—Eres una Bungalú, yo lo sé -le dice Rafael mientras se come la cena. Sus hermanos ya habían cenado temprano porque según ellos la limpieza les abrió el apetito. Así que sólo estaban Alice y Rafael sentados en la mesa.
—¿Y cómo puedes estar seguro de aquella acusación? -pregunta Alice intrigada de ver la seguridad con la que habla Rafael.
—Sólo lo sé.
—Esas no son pruebas convincentes para realizar una causación tan grave.
—Hay algo que me dice que usted es una Bungalú -responde Rafael muy seguro.
—¿Ese algo es una persona?
—No, nadie me lo ha dicho. Al revés, nadie me cree. Les dije a mis hermanos y sólo se rieron de mí.
—Los Bungalús han estado extintos desde hace más de 160 años después de la cacería de seres mágicos, según se cuenta -informa Alice tratando de convencerlo.
—Pero pueden haber quedado algunos vivos -comenta Rafael.
—Puede ser eso posible o puede ser que no.
—Yo creo y estoy seguro que sí.
—Los Bungalús son nombrados como seres malos que engañan y controlan la mente de las personas ¿Acaso tú crees que yo soy mala? -le pregunta Alice con interés.
—No, usted es buena.
—Pero dices que soy una Bungalú es porque debo ser mala.
—Eres una Bungalú buena.
—¿Existen acaso la posibilidad de que los Bungalús llegue a ser buenos?
—Mi mamá decía que sí -responde él tranquilamente.
—¿Tu madre? ¿Y qué decía sobre los Bungalús?
—Nos contaba una historia, ¿Quieres escucharla?
—¡Fantástico! Una buena historia siempre es aceptable -se emociona Alice. A veces ella podía actuar como una niña pequeña.
—Hace muchísimos años vivían los Bungalús, seres muy parecidos a nosotros, pero con un poder especial, podía con su magia controlar la decisión de cualquiera para convencerlo de hacer lo que quisiera. Esto no les gustó a las demás personas que creían que los Bungalús utilizarían su poder para tomar el control de todo. Así que se dio caza a todos los Bungalús, sin importar si eran culpables o inocentes.
—Una historia bastante diferente, aunque más realista de la que se cuenta normalmente.
—Sí, las otras historias dicen que los Bungalús son seres malvados controladores de mente que quisieron controlarlo todo y que por eso los defensores de Anti-Magia los mataron, según por nuestro bien -dice Rafael, que a pesar de ser tan pequeño razonaba como un niño grande.
—Como tú lo acabas de mencionar, según. Los defensores de Anti-Magia han acabado con innumerables seres mágicos inocentes -comenta Alice con tristeza.
—Eso es triste.
—Sí -Alice ve la hora de su reloj- Con lo tarde que se ha hecho. A la cama de inmediato. Mañana tienen que levantarse muy temprano.
—Sí, señorita Verbinder. Buenas noches.
—Buenas noches querido Rafael.
Rafael se dirigió a su habitación que compartía con sus hermanos. Ya los dos se habían dormido.
Se acostó en su cama y abrazó a su perrito de peluche, que le recordaba mucho a su mamá, quien fue quien se lo compró, una vez que habían salido a pasear. Rafael había pasado por una juguetería y se quedó hipnotizado viendo al perrito, su madre se dio de cuenta y entraron a comprarlo.
Desde entonces Rafy, que así lo llamó, ha sido su mejor amigo desde entonces. Y aunque sus hermanos le digan que ya está muy grande para peluchitos, él nunca dejaría a su amigo.
Enseguida se durmió. Está vez soñó con algo que le resultaba raro para él. Se encontraba en un mundo extraño, había seres mágicos por todos lados y esto le gustaba mucho. Estaba tan emocionado que veía por todos lados.
—Hijo -escuchó que lo llamaba una voz muy familiar.
—¿Mamá? ¿Dónde estás?
—Aquí estoy.
Al voltear ve a su madre, una hermosa mujer de cabello negro muy largo.
—MAMÁ -grita él.
Rafael corre a abrazar a su mamá.
—Te extraño mucho.
—Yo también los extraño, pero siempre los observo -responde ella con lágrimas en los ojos.
—¿De verdad?
—Yo jamás me olvidaré de ustedes. Y espero que seas un buen niño y le hagas caso a la señorita Verbinder, ella es una buena Bungalú.
—¿Tú si me crees que ella sea una Bungalú?
—Sí mi hijito, claro que te creo. Ya es hora que me retire…
—No mamá, quiero que te quedes.
—Yo no puedo, aunque me encantaría, pero siempre estaré en tu corazón y en los recuerdos. Te quiero mucho mi pequeño -dice su madre con dulzura.
—Yo también te quiero mami.
—¿Mucho, mucho, mucho?
—Mucho, mucho, mucho -responde Rafael.
—Cuida también de tu padre.
—Él también te extraña.
—Y yo a él. Me da tristeza haberme ido tan pronto, pero él es un excelente padre y los cuidará y educará muy bien. Sean buenos niños. Adiós…
Se abrazan por última vez y todo va desapareciendo.
Rafael se despierta con una gran sonrisa. Hace tiempo que no soñaba con su madre y estaba feliz de haberla visto de nuevo.