bien. Sí no te parece bien, puedes marcharte, pero olvídate de tu hogar, de tú familia y de tu apellido. - zanjó la mujer.
La muchacha al escuchar aquéllas duras palabras que su madre le dirigió indiferente, le creo un dolor inmenso que trató de mermar con los labios fruncidos y los puños apretados. Acorralada ante la estrepitosa declaración de su madre, no supo reaccionar más que en silencio adormecer el ardor profundo en su ser.
- Eres libre sí así lo deseas. Pero cómo todo en esta vida tiene un precio, entiendo estar asustada. No te obligaré, es tú decisión. - acotó antes de marcharse.
La joven con la respiración afectada al escuchar como la puerta era cerrada a espaldas suya rompió en un llanto desconsolador que en cada sollozo su pecho ahogado le creaba un encarcelamiento profundo sintiendo morir.
Ésa tarde comprendió que la vida pocas veces tiende a ser lo imaginado y que los cuentos e historias de amor, se quedaban en eso, en historias.
Ya su futuro quedaba en sus manos, o en las de alguien más.
Poco tiempo después su hermana le enviaría una carta que le robaría toda esperanza y que le obligaría a tomar una decisión radical y precipitada.
Pues, la vida como alguna vez la conoció distaría mucho de su abrumador futuro.
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Bueno, les tengo noticias importantes que desde luego deseo compartir muy alegre, y sí ¡Por fin! ya nos estamos acercando poco a poco a la parte más importante ¿Saben cuál?
Pues sí, el reencuentro.
¡Estoy emocionada!
Se vienen cosas fuertes ¿Preparados?