El Sauce De Adelaine

CAPÍTULO IX

- Él ha venido a verte muy a menudo, triste es su partida. - develó con pesar.

Merida contempló a su madre por un largo momento en completo silencio mientras terminaba de partir las verduras. No sé le vino a la cabeza nada más que expresar una mueca de completo descontento y pensar en que ya no podría pintar, claro que era triste, pensó.

- Era buen partido, creí estaba asegurado. - comentó desanimada.

Merida asintió y no opinó, pues claro, él le regalaba flores hermosas y era muy atractivo y caballeroso, pero ese joven, James Bélanger, no era tan maravilloso como un lienzo en blanco o melodioso como el sonido de las notas siendo tocadas por un piano.

No había tal belleza que asemejarse.

Y después de un tiempo agradeció a volver a su rutina, meses después pasaría las desgracias, su hermana negada al matrimonio se fue de casa para luego unirse al clérigo. Su madre desesperada por buscarle un marido, y los diluvios acechando las cosechas.

En el punto de quiebre de una joven que debe desquebrajarse para volverse mujer.

No paso mucho para que su padre cayera enfermo y la granja entrará en crisis ante las malas temporadas para que Merida violentamente fuera arrojada a la desesperación. Y ya el amor quedará en último plano.

 

Una tarde caminando por las calles frías de Londres, pensaría que lo mejor era aceptar la propuesta reciente de Tobias Lathón para tomar seriamente tal oferta, aquél predecía ser un año terrible para la familia Lumberth.

Angustiada y con lentitud recorría el camino de tierra rumbo a la austera situación que en su hogar esperaba por ella. Inmersa en su pensamiento caminaba a paso lento y desganado con aquel vestido sencillo de color celeste y blanco al centro, el ruedo desgastado y sucio de tierra. Era una tarde cálida, con rayos de sol tenues que se esparcía como un manto en el cielo celeste adornado de nubes amarillas y naranjas, el cantar de las aves aún se escuchaba como una última despedida antes de esconderse entre las ramas.

Toda aquella quietud fue imprevista por el fuerte sonido de un cabalgado acelerado y un relinchando feroz trasu espalda, sorprendida contempló como un jinete se detenía paulatinamente a unos pasos frente a ella.

Con tal porte en su silueta estilizada su figura oscura opacada por la luz del sol detrás de  él que parecía emanar magnífica de su intimidante figura, embelesada a la joven le tomó tiempo aclarar sus ideas.

- Imaginar contemplarla aquí parece una epifanía. - confesó con sorpresa y en tono alto el joven.

Ella pronto espabila y nota más que su mera presencia, reconoce inmediato al hace poco desconocido. Y su gesto muta de la perplejidad a la expectación.

Era él, James Bélanger.

- ¿Dígame señorita a usted no le parece una epifanía esto? - cuestiona.

Desconcertada la joven lo observa.

- ¿Epifanía dice? ¿Lo cree usted? ¿Por qué ha de ser ello? - cuestionó contrariada.

Él sonrió enternecido mientras el caballo inquieto relinchaba.

- Déjeme llevarla a su hogar. - pidió.

- ¿En su caballo? No señor, sé lo agradezco, pero no es propio de una dama. - evidenció sutil.

El asintió de acuerdo y con tal habilidad bajó de su caballo quedando a unos pasos de distancia de la joven rubia a la que le ganaba en peso y estatura.

- Permítame, entonces acompañarle. - sugirió.

Reticente la joven emprendió camino y el muchacho rápido le siguió el paso, en silencio ambos se dirigían al hogar de la joven.

- No le he visto desde la última vez. - mencionó ella.

Él sonrió y un largo suspiro salió de sus labios.

Sí, hace meses. - concordó.

- ¿Y a qué se debe su visita? - cuestionó.

- ¿Ha venido de nuevo por motivos de negocios?- preguntaba.

Él la contempló por un largo silencio.

- ¿Cree usted que es lo único que me motivaría a regresar? - inquirió curioso.

Desconcertada le observó.

- ¿Hay algo más que lo atraiga y lo motivé a regresar Señor Bélanger? - se mostró expectante.

Él no dijo nada, siguieron caminando en silencio hasta llegar a la entrada de la propiedad. Antes de dar un paso más se detuvo y ella igual.

- Señorita, he de ser sincero con usted ante mis intenciones hacia usted y el motivo de mi presencia.
- declaró.

Ella le escudriñaba en silencio mientras el sonido de sus palabras danzantes merodeando a su alrededor como mariposas. Por algún motivo inexplicable su corazón latía con calma.

- ¿Y cuáles son? - cuestionó.

El suspiró profundo antes de levantar la mirada de sus manos al ver qué estás estaban cubiertas por unos guantes de cuero oscuro, impaciente se despojó de estos y por fin la enfrentó.

- Mi estadía acá es contra mi voluntad e incluso la de mi familia, pero ya me parecía estar sujeto al peor de los tormentos al verme lejos de Londres. Fría, oscura, misteriosa, taciturna, majestuosa belleza, me vi rendido a caer desde el primer momento en tal hechizo fruto del paroxismo de mi estado. - confesó preso de los nervios.

Imperturbable de su situación, la joven no sé precipitó a concluir ni a imaginar nada hasta que todo estuviera dicho, pero pronta fue su intuición de lo recién declarado el objeto que lo dominaba, desde la primera oración que escapó de los labios del joven.

Ella bajó su mirada y la posó en el suelo húmedo por la reciente lluvia. Llevaba tanto sintiendo una presión inexplicable en el pecho, que sentía cómo lentamente se le adormecían las extremidades.



#33277 en Novela romántica
#21261 en Otros
#1548 en Novela histórica

En el texto hay: primeramor, sufrimiento y lucha, epoca

Editado: 20.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.