Antes de devolverse al mundo corriente, Alice decide pasar por la tienda Dunesdy para hacer unos negocios con Alecto. Se sorprende al ver la tienda muy cambiada. En la caja no había un duende como siempre solía ser, esta vez era una rana gigante.
—Buenos días ¿Dónde se encuentra la dueña Alecto? -le pregunta Alice.
—Alecto fue despedida -responde este con una voz muy ronca.
—Pero, ella es la dueña…
—Hace como una semana que fue despedida.
—¿Cómo pueden despedir a la dueña de la tienda?
—Yo soy sólo el nuevo encargado, no sé los detalles ¿Te puedo ayudar en algo?
—No, era un negocio pendiente que tenía con ella.
Se retira de la tienda pensando. A Alecto nadie la podía despedir, ella era la total dueña y fundadora de la tienda Dunesdy.
Todo eso estaba resultando muy extraño. Así que decide ir a la casa de Aranza a conversar con ella.
—Han despedido a Alecto -le informa Alice a Aranza.
—¿Cómo la pueden despedir? Ella creó la tienda Dunesdy hace cientos de años. Mucho antes de que alguna de nosotras pensara existir…
—Fui a hablar con ella y me dijeron eso. Ahora el encargado es una rana.
—¿Una rana? Todo esto me tiene muy preocupada -responde Aranza consternada.
—A mí también, nada de esto puede ser bueno.
—Y estoy segura que esto empeorará.
—¿Qué está sucediendo? Tanto en Uberdruss como en el mundo corrientes están sucediendo hechos extraños -se exalta Alice.
—Alguien poderoso debe estar causando todo esto.
—Lo más poderoso en Uberdruss son los ministros.
—Te apuesto lo que sea que alguno de ellos está metido en todo esto -comenta Aranza con seguridad.
—Kelder jamás haría algo así -lo defiende Alice.
—Sé que Kelder no, pero está los otros cuatro.
—Los he visto en las fiestas que me ha llevado Kelder, pero no los conozco bien.
—Kelder Silizium (tu esposo) es el ministro del centro, la capital de Uberdruss -señala Aranza recordando lo que sabía de los ministros- También está el centauro Portrus Safari que es el del norte, la Gorgona Terrine Escrupel del sur, el Cíclope Orosit Azetón del este y el fauno Tulanor Plaguen del oeste.
—Orosit es agradable, aunque algo tosco, Portruss es bastante hablador, Terrine es muy callada y me da miedo esas serpientes en su cabeza y Tulanor es muy inteligente. Eso es lo poco que pude notar sobre ellos -menciona Alice pensativa.
—Alguno de ellos debe ser bastante ambicioso -la interroga su amiga con insistencia.
—Eso sí que no lo puedo saber, es muy poco lo que sé de ellos. No sabría decirte.
—Y lo malo es que no somos detectives.
—¿Tú no tenías un amigo detective? -le pregunta Alice recordando a un ex pretendiente de Aranza. Él estuvo loco por ella por mucho tiempo, pero a Aranza jamás le gustó. Le parecía un hombre muy rústico y brusco, totalmente contrario a los tiernos y románticos que a ella le gusta.
—¡Cierto! Aunque hace mucho que no se de él, no sé si sigue trabajando en la misma oficina, pero no tenemos ni una pista de quien podría ser. No le ayudaremos en nada -contesta Aranza desanimada.
—Que complicado se ha vuelto todo.
—Me da rabia no poder hacer nada para resolverlo -dice Aranza con mucha furia.
—Estamos igual. Pero los ministros, ya tienen mucho poder ¿para que buscar más?
—Pero uno de ellos debe querer aún más poder.
—Nunca entenderé esa clase de ambición -comenta Alice confundida, jamás le había llamado la atención la ambición de poseer mucho poder y dinero. Ella se conformaba con lo que tenía.
—Los políticos siempre quieren más poder de lo que ya tienen.
—De algo si estoy segura es que nunca entraré a nada que tenga que ver con política.
—Ya lo hiciste, te casaste con un político -se burla Aranza.
—Pero su trabajo no tiene nada que ver conmigo -responde Alice golpeándole suavemente el hombro a modo de broma.
—Pero eres la esposa del político.
—Aunque Kelder me ha pedido que me quede en el mundo corriente y no venga a Uberdruss por un tiempo, piensa que el Holocausto puede hacerme algo para chantajearlo a él -le comenta Alice.
—No lo había pensado, pero él tiene razón.
—Lo sé…
—Allá estarás más segura. El Holocausto se está volviendo muy peligroso -le aconseja Aranza.
—Sé que tienen razón, pero estaré muy preocupada por él.
—No te preocupes, él está bien protegido, y si sucede algo yo te avisaré enseguida.
—Muchas gracias Aranza -le agradece Alice con toda sinceridad.