El secreto Bungalú

Capítulo 3

  Los días transcurrieron muy deprisa. Alice ya se sentía como en su propio hogar, muy unida a la familia Campos y se había encariñado mucho con los niños, aunque se quejaran tanto, terminaban haciendo sus deberes tranquilamente.
—Buenos días niños, me alegro que se hayan despertado hoy temprano por si solos -dice Alice con alegría al ver bajar a los tres niños por las escaleras.
—Creo que ya nos acostumbramos a despertarnos a esa hora -responde Antonieta bostezando.
—¡Excelente!, eso es magnífico.
—No para nosotros -dice Roberto con cara de amargado.
—Tonterías, es bueno poseer un horario para despertarse temprano -contesta Alice.
—Pero es sábado ¿qué vamos hacer a esta hora? No hay colegio -pregunta Antonieta.
—¿Cómo que no hay nada que hacer? Siempre hay algo que hacer.
—¿Cómo qué? -pregunta Rafael con un rostro de tener mucho sueño.
—Oficios por supuesto. Ustedes ya tienen edad suficiente para iniciarse en las tareas del hogar.
—Pero somos niños -reclama Roberto.
—Iniciar desde joven los acostumbra a hacer sus deberes por ustedes mismos. Les crea independencia.
—Pero… -empieza a hablar Roberto, pero no sabe que decir.
—Pero papá no nos deja usar la cocina solos -responde Antonieta en su lugar.
—Hay otras tareas del hogar, por ejemplo, la limpieza que es tan necesaria en las casas, aunque luego veremos lo de la cocina…
—¿Limpiar nosotros?
—Efectivamente, ya tengo todo listo para que empiecen -dice Alice señalando unos trapos, cubos, desinfectantes y otros objetos de limpieza.
 Los tres niños tomaron las cosas y empezaron con los oficios. Al poco tiempo Antonieta se acerca a Alice.
—Estamos agotados señorita Verbinder.
—Si no han pasado más de 10 minutos limpiando. Terminen rápido con el polvo que todavía queda limpiar el piso -responde Alice.
—Esto es explotación.
—Es hacer los quehaceres del hogar. Ustedes le dejan todo a su padre que además trabaja. Un poco de ayuda no estaría mal.
—Debería hacerlo usted no nosotros.
—Yo soy niñera no mucama. Y ustedes deberían ser lo suficientemente responsables para encargarse de su propio hogar. Quieren ser tratados como adultos, pero no se comportan como tal.
—Yo soy un hombre adulto y ya terminé de sacar el polvo de la mesa -comenta Rafael emocionado.
—Felicidades. Aprendan de Rafael, es el más pequeño y ya ha realizado sus deberes sin quejarse en lo absoluto.
—Esto no debería ser así, yo me voy -se queja Antonieta con altanería.
—Yo también -le sigue Roberto.
—De acuerdo, tendré que hablar seriamente con su padre al respecto.
—¿Qué le dirás? ¿Qué no queremos hacer todo lo que tú nos pidas? -pregunta Antonieta retándola.
—Esto es explotación -reclama Roberto.
—Es lo más normal que los hijos ayuden con las tareas del hogar. Ustedes han sido muy mimados y malcriados. Les hace falta algo de disciplina y responsabilidad.
—Usted es la que debería irse, no necesitábamos ninguna niñera -dice Antonieta levantando la voz.
—¿En serio? Por lo que he notado no están cuidando de Rafael que es el más pequeño. Tampoco del cuidado del hogar, entre otras cosas. Yo veo que si me necesitan y mucho -dice Alice mientras le brillan los ojos de un verde brillante.
—Tienes razón señorita Verbinder -responde Antonieta seriamente.
—Haremos los deberes como niños grandes -responde Roberto también seriamente.
—¡Perfecto!
  Antonieta y Roberto se fueron a hacer sus quehaceres.
—¿Cómo lo hiso? -pregunta Rafael intrigado.
—¿Hice qué?
—Usted es una Bungalú -dice él muy seguro.
—¿Qué dices? -pregunta Alice alterada ¿cómo es posible que un niño pudiera descubrir su secreto?
—Sí, le brilló los ojos. Hiso que mis hermanos limpiaran, aunque no querían.
—¿De dónde sacas eso, querido?
—No lo sé, es lo que me vino a la mente cuando la vi.
—Es mejor que no estés diciendo cosas que no son ciertas en voz alta.
—Pero sé que es cierto.
—Eso es imposible querido, tienes demasiada imaginación.
 Rafael siguió limpiando al igual que sus hermanos, aunque veía a Alice en ocasiones. 
 Ella todavía no podía creer que él pudiera darse de cuenta de eso ¿Cómo es que notó sus ojos? Sólo los demás Bungalús pueden ver ese brillo que sale de sus ojos al utilizar su poder. Alice nunca imaginó que fuera descubierta tan fácil y por un niño de 8 años.
 <<Debo vigilar bien y cuidarme de Rafael. No puedo dejar que me descubra con los demás. Por suerte es un niño y pensaran que son juegos de él>>
—Ya terminamos señorita Verbinder -le informa Antonieta.
—¡Excelente! Ahora falta el piso. Vamos a mover los muebles.
 Los cuatro rodaron el sofá y barrieron debajo de él. Luego trapearon y pudieron terminar.
—Me duele todo el cuerpo -se queja Roberto.
—Estoy súper sucia, huelo a polvo y a sudor, ¡qué asco! -dice Antonieta con un gesto de desagrado.
—Deben estar orgullosos de lo que hicieron, la sala ha quedado limpia gracias a ustedes mismo.
—No creí que podíamos terminar nosotros solos -se sorprende Roberto.
—Si se esfuerzan pueden lograr más cosas de lo que imaginan. Ahora a bañarse, que mucha falta le hace -ordena Alice aplaudiendo.
—Yo voy primero porque soy una niña -dice Antonieta rápidamente.
—¿Y eso que tiene que ver? -pregunta Roberto.
—¿Acaso no viste la película ayer? Las damas siempre van primero.
—Te falta mucho para ser una “dama”
—¿Qué estas tratando de decir?
—No peleen -los calma Alice- Efectivamente, sería muy caballeroso de su parte dejar a su hermana ir primero.
—¿Vez? -y le saca la lengua Roberto.



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Editado: 18.12.2021

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