El secreto

Lealtad

    Cuando llegaron al colegio él, Rafael y Clara, pudieron notar las dos semanas de ausencia que habían tenido. En la escuela la situación era más que un simple rumor, ahora los mellizos Oni y Hisae Kai tenían apodos y el resto de los estudiantes se alejaban de ellos. Especialmente, después de que dos días atrás espantaran a Oni con una rama de olivo salpicando agua; como pudieron saber por unos compañeros en la entrada. En los pasillos, escuchan como murmuran que los mellizos Kai están malditos, que sus padres tenían dinero por haber hecho un pacto con el diablo, y parte de ese trato era que Liliana tuviera a sus hijos. Por eso ellos eran hijos del diablo, igual de poderosos e igual de malos.

—Mi tía lo vio, ella hace fuego con la mirada —Acusó un compañero.

—Oni siempre ha tenido una mirada rara.

—y esos nombres, son muy raros. —Los rumores no paraban.

    Lo peor de aquello es, que según la abuela de su amiga podía ser que Hisae si hiciera fuego… ¿cómo iban a negarlo? Tomó la mano de Clara con firmeza, la pequeña estaba triste.

—Voy a buscarlos. —Dijo Rafael adelantándose, y Yostin detuvo la mano de Clara cuando quiso sacar su varita para hechizar a alguien por expandir rumores.

No tardaron mucho en dar un respingo al oír los nombres de sus amigos.

—¡Ono, Sasae!

Dos gritos de espanto lo siguieron e inmediatamente él y Clara se apresuraron para alcanzar a su amigo en el salón de clases.

 

Rafael, fijó sus ojos pardos en sus amigos y muy serio interrogó sin piedad: ¿Es verdad que están poseídos? —Los chicos no dudaron en negar—En serio, la verdad. ¿Qué se siente? ¿Es como tener una lombriz solitaria, o ser esquesofrénico? —Pregunta acentuando sus ideas con grandes gestos de manos.

—¿Cómo voy a saber?

—Ustedes son los poseídos, ¿no?

—No, tampoco sé cómo se siente ser un queso de frenos. —Reclama Oni frunciendo el ceño y su hermana le mira extrañada.

 

    Hisae, Oni y Rafael se fijaron en él y Clara cuando entraron a la sala. No le sorprendió ver a Rafael invadiendo su salón, siempre esperaba al maestro para volver a su curso. Yostin guió a Clara hasta sus puestos, donde dejaron la mochila y vio como Hisae instintivamente va hacía ellos, pero su hermano la detuvo.

—¡Chicos, aquí estamos! ¡En la isla desierta! —ríe Rafael ignorando la indicación de Oni que pedía mantener distancia.

Sonrieron y cuando iban a acercarse varios compañeros se pusieron delante o les dieron advertencias sobre los peligros que acechaban a los hermanos.

—Los pueden maldecir, nuestros padres dijeron que no hay que acercarse —fue solo una de las cosas que decían sus compañeros.

—Yo no les creo. —Afirma Yostin, sorprendiendo a los demás al llegar con los niños y chocar su puño con Rafael antes de ofrecer lo mismo a Oni.

    Sorprendido, conmovido y titubeante Oni lo miró a los ojos… Yostin mantuvo la mano en alto y empuñada hasta que obtuvo su respuesta. Por su parte Clara antes de saludar observó a su amiga con preocupación al verla sollozar en silencio.

—Hisae, ¿estás bien?

—¡Clara, Clara! —gimió abrazando a la mencionada— Creí que nos tendrían miedo. Yo no quemé al hombre, de verdad.

 —Clara, se llama Sasae —Rafael susurra por encima del hombro de la melliza, como quien no quiere la cosa, recibiendo un golpecito en su brazo por parte de Oni quien le corrige repetidamente.

—Es Hisae, tú lo dices mal.

—Y a ti te dice Ono —Yostin suelta una pequeña risilla, que crece cuando Rafael reprocha que Ono es el nombre del mellizo.

—Oni, que se llama Oni —Corrigen las dos niñas, uniéndose a las risas de Yostin.

El grupo comienza a reír y conversar tan animadamente que, por varios minutos logran olvidar el rumor que recorre los pasillos.

 

Los siguientes días fueron así, con momentos buenos y momentos malos. La mamá de Clara comentó un día, cuando estaban haciendo tarea en casa de Rafael, que la madre de los mellizos estaba en su casa pidiendo consejos porque ya sabía cuál de sus hijas prendía fuego a lo que veía, una situación muy peculiar. Los padres de su vecino no parecieron muy convencidos de que aquello fuese posible, pero él -Yossemazten- sabía que si era posible. A los días después, Hisae y Oni le confirmaron que al parecer la inocente Yuu era la culpable de aquellas travesuras. Después de ese día, los mellizos pasaron más tiempo con ellos, ya que la doctora Liliana visitaba a la familia Cortez muy seguido para solicitar la guía de la abuela. Todo esto sólo hizo las cosas más tensas en su casa, sus padres discutían mucho sobre las libertades que tenía para jugar o leer. Sus lecturas preferidas quedaron encerradas en el ático con candado, las historias sobre sus abuelos fueron suspendidas hasta nuevo aviso… Sus padres parecían pelear todo el tiempo sobre retomar las clases en casa sobre hierbas medicinales y cocina o dejarlas para siempre. Por ello, estar a tiempo completo en casa de Rafael empezó a ser habitual

Fue en una de esas tardes, cuando creyeron que sería solo otro día más con rumores a sus espaldas, llegaron sus amigos con Liliana a visitar a la abuela, y decidieron reunirse para ir a la plaza… Los acompañó el padre de Rafael, tenía la tarde libre. Normalmente, un niño no presta demasiada atención a lo que conversan los adultos… pero, Yostin, es bastante más curioso y antes de salir alcanzó a escuchar lo que Liliana comentaba: la opción de mudarse era más tangible cada vez. Salió sin decir nada al respecto, se rio con los comentarios de sus amigos y al rato ya había olvidado lo que escuchó. Aunque no se imaginaba que sería determinante unos cuantos minutos más tarde, cuando ayudó a Oni a comprar unos jugos Kapo para todos (aún le costaba comprar con dinero chileno) y, tras pagar al dueño de la tienda salió y vio que el chico no estaba… Y al encontrarlo estaba siendo arrastrado al otro lado de la manzana, no supo qué hacer, quedándose inmóvil por unos momentos.



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En el texto hay: exorcismo, secretos, amistad

Editado: 01.03.2023

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