—Chicos les tengo una noticia, su prima Lara pasará aquí tres días mientras sus padres salen de la ciudad -les dice Rogelio a sus hijos cuando llega del trabajo.
—¿Qué? -se sorprende Antonieta.
—¿No lo dirás en serio? -comenta Roberto con rostro disgustado.
—Vamos chicos, sólo serán por pocos días. No es para tanto.
—Tú sabes cómo es Lara. Va a ser una pesadilla esos tres días.
—Tampoco exageren. Sólo tienen que aguantarla un poco.
Rogelio, Roberto y Antonieta seguían discutiendo. Alice se acerca a Rafael y le susurra.
—¿No te agrada tu prima?
—Es que es muy fastidiosa y mandona. Si no haces lo que ella quiere se pone a llorar y a gritar -murmura Rafael.
—Una niña muy malcriada por lo que veo.
—Mucho, sus padres le dan siempre todo lo que pida.
—Quizás le haga falta algo de disciplina -dice Alice muy confiada.
—Sí.
—Una buena niñera se tiene que hacer cargo de esto.
—¿Usted lo hará señorita Verbinder?
—No hay nada que yo no pueda hacer si me esfuerzo.
—¡Oh! Que bien -se anima Rafael.
—Le enseñaremos a tu prima como se debe de comportar un buen niño.
—¡Sí!
Al día siguiente. Muy temprano llega Mireya la hermana de Rogelio muy acelerada. Le da las gracias y deja a su pequeña hija junto con una maleta. Se despide de Rogelio y sale rápido de la casa.
Lara era una niña pequeña de cabello castaño claro y ojos negros. Su rostro mostraba una gran disconformidad con su alrededor.
—Ella es Lara, la hija de mi hermana. Tiene 7 años. Se quedará unos días aquí mientras sus padres realizan unas diligencias fuera de la ciudad. Espero que no sea una molestia para usted señorita Verbinder tener que cuidar de otro niño más.
—Para nada, será un honor para mí -responde Alice con simpatía.
—¡Qué bueno! Ya me tengo que ir al trabajo, trataré de llegar temprano.
—Que le vaya bien. No olvide su paraguas señor Rogelio, últimamente hay muchas lluvias.
—Cierto, muchas gracias. Adiós a todos.
Rogelio se fue lo más rápido que pudo. Había tenido que esperar a que su hermana trajera a Lara a su casa y esto le ocasionó un retraso en el horario en que normalmente salía de su allí al trabajo.
En la casa quedó Alice junto a Lara. Los demás niños continuaban durmiendo ya que todavía era muy temprano para levantarse.
—Quiero dulces -dice Lara en tono autoritario.
—Es muy temprano para merendar.
—Pero yo quiero dulces ¡YA!
—Si no has desayunado puedo hacerte una rica comida… -comenta Alice tratando de ser paciente.
—Yo no quiero eso, quiero dulces -y la niña empezó a llorar.
—¿Qué clases de modales son esos? ¿No te han enseñado los horarios de las comidas y las meriendas?
—No me importa, yo quiero dulces. O sino gritaré hasta que oigan todos los vecinos y les diré a mamá y papá que me trataste muy mal.
Lara veía a Alice retándola. La niña estaba acostumbrada a que hicieran todo lo que ella dijera.
—Además de malcriada… manipuladora. Realmente te hace falta aprender buenos modales -contesta Alice decepcionada.
—Yo no necesito eso. Tú tienes que hacer lo que yo diga. Y yo ahora quiero dulces -Lara empieza a levantar más la voz.
—Pero no lo tendrás.
—¿No me lo piensas dar?
—No, ya te he informado que todavía no son horas para merendar. Tendrás que esperar más tarde.
Lara empezó a llorar exageradamente. Se tiró al piso pataleando y gritando con todas sus fuerzas.
Los hermanos campos se despertaron y bajaron rápidamente a ver que sucedía. Al ver a Lara quedaron desilusionados. Ya se imaginaban todo lo que tenían que aguantar con su prima fastidiosa y malcriada.
—Ya llegó Lara -se notaba el desánimo en la voz de Roberto.
—Sólo serán 3 días, tendremos que aguantar -Antonieta quería ver el lado positivo.
—No la puedo aguantar ni unos minutos ¿y esperan que la aguante 3 días completos?
—Me va a explotar la cabeza, que se calle.
Lara todavía se encontraba en el piso llorando y gritando. Alice se acercó tapándose los oídos.
—LARA -gritó Alice.
Ésta se detuvo y miró a Alice con una mirada desafiante pensando que había ganado.
—¿Ahora si me darás los dulces?
—No, tienes que entender que tienes que seguir las reglas establecidas. Ya eres toda una damita y tienes que comportarte como tal. Esas malcriadeces son de un bebé -los ojos de Alice se iluminaron utilizando su poder Bungalú. Nadie podía ver esto, excepto los demás Bungalú y por una extraña y desconocida razón también Rafael.
—Está bien, esperaré la hora de la merienda como una damita -dice Lara con mucha seriedad.
—¡Excelente!
—¿La convenciste? -se asombra Antonieta.
—¿Y sin tener que darle lo que quiere? -se sorprende Roberto.
—Ni sus padres han logrado eso. Siempre le dan todo lo que ella le pida para que deje de llorar.
—Eso sólo fomenta su malcriadez -reclama Alice.
—¿Cómo lo hiciste? -pregunta Antonieta con curiosidad.
—Es una de mis tácticas de niñera.
—¡Increíble! -se impresiona Roberto.
—Yo quisiera aprender eso -dice Antonieta observando a Lara que se encontraba sentada en el sillón en silencio.