El secreto bajo las hojas

Introducción

Las hojas de maple cubren el túmulo de tierra en el cual yace mi cuerpo sin vida. Soy escoria, tan solo un recuerdo, un efímero instante que sucumbe ante el inframundo. La tierra es mojada sobre mi piel. La sangre impregnada en todo mi cuerpo se mezcla con la oscuridad que me rodea formando una masa densa y viscosa sobre mis frescas heridas. El lodo queda incrustado entre mis uñas y mis dientes. No puedo moverme. Tengo miedo.

La lluvia cae, puedo escucharla a cuenta gotas. Los pasos se alejan. Las efusivas risotadas se vuelven viento. Los gritos y el murmullo de la desesperación se desvanecen ante el crujir de las hojas rojizas y doradas que ustedes dejaron arremolinándose a mi alrededor cuando huyeron. Tú también te fuiste. Tan solo silencio, mares y mares de silencio que me envuelven y estrujan mi alma. Quiero llorar, quiero gritar, quiero decirle a todos lo que han hecho, lo que te hicieron, lo que me hicieron a mí, y de lo que son capaces; sin embargo, las fuerzas se han ido de mi cuerpo. No puedo más que subyacer ante el infortunio de mi propia muerte.

Y de repente...

Mis huesos comienzan a crujir, la piel de mis extremidades comienza a desprenderse de mis músculos, el cabello se cae, se desborona, la carne se corroe, mis ojos parecen salirse de sus orbitas. Todo duele, a punto de ser insoportable. ¡Dios! ¡Cuánto duele! ¿Después de muerto se puede sentir tanto dolor? ¿Acaso no ha sido suficiente con lo que ellos me han hecho?

¡Ya, por favor!

Una bocanada de aire recorre mis adentros. Una enorme e incandescente luz escarlata desplaza toda la oscuridad. Abro los ojos, todavía hay tierra sobre mis pestañas. Mis débiles articulaciones comienzan a tiritar, apenas muevo los dedos y siento como si algo quisiera surgir de mi garganta. ¿Qué sucede? ¿Qué está pasando?

¡Estoy muerto! ¿No se supone que éste es el final?

Escucho el viento que me habla, susurra, su voz es ronca a mis oídos, me ordena que me levante, dice que todavía me queda algo por hacer. Trato de ponerme de pie removiendo en cámara lenta los escombros que me rodean. Mi cuerpo parece estar flotando, mis pies se despegan del piso…

El aire me abraza, como un tornado devorando lo poco que queda de mí, siento las ráfagas de viento entrelazándose con mis entrañas, una sensación gélida y agradable en mi torso. Levanto la mirada y contemplo la magnitud del cielo grisáceo sobre mi cabeza, las nubes opacas se airean encima de mí dejando caer con lentitud sus diminutas gotas de agua dulce que no logro percibir sobre mi rostro. Estiro los brazos y con las palmas de mis manos temblorosas en señal de súplica intento palpar algo, pero la lluvia no logra mojarme, me atraviesa y no me toca.

Un miedo inmenso se apodera de mí, me carcome desde adentro, y entonces puedo mirar con asombro el montón de tierra formando un bulto cubierto por hojas secas de maple en donde esos malditos me sepultaron.

¡Sigo muerto! ¡Mi cuerpo sigue ahí! Qué iluso fui al pensar que iba levantarme de aquella tumba. ¿De dónde saqué esa descabellada idea?

Caigo de rodillas sobre mi sepulcro, clavo mis uñas sobre el suelo y comienzo a cavar con fuertes rasguños y zarpazos hasta encontrarme con un mechón de mi cabello castaño que se pega sobre mi frente. Mi nuca está ensangrentada, el golpe fue voraz. No lo recuerdo…

¿Por qué lo hicieron? Sé muy bien la razón, lo hicieron para que no hablara, para que nadie supiera lo que hacían en medio del bosque, para mantener su inmaculada reputación… y ahora ese maldito secreto reposa junto a mi sepultura entre la nada. El otoño arrastrará las hojas, descomponiendo mi cuerpo, los gusanos devorarán cada centímetro de mi ser, mis huesos se hundirán cada vez más hasta perderse por completo, hasta hacerse polvo. Y nadie sabrá nunca lo que me pasó o lo que te pasó a ti.

Entonces, ¿por qué sigo aquí? ¿En dónde está la luz que me lleve a ese lugar dónde no hay más dolor? Escucho una voz, no sé si es el viento, no sé si es mi creador, pero lo que dice, lo que murmura, me llena de una calidez incomprensible…

No es momento de irme, no aún. Tengo algo pendiente contigo y esta vez no voy a fallar, esta vez no tengo nada que perder…

Ya estoy muerto.




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