—El lunes es el cumpleaños de Antonieta -comenta Roberto mientras sujeta el control de la televisión pasando uno a uno los canales sin encontrar nada bueno que ver.
—¡Oh!, qué maravilla -se alegra Alice- ¿Qué regalo le gustaría a ella?
—No lo sé, las niñas son muy complicadas -responde Rafael pensando.
—No son complicadas, sólo que tienen gustos diferentes a los tuyos.
—A Aranza le gusta los dulces, el color violeta, la naranja, la fresa -responde Rafael mientras cuenta con los dedos- No le gusta la lechosa, ni las nueces.
—Mmm… ya pensaré luego en algo especial para ella. Tenemos que hacerle algo -piensa Alice- ¿Qué creen que le gustaría?
Los dos hermanos niegan al mismo tiempo.
—Tienen que pensar queridos, es su hermana. Ni hacen el intento. Podemos hacerle una pequeña fiesta e invitar a sus amigas.
—Es buena idea y debe haber muchos dulces y comida -dice Rafael emocionado pensando en los dulces.
—A ella le gusta las tortas de fresa -comenta Roberto.
—¡Perfecto! Yo puedo hacer la torta.
Entre los tres van haciendo comentarios y propuestas para el cumpleaños de Antonieta.
—¿Qué le ocurre señorita Verbinder? La veo algo desanimada -le pregunta Rafael a Alice en voz baja.
—Algo preocupada. Han ocurrido ciertas cosas en Uberdruss -responde Alice dejando de escribir en el cuaderno.
—¿Qué pasó?
—Ciertos ataque que pueden ser connotaciones políticas.
—¿Con…no? -a Rafael se le traba la lengua tratando de decir la palabra.
Alice se ríe —Diferencias políticas.
—¡Oh!, qué mal.
—Estoy muy preocupada por mi esposo, podría ser atacado, aunque sé que tiene muchos guardaespaldas que lo protegen.
—Tranquila, señorita Verbinder.
—Gracias por apoyarme, y es mejor que no vayas a Uberdruss por un tiempo -le ordena Alice.
—¿Por qué? -se sorprende él.
—Puede ser peligroso, es mejor prevenir que lamentar. No quiero que te sucede nada malo mi querido caballerito.
—Si usted lo dice, pero después que termine esto ¿Puedo volver? ¿Verdad?
—Claro querido -le contesta Alice con cariño.
—¡Yupi!, espero todo arregle pronto.
—Yo espero lo mismo.
Luego de unas horas Alice se transporta a Uberdruss. Andaba todavía muy preocupada y quería hablar con su esposo Kleder en persona.
Llega a la oficina del ministerio y empieza a charlar con uno de los guardias, un minotauro a quien conocía hace años desde que empezó a trabajar para su esposo.
—Han incendiado el congreso -le informa él muy exaltado y preocupado.
—¡Qué horror! ¿Hay alguna victima? ¿Está bien Kelder? -la preocupación de Alice era evidente.
—El ministro Kelder está perfectamente. El incendio fue hecho de noche, cuando ningún ministro ni personal se encontraban laborando.
—¡Qué alivio! -se relajó un poco.
—El ministro Kelder ya dio declaración al respecto y los sospechosos principales son el Holocausto.
—Ya me lo imaginaba, son los que han estado causando disturbios aquí en Uberdruss.
—Si desea ver a su esposo puede esperar un rato. Se encuentra en este momento en una reunión.
—Sí, esperaré.
Alice se sentó en la silla más cercana. La situación estaba complicándose cada vez más.
El Holocausto no se iba a quedar tranquilo. El terror principal de Alice era que atacarán a Kelder, él era la cabeza de la proposición de Uberdruss 2. Si el Holocausto está en contra de esa propuesta irán detrás de Kelder, eso era seguro.
—Mi vida, no creí verte por aquí - se le acerca Kelder y le da un beso en la boca a Alice.
—Estaba preocupada. Escuché las noticias y vine…
—No quiero que te expongas, es mejor que no te vean por aquí. Me moriría si te ocurre algo por mi culpa.
—Estaré bien… -dice Alice sin estar totalmente convencida.
—Sabes que el Holocausto es capaz de atacarte por el simple hecho de ser mi esposa. Así son ellos de tramposos. Es mejor que te quedes con los humanos corrientes por un tiempo, sin venir a Uberdruss.
—Pero..,
—Es lo mejor -señala Kelder acariciándole el rostro.
—Entonces no nos veremos…
—Yo también te extrañaré mi vida, pero es lo mejor. Hasta que capturemos a esos rebeldes del Holocausto.
—¿Y tú? ¿Qué harás?
—Tengo que seguir en mi puesto, soy el ministro -dice Kelder con orgullo y valor.
—Estas totalmente expuesto al público.
—Si me retiro, el Holocausto ganará y no podemos dejar que eso suceda ¿lo entiendes mi vida?
—Claro, pero cuídate mucho mi vida. Yo también me moriría si te ocurriera algo malo -y lo abraza con fuerza.
—Tranquila, para eso tengo tantos guardaespaldas.