Segunda Parte:
-¿Tienes listo todo?- cuestionó desinteresado.
Él joven asintió mientras contemplaba como el servicio recogía sus maletas, mientras James leía detenidamente una carta. Jacob observó como la última maleta era sacada de la gran estancia que con anterioridad había sido su habitación por casi tres años, con la mirada perdida en la nada permaneció taciturno abstraído en su pensamiento profundo, a la lejanía escuchaba el estridente sonido de su alrededor, de la servidumbre y personal por todo el lugar moviendo aquello y lo otro, y a su padre hablando callado y distante de seguro de algún tema concerniente al embarcadero.
De hecho toda aquella semana su mente paso en otro lado, su presencia parecía distar de estar en aquel lugar, su mente estaba en algún lugar, pero ya ni él sabía dónde se encontraba su pensamiento, todo en él parecía una fachada, una carcasa vieja que en su núcleo yacía vacía y hueca, se sentía como un fantasma que caminaba por los pasillos, lejano a todo y a todos a su alrededor la sensación de cómo se desvanecía con el pasar de los segundos, de cómo todo su ser desaparecía lentamente en aquella agonía perpetua en la que permanecía encadenado en cuerpo y alma. Tal vez su cuerpo no le resentía tanto como su alma, tal vez él en sí no desaparecía físicamente del plano terrenal, pero sí su pobre y desdichada alma, incluso su cuerpo yacía débil, delgado con la tez más pálida que nunca, el apetito había desaparecido por completo, su humor se tornó irritable y oscuro, en las noches le fue inevitable resguardar su dolor en compañía de las noches frías y oscuras, solitarias y desoladoras en donde sus sollozos adornaban el eco vacío y pernicioso.
Y llegado ese momento, él no sé podía sentir más débil y deprimido, sin fuerzas ni aliento. Tal vez lo hubiera tenido de no ser por las noticias que lentamente le desinflaban el pecho, y aquel día fue uno de los más helados y lluviosos, él y su padre estaban listos para partir a su hogar en Francia, donde se reunirían con su madre que ya se encontraba mejor de salud, además de que su pequeña hermana Alice ya había regresado al seno del hogar, pronto ellos partirían para en un viaje breve de dos días estar en su hogar, donde esperaría por...ella, ansioso y desesperado incluso adolorido, tan adolorido por el daño infringido.
Pues durante todo este tiempo él no dejó de culparse al no haber interferido en los planes de separarles, pudo haber hecho más, él pudo haber hecho todo. Pero, no lo hizo, fue un cobarde, tan cobarde que ahora se sentía horrorizado de sus acciones, del permanecer callado y de haberse dejado manipular, pero sobre todo de dejar que su hermana sufriera de tal modo, tan terrible. Y ahora mil preguntas le rodeaban en la cabeza y miles de sensaciones y sentimientos encontrados revueltos, entremezclados; culpa, miedo, rechazo, dolor, pena, desesperación, nerviosismo, felicidad, adrenalina, ansiedad y más, que sentía explotar. Se reprochaba tanto ¿Había sido lo correcto? ¿Era lo mejor? ¿Ambos acaso ya habían cambiado de parecer? ¿Sus sentimientos el uno por el otro seguían siendo mutuos? ¿Y qué sentiría ella cuando lo viera? ¿Qué sentiría él al verla de nuevo? ¿Seguirían siendo los mismos, y ella seguiría siendo la misma? ¿Y sí lo odiaba? ¿Sí ya no lo amaba? ¿O peor, sí ella lo ignoraba? ¿La podría volver a ver a los ojos después de todo? ¿Con que valentía o fuerza lo haría sí ella ya nunca más le dirige la mirada?
Tanto que pensar y sentir. A lo mejor y estaban mejor así...lejos uno del otro, a lo mejor para ella eso sería mejor para ambos, que cada uno este separado, sin tan sólo él lo aceptara tan fácil como su pensamiento se lo planteaba. Sin tan sólo fuera egoísta y la olvidará, tan frívolo para serle indiferente.
- ¿Hijo? – inquirió expectante el hombre.
El joven lentamente despabila para concentrar su atención en el hombre de facciones maduras y de mirada cansada que le veía a la espera, con lentitud paulatina asintió en gesto de aceptación. Aunque ni siquiera sabía sí aquello era un gesto consciente o un simple reflejo ido. Tampoco le importó mucho, de todas formas no había marcha atrás.
El daño ya estaba hecho.
En un suspiro profundo ambos hombres salieron de la habitación para dirigirse a la salida, una última mirada alcanzó a aquel cuarto lúgubre, esa cárcel que lo mantuvo en el peor de los acongojos. Aquel que no fue más que su verdugo, pues el peor de los infiernos permanecería a la espera en el lugar que una vez llamó hogar.
Ése qué le hostigaría hasta desangrarle el cuerpo y vaciar su alma moribunda.
Dudaba de encontrar el paraíso bajó aquel sauce. Ya sólo su mente y corazón necio mantenían el recuerdo, ese del que se alimentaba.
Del recuerdo tierno de dos almas entrelazadas con corazones aguerridos y aferrados a la idea de un amor eterno y etéreo destinado a ser.
- Ya verás hijo mío el futuro próspero que te espera. - concluyó el hombre con orgullo.
La débil espalda del muchacho trastabilló ante las palmadas bruscas del hombre. Ambos subidos en el carruaje partían camino a Maldivia, a su hogar. James, en toda su estadía decidió ignorar la insistencia de su primogénito por saber de su hermana menor, todas las mañanas y tardes él preguntaba por ella, sí se encontraba bien, sí estaba bien de salud, sí estaba sola, o dónde se encontraba. Evidentemente el hombre inapetente evadía las preguntas y se dedicaba a tocar temas que sólo a él le interesaban y que creía a su hijo le conciernan.
Claramente, en cuanto el tema dejaba de tratar de Adelaine rápidamente Jacob perdía total interés y se dedicaba a contemplar la nada, ya ni siquiera se molestaba por aparentar.
Y James lo atribuía a una simple melancólica del tiempo alejado de su hogar y su patria querida. Después de todo Jacob cuidaba de su hermanita y era muy sobre protector, eso lo entendía. Pero ahora creía que lo mejor era que él se preocupará por su futuro y ya no por el de su hermana, quién ya se encontraba preparada para ser cuidada por un esposo en vez de por su familia. Y Jacob debía dejar de preocuparse por ella, quién pronto dejaría de estar a su cargó y cuidado. Pero a Jacob le costaba entenderlo, o al menos eso creía él. Sólo era cuestión de tiempo para entrar en razón, pensaba él hombre.