Rogelio se encontraba trabajando cuando recibió una llamada de su hermana. No podía contestar porque se encontraba su jefe y era de mala educación atender el celular durante las horas laborables.
Cuando tuvo un momento de descanso vio las 5 llamadas perdidas de Mireya y decidió llamarla para saber de qué se trataba la urgencia.
—¿Qué ocurre Mireya?
—Quiero a tu niñera -responde ella al instante.
—¿Qué?
Rogelio quedó sorprendido, era lo menos que esperaba escuchar de su hermana.
—Lara ha cambiado por completo. Ya no llora, ni grita y pide las cosas por favor. Es todo un milagro.
—Alice es muy buena niñera. Mis hijos ya hacen los quehaceres del hogar por ellos mismos -comenta Rogelio felizmente.
—Yo la necesito mucho. En tan sólo 3 días hizo un gran cambio en Lara, imagínate si es su niñera todos los días.
—Lo siento Mireya, pero yo también la necesito. Búscate a otra niñera.
—He tenido muchas niñeras y todas renuncian por el terrible carácter de Lara. Necesito a Verbinder -suplica Mireya.
—Es mi niñera, no te la pienso entregar -contesta Rogelio con firmeza.
—Pero ¿puedo llevar a Lara de vez en cuando?
—Claro, pueden visitarnos cuando quieran.
Después de varias horas de intenso trabajo, Rogelio llega agotado a su casa. Saluda a sus tres hijos y se sienta en el sofá un rato.
—Mi hermana Mireya me ha llamado -le informa Rogelio a Alice- Ha quedado encantada por el nuevo comportamiento de Lara.
—Me alegro que ella continúe comportándose como una damita -comenta Alice quien tomaba un té.
—Hasta me pidió que fueras su niñera, pero eso sí que no. Mis hijos te necesitan mucho.
—Qué bueno que se sientan conforme con mi trabajo.
Rogelio se fue a su habitación a cambiarse de ropa y a descansar esperando que se sirviera la cena.
Rafael y Alice quedan solos en la sala. El niño se queda mirando el transportador portátil que se veía del bolsillo de Alice.
—Señorita Verbinder ¿por qué compró otro transportador mágico si ya tenía uno?
—Porque necesitaba uno que fuera portátil. Ya has visto el reloj grande que tengo.
—Sí, ese que es grande y viejo.
—No es viejo, es antiguo -le corrige Alice- Ese es un transportador mágico fijo y me transporta a otros transportadores mágico fijo que tengo conectado en Uberdruss.
—¡Oh!, ya veo.
—Pero cuando estoy en la calle a veces hay urgencia y necesito ir a Uberdruss pronto y no me da tiempo ir a su casa, así que un transportador mágico portátil es pequeño, puedo llevarlo a donde sea y me transporta a lugares de Uberdruss que yo desee con sólo pensarlo cuando toque el botón.
—¡Guao!, todo es tan mágico -se emociona Rafael.
—Es que Uberdruss es todo mágico.
—Yo sería feliz viviendo allí.
—Es posible, aunque puede que no -señala Alice.
—¿Y por qué no?
—Uberdruss tampoco es tan perfecto, tiene sus problemas al igual que todos los lugares.
—Pero hay magia y seres mágicos, eso es emocionante -contesta Rafael.
—Sí, para ti todo eso debe ser muy emocionante, mi caballerito.
Antonieta y Roberto se encontraban en ese momento en su habitación. Ella leía una revista y él jugaba un videojuego de carrera de auto.
—Es raro que Rafael no esté molestando por aquí -comenta Roberto extrañado.
Rafael era un niño y como todo niño le gusta jugar, pero sus hermanos ya no jugaban con juguetes como él.
—Debe estar con la señorita Verbinder, se la pasa mucho con ella ahora -contesta Antonieta sin despegar los ojos de la revista de chismes.
—Es el más pequeño, nosotros si podemos cuidarnos solos.
—Sí -le entró la duda a Antonieta. Quería saber que era exactamente lo que hacia Rafael para entretenerse con la señorita Verbinder- Iré a ver.
—Si pasas por la cocina tráeme unas galletas -le pide Roberto sin despegar los ojos de la pantalla en donde jugaba un juego de carreras de autos.
—Ajá.
Baja hasta la cocina y ve a Alice y a Rafael en la sala hablando.
—Hola -interrumpe Antonieta.
—Hola querida Antonieta -contesta Alice con dulzura.
—¿Qué hacen? -pregunta la niña con interés.
—Le contaba una historia.
—Ah ya veo. Yo sólo vengo por unas galletas.
—No comas muchas o te darán indigestión -le dice Alice.
—Sí, señorita Verbinder.
Antonieta regresa a la habitación con las galletas en las manos y se sienta en su cama.
—¿Trajiste las galletas? -pregunta Roberto al instante que la vio entrar en la habitación.
—Sí, Rafael está con la señorita Verbinder. Ella le está contando historias -le informa Antonieta.
—Te lo dije. Tener una niñera no ha sido tan malo como pensé. Ella entretiene a Rafael y ya no se la pasa molestando.
—Sí, eso es bueno.